Columna

La Carroca

Por Soraya Valencia*
domingo, 24 de julio de 2016 · 00:00
Uno, dos, tres

*La autora es mujer de letras sacras y profanas.

Uno. La era de los gemebundos, llamada así por Ludovico El Gemebundo, nieto del famoso Austreberto El Grande, se caracterizó por la intolerancia y la violencia. Las calles de los antiguos burgos se bañaron de sangre y por todas partes se respiraba el miedo. El secuestro, la tortura, la intimidación, la amenaza y la denuncia eran el pan de cada día.

Todo aquello que pudiera representar un peligro para la estabilidad de la corona era objeto de persecución. Y lo más peligroso eran las ideas. La censura inquisitorial dirigió sus miras a los centros de estudio, los intelectuales y los libros. Muchos tuvieron que huir (otra faceta de la migración) llevando su dolor y su cultura al exilio; otros no fueron tan afortunados.

Pues bien, querido lector, no existen ni han existido nunca tales gemebundos, no se la vaya a creer, son mero invento de su servidora. Aunque bien pudieran ser añadidos algunos nombres de lugares y personajes, ponerle fecha y listo, apuesto a que cuadran con diferentes momentos y situaciones de la historia. Cada quien imagine la escena de su preferencia.

Dos. Tal vez sea cuestión del ocio del verano ensenadense, con su respectiva dosis de lecturas a la carta, que me ha llevado a recordar mis tiempos de estudiante universitaria con memoria agradecida. Entre nuestros maestros, en la Facultad de Letras Españolas y demás Facultades de Humanidades, se contaban algunos que habían tenido que salir de sus terruños porque en los regímenes militares no había lugar para que ellos vivieran -literalmente- y vivieran en paz.

Llegaron de Argentina, Uruguay, Bolivia, Chile, dejando atrás tierra, querencia y familia. Por ellos aprendimos, más allá de la academia, que, -como dijo el poeta-, el sur también existe y nada hay más peligroso que las ideas. Que el pensamiento libre es mal visto desde los altos niveles del poder, no importa el color, el credo ni el sabor de Don Ludovico El Gemebundo o como se llame.

Supimos que los libros, la palabra escrita e impresa, pueden poner tu seguridad y tu vida en verdadero peligro. Para fortuna de las niñas de Letras, eso no pasaba entre nosotros. Nuestro sufrimiento máximo era el escrutinio de la biblioteca del Quijote a cargo del cura y el barbero y alguna canción de Zitarrosa.

Tres. Por cierto, después del mea culpa del señor presidente, aplaudido por unos y descalificado por otros, sucedió la aparición de un video, en las redes sociales, de la periodista Carmen Aristegui, que empaña, por decirlo suavemente, las declaraciones del primer mandatario. Entre otras cosas, Carmen habla de un procedimiento judicial en su contra para que sea retirado el prólogo del libro sobre la llamada casa blanca. Por supuesto que el texto ya circula por internet y puede leerse cómodamente en casa.

Para terminar: hace unos días vi la película Howl, sobre el juicio al emblemático libro de poemas -y a su editor-, referente estético de la generación beat. Resulta patético ver al fiscal criticando y censurando los imponentes e incendiarios versos del poeta Allen Ginsberg. Y el libro fue absuelto. Vale.

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