DÍA DEL SEÑOR

Domingo XXXIII Tiempo Ordinario Ciclo “A”

Por Padre Carlos Poma Henestrosa
domingo, 19 de noviembre de 2017 · 00:00

“Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor” (Mt 25, 14-15.19-21)

El evangelio de hoy nos habla de la parábola de los talentos que es clara y fácil de entender; lo importante es que cada uno de nosotros sepamos aplicarla a nuestra propia vida. Todos hemos nacido con unas cualidades y unas capacidades determinadas, luego la vida nos ha dado adicionalmente a cada uno, posibilidades distintas para realizar nuestras cualidades y nuestras capacidades.

El Señor nos va a juzgar a cada uno según nuestras obras, pero teniendo siempre en cuenta nuestra capacidad real, las posibilidades reales que hemos tenido para hacer unas cosas u otras. Lo que no quiere el Señor es que seamos negligentes y holgazanes, como el siervo que recibió un solo talento, y que renunciemos, por cobardía o por miedo, a poner nuestras cualidades y capacidades al servicio del evangelio.

Los talentos que tenemos son regalo de Dios, y Dios quiere que cada uno de nosotros pongamos a trabajar con dedicación y esfuerzo los talentos que Dios nos ha dado a cada uno. Nunca renunciemos a dar todo lo que realmente podemos dar. Somos empleados de Dios, trabajemos para Dios, es decir, intentemos con todas nuestras fuerzas que el reino de Dios pueda realizarse en el mundo en el que Dios nos ha puesto a cada uno, cada uno según nuestra capacidad.

No somos dueños absolutos de nada, sólo somos administradores, que un día tendremos que rendir cuenta de nuestra gestión. El día de la muerte, en efecto, compareceremos ante el tribunal supremo cuyo juez es el mismo Dios. Un juez al que no se le podrá engañar. Su balanza es fiel, no admite composturas ni medidas falsas. Esta realidad, esta verdad de fe nos ha de empujar a trabajar con intensidad y constancia, a no desaprovechar ningún instante de nuestra vida.

No puede ser una vida vacía la nuestra. Ha de estar llena de buenas obras, de servicio a los demás, de trabajo bien hecho. Ni un minuto puede quedársenos vacío, ni una línea en blanco. Dios nos da mucho, más de lo que uno piensa. Pero también nos exige. Tiene derecho a ello, y nosotros tenemos la obligación de corresponder.

Dios ha puesto en nosotros una inteligencia, capacidades y aptitudes para que podamos sacar lo mejor de nosotros mismos, lo que cada uno lleva dentro, y ponerlo al servicio de los demás. Esa es la manera en que esos talentos se multiplican y dan fruto. Pero si los escondemos por miedo o pasividad, nunca se multiplicarán.

Hay un tipo de pecado, llamado “pecado de omisión” que se refiere, no a lo que se ha hecho, sino a lo que se ha dejado de hacer. Y todo aquél que no responde a las gracias recibidas de Dios, peca por omisión.

Dios distribuye sus gracias a quién quiere, cómo quiere, cuándo quiere y cuánto quiere. Lo importante no es recibir mucho o poco, más o menos, que otro. Lo importante es saber que Dios da a cada uno lo que necesita para su salvación, y lo da en la forma y en el momento adecuado.

Que la gracia de Jesús nos conceda dar abundantes frutos, y que nos proteja, acompañe y bendiga siempre.

cpomah@yahoo.com
 

...

Comentarios