Mirador

martes, 26 de agosto de 2014 · 22:42
San Virila predicó las bienaventuranzas del Señor.
Los hombres, indiferentes, no oyeron sus palabras. 
Las piedras, sin embargo, se conmovieron tanto que empezaron a llorar.
Alguien le dijo a Virila:
-Obra un milagro, padrecito. Haz de piedra a los hombres, y convierte en hombres a las piedras.
Respondió el humilde santo:
-No haré eso. Estas piedras no han hecho ningún mal que merezca el castigo de ser hombres como éstos, y estos hombres no han hecho ningún bien que los haga merecedores de ser como estas piedras.

¡Hasta mañana!... 

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