De política y cosas peores

viernes, 11 de abril de 2014 · 22:49
El niñito le preguntó a su papá: "¿Por qué cuando mi mami y tú están acostados oigo que la cama hace: ‘Chirrín chirrín, chirrín chirrín’?’’. La señora se turbó, y su marido tosió lleno de confusión. Para ganar tiempo y pensar alguna respuesta aceptable el señor le preguntó al pequeño: "¿Para qué quieres saber por qué la cama hace ‘Chirrín chirrín’?’’. Contestó el niño: "Porque cuando tú no estás y viene el vecino, la cama, en vez de hacer ‘Chirrín chirrín’, hace ‘¡Cuaz! ¡whom! ¡zas! ¡bof! ¡paf! y ¡bonk!’’’...  Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, visitó a su amiga Gorgolota, nueva rica. Llevó consigo a su perrita, y dijo al tiempo que la acariciaba: "Mi pequinesa tiene pedigrí”. "Pobrecita -se compadeció doña Gorgolota-. Ha de ser cosa del estómago’’... La esposa de Babalucas le informó: "En la puerta está ese hombre al que no quieres ver. Ya le dije que no estás en la casa, pero no quiere creerme’’. "Vaya -suspiró Babalucas-. Pásalo, a ver si yo lo puedo convencer”... Don Geroncio, señor de 90 años, estaba en su cama. Sus hijos entraron a la alcoba. Con ellos iba un sacerdote. Le dijo uno: "Aquí está el padre, papá’’. Preguntó con extrañeza el buen señor: "¿Cuál padre?’’. "El que usted pidió -se desconcertó el hijo-. Nos dijo: ‘Tráiganme algún buen padre’”. "¡Sordos, y además indejos! -se enojó don Geroncio-. ¡Yo les pedí que me trajeran a la cama algo bien padre!’’... Hay mil maneras de burlar la ley. Los mexicanos las conocemos todas, y al catálogo hemos añadido muchas más de nuestra propia creación. Hay quienes dicen que los avances conseguidos con las recientes reformas hechas en el ramo de las telecomunicaciones se perderán en el confuso laberinto de las leyes secundarias. No soy especialista en la materia -en ninguna materia soy especialista, y en ningún espíritu-, pero pienso que en este rubro se han hecho avances de consideración. Hay un aspecto que en medio de las luchas de poder y de las cuestiones económicas no ha sido tomado en cuenta: de los cambios hechos no ha derivado lesión alguna, o mengua, a la libertad de expresión de los ciudadanos y de los medios de comunicación. Se dirá que eso se da por asentado, pero a la vista de lo que ha sucedido en otras partes -Cuba y Venezuela, sobre todo-, el hecho de que no se atente contra esa libertad y esos derechos es cosa relevante. Dineros van y vienen, y poderes, pero libertades no. Cuando se pierden es muy difícil recuperarlas otra vez. (Muchos maridos pueden dar testimonio de lo que estoy diciendo). Nos hemos acostumbrado tanto a esa libertad, la de expresarnos, que la damos como cosa segura y permanente. Mal hacemos en considerarla así. La libertad de expresión siempre está en riesgo. Que estas reformas no la hayan tocado -o no se hayan acordado de tocarla- es motivo de tranquilidad. Martiriana llegó a su casa y sorprendió a Cinicio, su bribón marido, en torpe deliquio de amor adulterino con una maturranga. "¿Quién es esa vieja?’’ -prorrumpió llena de indignación-. "¿Cuál vieja?’’ -preguntó imperturbable el tal Cinicio. "¡Cómo cuál! -rebufó doña Martiriana-. ¡La que está en la cama contigo!’’. El descarado hizo como que miraba a todos lados. "No veo a nadie -dijo con cachaza-. Aquí no hay ninguna vieja aparte de ti’’. "¡Eres un cínico! -tronó ella-. ¡Con mis propios ojos estoy viendo a la mujer!’’. "Eso es lo que no me gusta de ti, Martiriana -se quejó Cinicio con tono de ofendido-. Siempre les crees más a tus ojos que a mí’’... En el bar don Frustracio le confió a un amigo: "Estoy pensando en divorciarme de mi esposa”. "¿Por qué?” -pregunta el otro. "-Me hace objeto de chantajes sexuales -responde don Frustracio-. Cada vez que le hago el amor me cobra mil pesos. Eso es para mí una humillación”. "Y grande -confirmó el amigo-. Sobre todo tomando en cuenta que a los demás nos cobra 500 pesos”... Afrodisio, galán concupiscente diestro en toda suerte de carnalidades, le hizo una invitación a Dulcilí, muchacha ingenua sin ciencia de la vida. Le propuso: "Vamos a jugar al muerto y al vivo”. Preguntó, inquieta, Dulcilí: "¿Cómo se juega eso?”. Respondió Afrodisio: "Tú te acuestas en la cama y te haces la muerta. Entonces yo me subo encima de ti y le hago al vivo”. FIN.


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