Bajo palabra

Muñeca fea

Por Hadassa Ceniceros
viernes, 6 de mayo de 2016 · 00:00

Mercedes Almanza tenía gracia y porte. Única niña en una familia de varones recibió desde su nacimiento trato de muñeca fina. Rubia como rayos de sol al mediodía, pequeña y graciosa.

 

En Mazintla la comunidad rural donde todos se conocían Meche lucía por sus caminos rodeada de sus compañeras de escuela, su paso llenó de risas y conversaciones juveniles las tardes calurosas del lugar.

 

Romelia Insunza tuvo sueños grandes desde la niñez. Todo fue poco para adornar el ritmo de su andar en aquel pueblo reseco y caliente. Los juegos entre niños los enmarcaba en situaciones idílicas, "que éste era el castillo y yo era la reina” o en la escuelita era la directora.

 

La adolescencia trajo con sus emociones la decisión de estudiar o prepararse para el matrimonio. Los noviazgos desde temprana edad parecían marcar el rumbo de la vida futura. Quedarse en la casa paterna siempre fue una obligación para quienes prefirieron la vida soltera.

 

Meche contó con la ventaja de tener un padre con ingresos altos como gerente de la exportadora de sal. Vivió con alegría y despreocupación su juventud, dada al baile y a las fiestas, siempre lució los vestidos de moda antes que llegaran al pueblo. Se le quería y envidiaba al mismo tiempo. Los jóvenes la cortejaban y ella se supo siempre el centro de la atención. Tuvo una debilidad por los novios de las amigas. Tuvo una inclinación también hacia los muchachos complicados y diferentes. Le gustó el fumador cuando aquello era mal visto en jóvenes adolescentes, el que no estudiaba, el que retaba a los maestros, el infractor, el rebelde. Tal era la descripción de Erasmo Pico. Tuvieron los jóvenes un romance tormentoso entre celos, reclamos, reconciliaciones, todo vivido en público, ante una sociedad puritana e hipócrita (¿cuándo no van juntas?)

 

Llegó el tiempo de las despedidas Romelia partió a Estados Unidos y se perdió, Mercedes estudió para secretaria bilingüe y su familia se fuel al sur. De Pico nadie supo nada más.

 

Al paso de muchos años y a la muerte de un ex compañero de escuela se vieron reunidos en el velatorio. Romelia apareció con una esbelta figura, su pelo era blanco y corto. Contó ser representante de una fina línea de cosméticos lo que permitía que viajase con mucha frecuencia a distintas partes del mundo. Mercedes llegó pequeña, rubia y redonda, había adquirido mucho peso, era la esposa del presidente municipal de San Pedro de los Arcos en el sur del país.

 

Pico, que era primo del fallecido, llegó vestido de traje gris y lo acompañaba un asistente. Era abogado de una firma encargada de la aduana en la frontera norte. Seguía soltero.

 La vida en el pueblo giraba como en cualquier otra parte del mundo. Los amores interrumpidos a veces tenían una nueva oportunidad, eso pensaron cuando Meche, cuarenta años después subió al carro de Pico y se alejaron antes de terminado el velorio.

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