Indicador político

La era Trump

Por Carlos Ramírez
martes, 24 de enero de 2017 · 00:00
7.- Termina la democracia de América

Luego de cumplir con las reglas de la democracia y ascender al poder a un empresario anti sistema y anti Estado, la oposición liberal decidió anular el funcionamiento de la democracia y anunció que la lucha de proyectos se resolvería en las calles con protestas pacíficas y con violencia.
Las primeras horas del ingreso de Donald Trump a la dirección del país más poderoso del mundo revelaron el agotamiento del sistema que describió en 1830 el conde de Tocqueville como una democracia de ética, respeto institucional y equilibrios de poderes. La marcha de más de un millón de mujeres y antitrumpistas no impresionó por su número sino por sus mensajes: las elecciones ya no resuelven la jerarquización del poder.
En la marcha de mujeres los demócratas --obvio-- trataron de asumir la dirección política de la protesta, pero son minoría en el congreso. Tuvo más efecto el documentalista Michael Moore al plantear el bloqueo de calles en Nueva York y esta ciudad capital si el gobierno de Trump comenzaba a deportar a "nuestros hermanos mexicanos”. Sin embargo, estos mismos grupos liberales guardaron silencio en los ocho años de Barack Obama a pesar de que deportó a casi 3 millones de hispanos.
La lucha política contra Trump estará en las calles y no en el congreso. El campo de batalla no es menor: Trump representa la finalización del largo ciclo liberal de reformas sociales que comenzó en 1960 y que encontró su legitimación en la Corte Suprema. Ahora que Trump tiene el espacio para designar a un ministro --Mr. Justice-- que sustituya al fallecido Antonin Scalia, la mayoría conservadora en la Corte podría avalar el retroceso de reformas sociales en temas de gasto social, protección de género y derechos de minorías sexuales. El primer aviso ya llegó: fin de fondos públicos para aborto.
A lo largo de más de cincuenta años, los grupos liberales avanzaron en materia legal sin que los sectores conservadores pudieran contener la profundidad de algunas de las reformas. Los presidentes conservadores Nixon, Reagan y los dos Bush carecieron de una verdadera ideología conservadora social. Trump, en cambio, es un empresario sin compromisos sociales, anti Estado y más localizado en los territorios antiguos de la derecha tradicional que forjó la nación a veces en contra de las instituciones y del Estado.
Los liberales que salieron a las calles estos días para protestar contra Trump son minoría --a pesar de sumar millones-- porque en las elecciones de noviembre pasado Trump ganó la presidencia en la votación legal de delegados. Los tres millones de votos que tuvo Hillary Clinton por encima de Trump no se vieron en los colegios electorales.
Las paradojas ilustran las contradicciones de la democracia estadunidense. El sábado millones de mujeres marcharon contra Trump, pero millones de votos le faltaron a Hillary Clinton --mujer, liberal y continuadora de la agenda de Obama-- para derrotar a Trump. Y ahora esas corrientes liberales van a tratar de resolver proyectos de gobierno y reformas conservadoras en las calles, como ocurre con la oposición en México y Venezuela que quiere imponer en las calles lo que no avala en las elecciones.
Por primera vez, el proceso electoral y el equilibrio en las instituciones comienza a ser rebasado en las calles por la movilización liberal en contra de Trump. El ideal democrático de los EE.UU. entró en la zona de venezolización.

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