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Corrupción = M + D - A

Por Jorge A. Meléndez
martes, 25 de abril de 2017 · 00:00
Pregunta el burócrata: "¿de cuánto es tu multa? Respuesta: "$600 pesos”. Tras teclear en la computadora, voltea y dice: "Dame $200. La multa ya quedó registrada en $200”.
Un diálogo real reciente de un concesionario de taxis en Nuevo León. "Negocito perfecto”: el estado recibe $200, el burócrata se queda con $200 y los $200 restantes nos los robaron a usted y a mí.
Un triste ejemplo de lo fácil que se da la corrupción. Todo disparado por la discrecionalidad. Por la facultad legal de cambiar la multa.
Claro, también se requieren dos corruptos. Pero sin discrecionalidad no es lo mismo. Por esto, no es casualidad que dependencias de todos los niveles y poderes estén llenas de ella: inspectores, tránsitos, burócratas, jueces, etc. Un diseño sistémico para morder.
Por eso México ocupa un triste lugar 123 entre los países corruptos según Transparencia Internacional. Por eso la onceava economía del planeta (2016, paridad poder de compra, statisticaltimes) ocupa un pobre lugar 93 (entre 190 naciones) en la categoría "Apertura de negocios” del índice "Doing Business” del Banco Mundial. Ah, y está en el lugar 114 en "Pago de impuestos”.
Aparte de discrecionalidad, ¿qué otros elementos explican la corrupción? Revisemos la fórmula de Robert Klitgaard:
Corrupción = Monopolio + Discrecionalidad - "Accountability” (rendición de cuentas).
Una ecuación aplicable en cualquier ámbito, porque este experto la define ampliamente: "corrupción es el abuso del poder de una oficina para beneficio personal”. Oficina pública o privada.
Bien lo explica en un artículo del FMI: "la corrupción tiende a presentarse cuando una organización o persona tiene un poder monopólico sobre un producto o servicio, tiene discrecionalidad para decidir cuánto y quién lo recibe y no tiene que rendir cuentas”.
¡Ufff, malas noticias para México! Estamos llenos de monopolios, discrecionalidad y la transparencia es sólo un eslogan. Ah, y contrario a lo que opina Peña, la corrupción no es un problema cultural sino matemático. Sí, matemático.
"La corrupción no es un crimen pasional, sino de cálculo. Claro que hay santos que resistirán todas las tentaciones. Pero cuando las mordidas son grandes, la probabilidad de que te atrapen es pequeña y los castigos minúsculos, muchos caerán”, explica.
Exacto. Y por ello su combate implica desarrollar mejores sistemas. Por ejemplo:
  • Reducir o regular monopolios.
  • Clarificar la discrecionalidad.
  • Mejorar la transparencia y rendición de cuentas.
  • Aumentar la probabilidad de "cachar” al corrupto.
  • Incrementar las penas.
Y luego afirma algo totalmente contrario a lo que nuestros políticos siempre hacen: "Su combate no implica crear más leyes, más controles, cambiar la mentalidad o entablar una revolución ética”. Porque sin sistemas, todo esto no sirve para nada. Queda en rollo.
¡Exacto! Bueno en México estamos aún peor: leyes y burocracia. que luego ni siquiera se completan por ineptitud o conveniencia de nuestros grillos. ¿Qué hacer? Klitgaard sugiere 4 pasos:
  1. Castigar a algunos grandes corruptos. Poner el ejemplo. No es física cuántica: así lo han hecho recientemente en Perú, Brasil, Corea del Sur y Guatemala. No basta capturarlos, hay que castigarlos (¿queda claro políticos?).
  2. Involucrar a la población para diagnosticar sistemas corruptos. Empresas, ONGs y ciudadanos. Ellos saben.
  3. Enfocarse en prevención reparando sistemas corruptos.
  4. Reformar los incentivos.
Para esto los líderes tienen que poder cambiar al sistema sin "suicidarse políticamente” y deben reconocer que no pueden hacer todo al mismo tiempo. En México esto suena imposible. Por desgracia, parece que Klitgaard redactó esta frase pensando en nuestro País:
"Para combatir la corrupción sistémica se requiere administrar un shock para romper un equilibrio corrupto”.
Un equilibrio corrupto.
Lapidaria descripción de lo que por décadas viene sucediendo en México. Lo más triste es que si no se toman acciones concretas pueden pasar dos cosas: que llegue un rayito populista o que la sociedad de un manazo. Ninguna de ellas constructiva. No queda de otra más que seguir presionando para lograr un shock positivo, ¿no cree?

En pocas palabras.
"En muchas empresas el silencio no es oro, el silencio es un sobre”,
Jaumee Perich, humorista español.

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