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El Muro de Tortilla

Por Blanca Esthela Treviño de Jáuregui
sábado, 27 de agosto de 2016 · 00:00
El Muro de Tortilla, best-seller norteamericano publicado hace dos décadas, escrito por T. C. Boyle, ha incrementado considerablemente sus ventas en el último año porque habla sobre el problema de los indocumentados en el Sur de Estados Unidos; un tema candente. Si consideramos que el voto hispano es un factor importante para determinar quién será el próximo candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, el tema se vuelve explosivo.

Una de las críticas más fuertes que se le han hecho al autor es que maneja el delicado tema con una fuerte inclinación a la xenofobia. Con diestra pluma describe a los cuatro protagonistas de la historia: Delaney y Kyra, acaudalados norteamericanos y Cándido y América, joven pareja de mexicanos recién casados, que no sólo son más pobres que los pobres, sino que tienen que esconderse de las patrullas de inmigración en una choza improvisada en el fondo del Cañón de Topanga, en California.

 

La aversión y la repugnancia de Boyle hacia los inmigrantes ilegales se deja sentir desde el primer capítulo, en que describe a Delaney en lujoso coche último modelo, extremadamente ‘incómodo’ por la presencia clandestina de Cándido. Delaney es escritor ambientalista y considera contaminante la intrusión de los indocumentados en el valle. Kyra es exitosa corredora de bienes raíces y deplora ‘el asentamiento’ de los mexicanos, no sólo porque afectará el valor de su propiedad, sino por el riesgo de que sean canceladas sus operaciones de compraventa en el área.

 

En medio de excelentes descripciones geográficas, incendios, sismos y el resquebrajamiento de la comunidad, Boyle erige un invisible muro social y cultural entre las dos parejas, tan impenetrable como la muralla de concreto que han edificado los paranoicos aristócratas para mantener fuera a ‘los bárbaros’. Implacablemente pesimista acerca del problema de la inmigración ilegal, Boyle no ofrece ninguna esperanza de entendimiento o comprensión entre los habitantes de los dos países.

 

El Muro de Tortilla es dinamita en un momento histórico en que el sentimiento norteamericano antiinmigrante estalla y el péndulo puede oscilar con fuerza hacia la derecha o hacia la izquierda.  La inquietante y fundamental pregunta: ¿Qué es lo que Estados Unidos quiere de sus vecinos del Sur? es una incógnita. No ha sido contestada por ninguno de los candidatos republicanos o demócratas a la presidencia norteamericana.

Los sociólogos afirman que la política de abrir y cerrar periódicamente la frontera obedece al factor económico: cuando se requiere mano de obra barata que no ocasione costos sociales, se abren las fronteras mientras exista el trabajo temporal que nadie quiere hacer. Sin embargo, los políticos aprovechan las crisis económicas para culpar a los indocumentados de quitar el trabajo a los ciudadanos norteamericanos: el proponer medidas severas contra los ‘espaldas mojadas’ les genera votos.

 

La psicosis antiinmigrante cunde por la Unión Americana. Un letrero colocado a la entrada de una Reservación Apache, con cierto humor negro dice: "Tengan cuidado con su política de inmigración. Nosotros nos descuidamos y miren lo que nos sucedió”.

 

Los poetas norteamericanos no parecen advertir ‘el peligro de las hordas del Sur’: proliferan las obras literarias sobre México y su rica cultura. Una de las más populares es ‘El árbol es más viejo que tú’, de la norteamericana Naomi S. Nye; recopila más de 100 poemas de escritores mexicanos y aparecen en inglés y en español, intercalados con reproducciones de pinturas famosas de artistas mexicanos.

 

Le preguntan a Nye: ¿Por qué escribes sobre México si no eres hispana? Nye vivió un tiempo en la República Mexicana y se enamoró de nuestro país y de nuestra gente: "Llevo la cultura mexicana en mi sangre”. Agrega: "Sugiero que es necesario enriquecer la sangre con la que nacemos. Nuestra sangre de nacimiento debe multiplicarse cada vez más a medida que conocemos y comprendemos otras culturas. De otra manera, ¿cómo ser ciudadanos del mundo? ¿Cómo amar al mundo entero?”.

 

Richard y Dolores no han leído el libro de Boyle, ni los poemas de Nye, pero un día cualquiera se enamoraron: él norteamericano, ella mexicana. Le dijeron sí al amor en una ceremonia al aire libre; un día de marzo. Se tomaron las manos en el puente internacional Piedras Negras-Eagle Pass, justo en la línea divisoria. Ella en México, él en Estados Unidos de Norteamérica.

 La suave brisa del Río Bravo revolotea en torno al albo traje y el velo de Dolores, cubriendo a los felices enamorados con una lluvia de azahares del ramo de la radiante novia. La esperanza canta una melodía que no terminará jamás. Mientras Richard coloca en su mano el anillo de bodas, Dolores escucha las canciones de las hojas de los árboles junto al río cuando las acaricia el viento: cada rama lleva tatuada una bella historia de amor.
Los árboles junto al puente saben más que los gobiernos y los muros de concreto.

 

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