Inah

Por Mtra. Antrop. Fisc. Martha Elena Alfaro.
jueves, 26 de marzo de 2015 · 00:43
Andanzas Antropológicas
De misioneros, neófitos y catecúmenos


El sistema misional implicó un cambio primordial en la forma de vida de los antiguos pobladores de la península bajacaliforniana.

El establecimiento de un diferente modo de subsistencia y el nuevo orden social instaurado por los frailes recién llegados, involucró así mismo para los nativos una reorganización de estrategias ancestrales y la adhesión de nuevas pautas de comportamiento.

En este escrito presentamos un breve esbozo de los primeros años de contacto misional, focalizando nuestra atención en la Antigua Misión de San Fernando Velicatá.

En 1967, con la expulsión de los jesuitas de territorio novohispano, la orden religiosa franciscana tomó inmediatamente su lugar en las misiones de la península.

A diferencia de los sus antecesores tuvieron una posición menos ventajosa; contaban con una menor autonomía económica y política y vivieron el azote de múltiples epidemias.

En 1969 fundan en territorio cochimí la misión de San Fernando; ubicándola en en una zona estratégica entre los caminos que llevan de la costa a la sierra.

En 1773 la administración de la misión pasa a manos de la orden dominica y la mantienen en funcionamiento hasta 1818.

La población indígena del desierto central a diferencia del centro y Sur del país, no vivía de forma permanente en el territorio misional.

Esta circunstancia obligó a los frailes a instaurar un sistema de visitas periódicas a las rancherías bajo su control, lo que les implicó un esfuerzo mayor para realizar el proceso de catequización, así como para mantener el registro minucioso de la población.

Entre 1769 y 1773 durante la administración franciscana de San Fernando tuvo bajo su jurisdicción rancherías como Guydaivin, San Luis Gonzaga, Las Llagas de Cristo, San Joseph, San Juan de Dios y De la Casa. 

El mayor porcentaje de bautizos se presenta en las dos primeras décadas de funcionamiento de la misión (1769, 1770). El registro disminuye drásticamente entre 1771-1772 coincidiendo ésto con el período de epidemias ocurrido en la región.

En el primer año bautizaron principalmente a adultos jóvenes y personas de edad avanzada, probablemente algunos líderes de las rancherías. Mientras que en el segundo se incrementó el número de bautismos conjuntos de padres e hijos al mismo momento que el fraile unía en matrimonio a las parejas.

En el tercer año se observa con más frecuencia el registro de hijos legítimos (de padres que habían sido bautizados antes del nacimiento del niño), en consecuencia, la presencia de nombres indígenas comienza a decrecer para 1772, ya que los hijos de los indígenas catequizados, al parecer ya no dan oportunidad al infante de asignarle un nombre indígena o el párroco deja de considerar necesario asentar el nombre nativo en el registro bautismal.

En las partidas bautismales el nombre indígena se reconoce en promedio a los 5 o 6 años (aunque hay algunas contadas excepciones de menor edad). ¿Es posible que evidencie esto que el nombre indígena se adquiera en algún rito de paso a una edad determinada, o ¿Se asigna el nombre nativo hasta que los padres están seguros que niño sobrevivirá? (hay que recordar la alta mortalidad infantil que se da entre estos grupos antes de los 5 años).

Por otro lado, encontramos datos etnográficos y etnohistóricos de la vecina población Kumiai en donde los menores de la tribu reciben su "nombre” a través de una ceremonia entre los 7 y 8 años, edad en la que el grupo considera el infante ha asimilado el aprendizaje inicial sobre los usos y costumbres familiares, definiendo esto también su carácter y temperamento, ¿Podría ser un caso parecido lo visto en San Fernando Velicatá?

*La autora es profesora-investigadora del Cinah-BC.

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