Columnas

La Carroca

Por Soraya Valencia Mayoral*
domingo, 19 de febrero de 2017 · 00:00
Tres
Soraya Valencia Mayoral*

Uno. Soy bastante bárbara en eso de las artes musicales, pero me gusta ver en youtube algunos videos en donde aparecen los grandes maestros de la música, directores, pianistas, cellistas, ya en edad avanzada, haciendo lo que más amaron en su vida. Y digo ver, porque además de escuchar con todos los sentidos, contemplo y no otra cosa, la actitud de los artistas. Tengo entre mis favoritos uno de Vladimir Horowitz interpretando al piano una sonata de Domenico Scarlatti, ya al final de sus días. La sobria figura del maestro, anciano y cansado, contrasta  con sus manos, luminosas y llenas de vida, como si nunca hubieran sido tocadas por las dolencias que dejan los años, como si la música las hubiera protegido del maleficio de la decadencia, de la amenaza de la disolución final. Otro de mis favoritos es uno de Leonard Bernstein dirigiendo el Ave Verum Corpus de Mozart. Me dirán los de espíritu refinado que es de lo más popular, tanto que forma parte del repertorio obligado de las bodas, como el Ave María de Schubert. Bien. El punto es el mismo que el del video de Horowitz: la actitud del artista, -cargado de años- ante el arte: de profunda veneración ante lo sagrado, ni más ni menos. Como saben, el Ave Verum Corpus es un himno eucarístico. Y Leonard Bernstein nació en el seno de una familia judía. Lo bello es sagrado, que no es lo mismo que religioso.

Dos. Poco antes de teclear esta columna platicaba con una amiga a quien se anda llevando la tristeza. La depresión, el spleen de los tiempos del microchip, avanza como plaga por las calles del mundo moderno. Tanta tristeza en medio de tanta belleza. Los expertos de bata blanca nos hablan de las causas, nos recetan drogas y nos convierten en zombies ¿Qué será, qué será? Recuerdo una película con Joaquin Phoenix y Sean Penn, Todo por amor, en la que la gente se desplomaba sin vida en las calles, muerta de tristeza, en un mundo que se congelaba de desamor. Volvemos al origen de los males: la ausencia del amor. El origen de los bienes: el amor.

Tres. El sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal, el poeta, el discípulo de Thomas Merton en la Trapa de Nuestra Señora de Getsemaní en Kentucky, el profeta, a sus 92 años, sigue recibiendo los ecos de Solentiname, pero no del Evangelio, sino del litigio que enfrenta, con tintes de revanchismo político. "Estamos en una dictadura y soy un perseguido político de la pareja presidencial, y no te puedo hablar más”, declaró el poeta, quien, según la nota de La Jornada del jueves, está considerando la posibilidad de solicitar asilo político en Alemania o en...México ¿Algo queda de aquella honorable hospitalidad de nuestro país? (Aclaración: la pareja presidencial es de Nicaragua, no piensen mal). Mi deuda con Cardenal es grande. Leyendo su obra descubrí a Merton, el gran místico norteamericano del siglo XX, compañero de camino. Vale.

*La autora es mujer de letras sacras y profanas

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