¿Empresario o delincuente?

martes, 29 de julio de 2014 · 23:06
Hace cierto tiempo, junto con unos amigos nos interrogamos si logramos cumplir esa gran pregunta que la mayoría de padres o adultos nos hicieron alguna vez: ¿Qué quieres ser cuando seas grande? Era increíble como en ese momento el universo de profesiones se abrían, y aunque para mí no era una profesión lo que quería, sino un premio el que he buscado, para la gran mayoría de mis amigos variaba desde veterinario, medico, bombero, policía, ingeniero, astronauta, etc. 
Ese mismo día, en medio del recuento de frustraciones y alegrías por lograr y no haber podido cumplir con ese cometido de la niñez; la figura de un infante se apareció en medio de la charla. El hijo de la empleada de servicio doméstico, estaba expectante, con su piel canela y ojos saltones, capturaba cada detalle de lo dialogado. 
Observé al pequeño y le pregunte ¿Qué quieres ser cuando grande? Y sin dudar un solo segundo, como si estuviese esperando toda la jornada que alguno le hiciera la pregunta, respondió: - yo quiero ser narcotraficante - 
Ahora los ojos saltones eran los nuestros frente a la respuesta que nos daba aquella personita, pero que dentro de su inocente lógica, no estaba fuera de un contexto que marcaba la realidad. Hoy en día es más sencillo infringir la ley y salir impune, que llevar una vida decente y que te ande fiscalizando alguna autoridad. Analicemos bien esto y quiero que piensen que sucede en toda América Latina. 
¿Se ha preguntado porque cada vez hay más maleantes que empresarios? Diversas razones vienen a responder esta pregunta pero sólo abordaré dos. Una de ellas es la falta de educación. Este es discurso muy viejo, tan viejo que parece una historia de nunca acabar y que han adoptado algunos políticos para enarbolar la oriflama del conocimiento, cuando la realidad dicta que la educación no es sólo ostentar un título universitario (que ahora es fácil tener uno), sino que es un estilo de vida por el conocimiento y la sapiencia; y que la realidad marca (salvo algunas instituciones) un sistema educativo basado en la mediocridad, en la no exigencia del estudiante desde sus primeros años. Un sistema sin incentivos para el alumno, conlleva a la deserción y posteriormente a la unión de ellos a los grupos delictivos.
Ahora bien, digamos que el joven de un núcleo familiar y económico promedio, ha decidido estudiar y se plantea él la exigencia de ser el mejor. Se gradúa e inicia su vida laboral. Aquí existen dos opciones o se es empleado o se es empresario. Si se inclina por la primera, la falta de oferta laboral es gigantesca, aunado a esto el miserable salario que se paga por el trabajo realizado no le permite a éste joven llenar las expectativas que ha soñado desde que estaba en los días universitarios. Pero si decide (en un pensamiento loable o utópico) crear empresa y así, aumentar la oferta laboral en el país, el resultado es que esos mismos órganos del poder de ese país que han desgarrando las vestiduras, han asegurado que apoyará e incentivará la actividad laboral, ese mismo país, es el que le pone mil y una trabas para el solo hecho de crearse como empresa; además de todos los impuestos y la fiscalización del dinero a que será sometido mediante medidas tributarias que en vez de incentivar lo que hacen es desanimar.
"Es que necesitamos comer y solo así le puedo dar dinero a mi mamá” me dijo aquel niño. La imagen aun la tengo en la mente, en un recuerdo que ningún discurso de educación o generación de empleo es suficiente como lucha contra la delincuencia, cuando la gente tiene hambre. Cuando la persona tiene necesidades y si es el mismo gobierno (recuerden que no especifico país el que se sienta aludido es bienvenido de tomar este discurso) el que pone las trabas entonces ¿Cómo solucionar esto? Yo le doy la respuesta querido lector: todo depende de usted.

* El autor es escritor y licenciado en Derecho por el CUT

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