PALÍNDROMO

Aquimichu

Por Víctor Sarmiento
jueves, 12 de enero de 2017 · 00:32
En cuestión de minutos esta tarde viaje a dos mundos distintos, pues mientras esperaba que me atendiera un representante de marca con domicilio en Seattle, aproveché el tiempo para ojear el ejemplar de la tarde de El País, edición para las Américas, y en primera plana atrajo mi atención un artículo sobre el problema de lo que llamaban la pesadilla de vivir en la Ciudad de México, la urbe más congestionada del mundo.
De acuerdo con el mismo artículo, la gente de esa ciudad pasa 34 días del año, con sus días y noches, para desplazarse a y desde su trabajo a la casa. Tengo poco de creyente y menos de investigador privado, así que di por buena la información que, además señalaba que en los últimos diez años se ha duplicado la población vehicular en lo que antes fue nuestra capital federal, así que al paso que van terminarán durmiendo en sus automóviles, y por cierto que de paso les confieso que ignoro cuál es la capital de nuestro país, si está en Los Pinos, en Palacio Nacional o en Tepito; pero siguiendo con el mismo ejemplar y por separado, aparecía otro artículo comentando que la misma Ciudad de México (y supongo que para orgullo de los chil..., disculpen pero tampoco sé cuál es el gentilicio de los habitantes de la otrora bella Tenochtitlan), es la que más usa el Uber en el mundo. Aparentemente nuestros paisanos ex capitalinos, han encontrado cómo lidiar con el stress de manejar su auto.
Y en esas estaba con el ojo cuadrado, cuando me di cuenta de que aún tenía en el teléfono esperando con paciencia franciscana a mi interlocutor de Seattle. Después de la disculpa, en cuestión de minutos arreglamos nuestro asunto y mientras afinábamos los detalles pendientes, la conversación derivó al clima y de ahí casi en automático a todo lo que está sucediendo en esa lluviosa ciudad. De repente la formalidad del trato de negocios que en ese momento manejaba mi amigo (casi de cualquiera procuro hacerme amigo) fue transformada en luminoso entusiasmo; para empezar, el hombre empezó a transmitir orgullo por lo que están haciendo en "su” ciudad, Amazon, una de las empresas más grandes del mundo, que tiene su cuartel principal en esa ciudad, y en este momento llevan a cabo inversiones billonarias en dólares que generaran miles de empleos con salarios promedio arriba de los cien mil dólares anuales; y además de esta mega empresa la misma ciudad es centro de operaciones de otras corporaciones por el estilo y con 670 mil habitantes el Producto Interno Bruto (PIB) de la ciudad es de 300 billones de dólares anuales.
Si la desesperación los invade igual que a mí al ver lo que una ciudad comparable en ubicación, tamaño, con un alcalde y 9 concejales, ha sido capaz de construir en contraste con lo que nosotros hemos ido destruyendo en un lapso de tiempo comparable, Seattle es sólo un poco más vieja que Ensenada.
Ojalá que al igual que mí los invada un poco de vergüenza por lo que hemos permitido que nos pase, pero les voy a iluminar un poco el día. Greg Nickels, alcalde de esa ciudad, se comprometió con lograr un auge económico apostándole a la biotecnología; los resultados que han obtenido sumados a lo que antes de 2006 ya habían logrado, explican el entusiasmo con el que mi nuevo amigo celebraba en sentido homenaje a su ciudad lo que están viviendo.
Algo hemos hecho mal, muy mal, no es aceptable que vivamos como la burrita del aquimichu, unos pasos pa delante y otros tantos para atrás. ¿Que el sistema está mal? ¡Está mal!, sólo ha provocado que los buenos se hagan malos y los malos peores. No es cambiando a los monitos como le daremos vida al nacimiento mientras no cambiemos las reglas, por más que removamos a las personas no le daremos buena vida al porvenir.
¿Ya ven como sí podrían servir para algo los recién llegados al Ayuntamiento?
Necesitamos un modelo nuevo, el que tenemos no funciona. ¿Será mucho pedir que aprendamos de lo que otros a lo ancho y largo del mundo están haciendo? o ¿tendremos como máxima ilusión solamente seguir cobrando?

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