COLUMNA CETYS

Una apuesta por la salud desde la educación

Por Dra. Jazmín Cato Cortés
miércoles, 17 de mayo de 2017 · 00:00
"Tengo un mañana que es mío y un mañana que es de todos: el mío acaba mañana pero sobrevive el otro”. Mario Benedetti

El concepto de salud ha evolucionado junto con la humanidad y continúa siendo objeto de consideraciones filosóficas, bioéticas, políticas y jurídicas, además de las biológicas. La protección de la salud se encuentra consagrada como un derecho en nuestra Carta Magna y como tal supone una obligación del gobierno al proveer servicios de salud en términos de equidad de género, inclusión y justicia social.
Una realidad innegable es que este derecho se ejerce casi siempre ante la aparición de la enfermedad. En nuestro medio la mayoría de las personas tienen un rol pasivo-reactivo y su vínculo con el sistema de salud es para demandar atención médica y no para crear salud.
Aunque como sociedad tendríamos que aspirar a una epidemia de salud, la atención de las enfermedades representa para muchos sectores empresariales un gran negocio y la atención de la salud no es precisamente algo por lo que las personas estén dispuestas a consultar, o- en su caso- a pagar. Me pregunto: ¿cómo enseñar la salud en los hospitales si las personas "aparentemente” sanas no van o si el patrón autoriza su ausencia laboral para consultar pero jamás para aprender?; ¿por qué los programas preventivos sobre envejecimiento exitoso están dirigidos a la tercera edad y no a la juventud?, ¿por qué no incluir la geroprofilaxis en todas las carreras universitarias o en la primaria?
Al dirigir la mirada a nuestro país, podemos delinear  los vacíos institucionales y académicos que determinan un panorama nada agradable sobre las epidemias de obesidad, diabetes e hipertensión: enfermedades potencialmente prevenibles mediante la educación para la salud.
En el devenir histórico el mundo comienza a estremecerse ante el aumento de muertes prematuras que hacen más probable que mueran los hijos antes que sus padres debido a las complicaciones cardiometabólicas de estas enfermedades crónicas. Otros problemas  alarmantes de salud en la sociedad moderna son las adicciones, las ciberadicciones, la depresión/suicidio y los falsos valores que determinan fenómenos psicosociales que conducen a anorexia-bulimia o a cirugías estéticas como anhelado regalo de quince años.
De manera paradójica, las instituciones educativas en lugar de constituirse como lugares para fomentar el autocuidado de la salud individual y colectiva, son las principales promotoras de malos hábitos nutricionales, sedentarismo, abuso de sustancias nocivas y de niveles de estrés excesivos no sólo en los alumnos sino en el propio personal docente y administrativo que labora en ellos.
¿A quién le corresponde incorporar el cuidado de la salud física y emocional desde el ámbito educativo y no desde la atención médica a causa de su pérdida? ¿Qué hace falta para cambiar el anacrónico paradigma del Autocuidado de la Salud en la mayor parte de los centros educativos y laborales representada por un cubículo insignificante de primeros auxilios?
La educación para la salud adquiere una relevancia particular en el microcosmos de la educación superior. Debiera ser considerada  una valiosa inversión que genera capital social. De poco sirve un egresado exitoso si el estado de salud con el que inicia su vida laboral es vulnerable, o no se identifican oportunamente factores de riesgo y determinantes de salud  que limitarán su productividad, realización profesional y felicidad debido al desarrollo silencioso de enfermedades crónicas y/o muerte prematura por causas que pudieron ser prevenidas mediante una intervención educativa continua y eficaz. Es como envejecer jugando a la ruleta rusa con el Infarto o el derrame cerebral.
Más allá de derechos y obligaciones, me parece que lo que puede transformar las conductas de individuos, instituciones educativas y sociedades es incluir a la salud como un valor a tutelar.
La educación se ejerce -conscientemente o no- en todos los escenarios: el hogar, el aula o el consultorio. La propuesta es empezar por un ejercicio de congruencia al incorporar y modelar de manera personal la cultura de la salud.
En el quehacer docente habría que facilitar o -mejor aún- inspirar el logro del bienestar físico, emocional y espiritual, asegurando el ejercicio de esta competencia pedagógica  en todos los niveles. Revisitar la Misión y Visión de los planteles educativos para que la salud  aparezca no sólo en el papel sino en cada uno de sus espacios y actos.
Es una suerte de emergencia social el convertir este enorme desafío en un proceso dinámico colaborativo, en el que el paradigma tradicional sea sustituido por un modelo salutogénico que permita diseñar de manera cotidiana la salud de cada uno de nosotros e impactar de manera activa la calidad de vida futura de nuestros descendientes, de la humanidad y del planeta.

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