Mirador

miércoles, 17 de septiembre de 2014 · 22:34
Cuando el hijo mayor de don Abundio cumplió 5 años de edad declaró su intención de ser él quien les diera el maíz a las gallinas y llevara a la vaca a comer hierba. Su padre le preguntó por qué.
-Porque quiero trabajar -dijo el chiquillo.
Don Abundio lo tomó de la mano y lo llevó a donde estaba el árbol seco.
-Si quieres trabajar riega todos los días este árbol.
Desde entonces lo primero que hacía el niño en la mañana era llenar un botecito de agua y echarla al pie del tronco muerto.
-¿Por qué le pediste eso? -se molestó la esposa de don Abundio-. Ese palo está seco; nunca va a retoñar.
-El que quiero que retoñe es él -contestó el padre.
-Y creo que retoñé -me cuenta Abundio hijo-. A los pocos días me dijo mi papá: "Ya demostraste que sabes obedecer. Ahora puedes mandarte tú solo. Escoge el trabajo que quieras hacer”.
No sé si los educadores aprobarán el método de don Abundio. Yo lo apruebo. Hizo de su hijo un hombre libre. Entiendo que en eso consiste la obra de educar.

¡Hasta mañana!...

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