Andanzas antropológicas

¿Hacer hablar a los tepalcates?

Por Arqlga. Enah Fonseca Ibarra*
jueves, 25 de agosto de 2016 · 00:00

¿Alguna vez has escuchado la expresión "Hacer hablar a los tepalcates”? En el argot de la arqueología, disciplina encargada del estudio del hombre a través de sus restos materiales, nos referimos a la forma en que recuperamos información por medio de fragmentos cerámicos. Dichos fragmentos, también conocidos como tiestos, pueden ser la única evidencia que se encuentre de las vasijas, pipas u ornamentos utilizados por parte de los grupos prehistóricos en nuestra entidad.

 

Imaginemos que una olla de barro se quiebra y decenas de fragmentos se dispersan en el suelo. A partir de ese momento, los tepalcates comienzan un viaje sinuoso e incierto. Durante algunos periodos de tiempo quedarán al descubierto, tal vez sean arrastrados a otras zonas y vuelvan a quedar enterrados hasta ser encontrados por los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

 

Los tiestos estarán erosionados –desgastados- por ese ir y venir al que estuvieron sujetos pero al cabo de una correcta limpieza y restauración, estarán listos para hablar. La misión del arqueólogo: lograr identificar la forma cerámica de la que eran parte y reconocer el uso/función que pudieron darle los antiguos pobladores.

 

¿Cómo armar el rompecabezas a partir de fragmentos que adquirieron formas tan caprichosas? ¿Qué pasa cuando tenemos tiestos de diferente grosor, color o acabado? El primer paso es hacer una clasificación y hacer tantos grupos como sean necesarios para diferenciar los tepalcates más gruesos de los más delgados y lustrosos. Por referencias etnográficas y los escasos hallazgos de vasijas completas o semicompletas, se han podido establecer formas típicas de vasijas usadas para la cocción de alimentos o para contener agua y semillas. También hay testimonios del uso de ollas para contener las cenizas de los difuntos o para guardar objetos ceremoniales.  

 

Las vasijas con bocas cerradas eran prácticas para contener agua y que ésta no se saliera durante su transporte. Hay vasijas muy grandes con cuerpos anchos, bocas cerradas y fondos puntiagudos que se podían enterrar para darles estabilidad y resguardar la bellotas o el piñón durante varios días. En vasijas más pequeñas de bocas anchas es común encontrar que la base tiene huellas de quemado por ser usadas en la preparación de alimentos.

 

Cuando se tienen piezas completas o por lo menos la base de las vasijas, es posible realizar análisis químicos para identificar el tipo de alimento que se almacenó o cocinó; cuando no es así, la investigación sigue otro rumbo y los tiestos –no menos valiosos- pueden ser utilizados para informarnos sobre la identidad y temporalidad de sus creadores.

 En Baja California la presencia de cerámica se asocia con la llegada del norte, de un grupo de cazadores-recolectores-pescadores conocidos como yumanos, que agrupa a los hablantes de las lenguas cucapá, kiliwa, paipai y kumiai. Cada grupo tiene sus especificidades y parte de nuestra labor es identificar las diferencias, los intercambios, las rutas de transporte y otros usos que pudieron darle a la cerámica desde su introducción hace mil 500 años. En la actualidad, algunos miembros de las comunidades indígenas siguen elaborando vasijas con las técnicas tradicionales, manteniendo las formas antiguas y sumando innovaciones que enriquecen la cultura material de Baja California.

*Investigadora Cinah-BC.

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