Mirador

viernes, 29 de agosto de 2014 · 21:17
¿Recuerdas, Terry, cuando recordabas?
En la vereda del monte detenías de pronto tu airoso paso de joven perro cocker, olfateabas el aire de la montaña y luego dejabas escapar un breve aullido como de pequeño lobo.
¿Acaso venía a ti en el viento la memoria de tus antepasados? ¿Te brotaba el atávico instinto del animal salvaje que luego el hombre domeñó? Quién sabe, pero en esos momentos yo sentía que tú no eras tú. No eras el Terry. Eras un lobo al que por unos días se le había olvidado que era lobo.
Yo me inquietaba, y volvía a tranquilizarme sólo cuando volvías en ti de aquel recuerdo oscuro y me mirabas otra vez con tus ojos de luz. 
Quizás a veces yo era el que te asustaba a ti, amado perro mío. Quizás adivinabas la fiera que iba en mí -que va en mí-, y te sobresaltabas. No me mires así, Terry. En mis sueños sigues haciendo que en este sueño llamado vida no haya lobos, y en tus ojos de luz sigo viendo el eterno milagro del amor.

¡Hasta mañana!...

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