Columna

Día del Señor

Por Padre Carlos Poma Henestrosa
domingo, 31 de julio de 2016 · 00:00
Domingo XVIII Tiempo Ordinario Ciclo C
"Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia” (Lc 12, 13-21)

El Evangelio de hoy nos habla Jesús con su parábola un ejemplo típico de quienes tratan de manipular los valores de la fe en provecho material de uno mismo. Este hombre defraudado acude al Señor para que convenza a su hermano de hacerle partícipe en la herencia paterna. El Señor, sin embargo, se niega rotundamente a dirimir la cuestión, prescindiendo incluso de decir si era o no justa la petición de aquel hombre. No quiere ser árbitro ni juez entre quienes se pelean por una cuestión económica, tan frecuente, por desgracia, en la vida de entonces y en la de ahora. En la de siempre podemos decir, ya que siempre el hombre tiene en su ser una fuerte inclinación a defender los propios intereses, a incrementarlos, a costa, en ocasiones, de lesionar los intereses de los demás.

La codicia y la ambición ciegan al hombre, destruye en él los valores del espíritu, por eso el Señor nos pone sobre aviso porque todos podríamos ser víctima, de uno u otro modo, de ese afán de poseer y de querer tener más. Lo importante, por lo tanto, no es amasar riquezas y honores, sino ser rico a los ojos de Dios. Sólo así podremos vivir serenos y tranquilos, sin temer ni a la muerte ni a la vida.

No se trata de una invitación a no tener, sino a tener de tal manera que no pongamos allí el valor de nuestras vidas. La vida no depende de poseer muchas cosas, sino de nuestra capacidad de compartirlas con los demás con generosidad. No es rico el que tiene mucho, sino el que necesita menos para vivir contento. Vivir más sencillamente, soñando menos con lo que nos falta y agradeciendo más lo que tenemos. Un mundo y un país en el que unos pocos derrochan y malgastan, mientras que las grandes mayorías no tienen ni lo mínimo para sobrevivir como seres humanos, no es sostenible en el largo plazo.

La parábola de hoy es una llamada a no vivir pendientes de acumular riquezas sin fin, pensando que ese es el camino de la vida. Por ese camino sólo se llega a la muerte. Una sociedad que quiere la paz, que busca con ansias el final de una guerra fratricida que se ha prolongado tanto entre nosotros, podría tomar el camino de la generosidad y el compartir, que son capaces de crear hermanos. 

¿Por qué el corazón de un seguidor de Jesús debe estar liberado de toda ambición?

¿En tu familia se han presentado casos de división a causa de los bienes que poseen? ¿Qué otros ejemplos de problemas similares podría  poner? ¿Cuál ha sido tu actitud? ¿Qué te pide hacer Jesús en el evangelio de hoy?

¿Encuentras en tu vida algunos rasgos de codicia? ¿Cuáles? ¿Existe algo que no estarías dispuesto a compartir con nadie?

Que Dios con su infinito amor, los bendiga acompañe y proteja siempre.

cpomah@yahoo.com

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