DE NIÑOS Y OTROS ENREDOS

Más que un maratón

Por Dr. Enrique Sicardi Aragón*
jueves, 25 de mayo de 2017 · 00:00
El domingo pasado mi esposa (62) y un servidor (64) tuvimos un día más que maratónico.
Despertamos como cualquier otro día a las 6:00h: por un lado, el piar de los hambrientos pájaros y, por el otro, el magnánimo, incansable y constante astro rey, no permiten que se nos peguen las sábanas; eso sí, para despertarnos nada mejor que un delicioso café recién molido.
Ocúrreseme informarle a las nietas de 8 y 5 años (las cuales durmieron con nosotros) que vamos a salir de paseo y allí empieza realmente el maratón, todo lo previo es rutina. Iniciamos con los preparativos del desayuno: ella en los guisos, yo, de pinche lavatrastes. Corre a Cuatro Milpas por la amiguita de 8 años, la abuela armando hielera, viandas y juguetes, todo esto con el: ¿a qué hora?, ¿ya nos vamos?
10:00h, cinco a bordo rumbo a Parque Zoológico del Niño en Francisco Zarco, todo el trayecto: risas, gritos, pleitos, en fin, todo es interacción. Después de hacer tres pagos: estacionamiento, entradas y pulseras (todo incluido) logramos llegar a las albercas.
Clavados, carreras, tobogán, bucitos, etc. Harto ejercicio es igual a harta hambre. Recarga combustible: lasaña, hot dogs, mango, melón, agua de jamaica, de limón, guayaba, etc. Todo preparado en casa.
Otra alberca y repite los juegos. De nueva cuenta a llenar el tanque de aportes calóricos; el abuelo, mientras tanto, tirado, sí, tirado en el suelo, como que si fuera panel solar para ver si el generoso sol me recarga las pilas. La abuela incansable corre para aprontar lonches, la hielera lejos, no se permiten en área de albercas. Las niñas, hinchadas, no sé si de tanta agua o de tantos lonches. Al fin dicen "estamos aburridas, ya no queremos alberca” e ilusamente pienso: ya nos vamos a casa, pero esos incansables enanos tienen más estrategias que cualquier vendedor "nos faltan las lanchas de pedales”: carreras en el lago. Se acaba el tiempo de gracia, el cual se me hace eterno, termino como con mal de parkinson en las piernas y ellas: enteras, incólumes.
Ya por no dejar, pregunto: ¿falta algo?; visita a jaulas, columpios, resbaladeras, sube y baja, toro mecánico y al fin digo, después de muchas vueltas y brincos, creo que ya fue suficiente y la más pequeña dice "faltan los brincolines” yo, ya casi al borde del desmoronamiento, la abuela ¿de dónde? no sé (creo que es bruja, se chupó mi energía), pero saca fuerza y continúa el ritmo de esos bichos que no tienen botón de apagado.
Al fin deciden "vámonos a casa”. Todo el camino dormitando y al llegar, dice de nueva cuenta la menor "se me antoja salir a patinar”……jajaja, por supuesto que como ya no había sol, ya no insistieron, se conformaron con una comida en forma y cada quien a su casa.
Logramos hacer un día pleno, sin regaños, comiendo muy sanamente y abundante y, lo mejor, sin aparatos electrónicos, el smartphone solo sirvió para tomar fotos.
El entretener a los niños en forma sana es difícil y agotador, es muy fácil y descansado comprando chatarra, enajenándolos en la TV, tabletas, video juegos, etc.
Hoy, casi 72 horas después, aún hay cansancio (tenemos más de 60 años), el cual cada vez va siendo menos. La satisfacción de todo lo vivido durará no sé cuánto. Lo grato y lo ingrato marca la mente de los niños, ellos vivirán con eso.
Vimos a muchos padres jóvenes tirados, su interacción era para reprimendas, amenazas, limitaciones, pegados a sus smartphones, contestando a sus múltiples contactos en redes sociales. Espero que algún día muchos de esos padres reconsideren que el tiempo no vuelve, la oportunidad, se pierde.
¡Ah y ¿caro?, caro no fue, ya que lo barato sólo se compra con el dinero!

* Médico Pediatra. Represente APROLAM en Baja California
sicardi53@gmail.com


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