Columna

La Carroca

Por Soraya Valencia Mayoral*
domingo, 28 de agosto de 2016 · 00:00
*La autora en mujer de letras sacras y profanas.

Una lectura es siempre una nueva lectura. Las circunstancias del lector, sus experiencias, el desarrollo (apostando a la no involución) de su persona toda, de su competencia lectora como se dice ahora, producen una lectura distinta. Las posibilidades de lectura se amplían con el paso de los años y los desengaños. Seguramente ha sucedido que ha encontrado usted marcas en sus libros y notas al margen que no tiene idea de por qué las puso. O bien, recuerda con suma claridad el momento y los motivos que le llevaron a escribir esto o aquello. También a eso nos encamina una relectura de nuestros viejos libros, a reconocernos, a seguir la pista de los pedacitos de alma que fuimos dejando en algunas páginas. Así sería en mi caso, de no ser porque estoy leyendo de nuevo una novela pero en formato electrónico, Epub. Y eso añade a la experiencia un sazón muy especial.

Como colofón del verano estoy disfrutando, como pocas, la lectura de una de mis obras favoritas, ‘El nombre de la rosa’ (1980) de Umberto Eco (1932-2016), en el contexto de unas charlas de historia que imparto cada semana a un pequeño grupo de personas muy queridas. Estamos comentando algunos acontecimientos relevantes del siglo XIV, y nos detuvimos en el período de Aviñón, cuando la sede papal, la curia toda, se instaló en un territorio entonces bajo la influencia de Francia -que es el marco histórico de la novela de Eco. Nada puedo agregar a lo que se ha escrito y dicho sobre la más vendida y divulgada obra del famoso autor. Mis pobres comentarios no pretenden tanto, salvo compartir el gozo de una deliciosa lectura.

La novela, erudita como pocas, permite infinidad de aproximaciones de sentido. Un primer acercamiento nos dejará en las playas de la novela policíaca, en la que acompañaremos a Guillermo de Baskerville, todo un Sherlock Holmes medieval acompañado de su Watson, el novicio Adso de Melk. Quienes se inclinen por la filosofía, participarán de las disertaciones sobre los universales al más puro estilo de Guillermo, pero de Ockham. Quien guste de la historia y los estudios sociales, caminará por un siglo que apunta ya al surgimiento del Renacimiento, de los Estados nacionales, de la ciudad y el dinero, frente el antiguo orden feudal. Quien, por la historia de la Iglesia y la teología, será atraído por el período aviñonense en el que se desarrolla la trama, las disputas entre los "espirituales” franciscanos y los representantes del Papa sobre la pobreza de Cristo y por ende, la de la Iglesia. Para aquellos que tienden a lo visual del arte se verán fascinados por la descripción de la esculturas del templo abacial que bien recuerdan el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, o por las bellezas elaboradas en el scriptorium donde los especialistas iluminaban los códices que producía la antigua abadía benedictina. El amante de las letras líricas, se detendrá en la escena nocturna en la cocina de la abadía, donde se cantan las glorias del amor de la pareja humana a partir de los versos del Cantar de los Cantares. Cada lector irá abriéndose paso de acuerdo a su interés y sus pertrechos, cada quien habrá de descifrar los signos con los que Eco, como grande especialista en la materia, va sembrando el discurso. Vale.

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