De política y cosas peores

martes, 8 de abril de 2014 · 22:44
El pintor le pidió a su esposa que posara desnuda para él. Ella se resistía, pues no le gustaba mostrarse sin ropa ante su cónyuge. Incluso cuando él quería llevar a cabo el acto connubial debía aceptar que fuera con la luz apagada. Pero tanto porfió el artista que su mujer cedió por fin. La pintó el artista en actitud voluptuosa de Cleopatra, tendida con languidez sobre una piel de tigre y fumando un cigarrillo turco en elongada boquilla de carey. Cuando el pintor terminó la obra y la mostró a su esposa ésta puso el grito en el cielo. "¡Cómo me pintaste así! -clamó irritada-. ¡Todos tus amigos, compadres, vecinos, ex compañeros de escuela, colegas pintores, periodistas, críticos, galeristas y corredores de arte me van a reconocer!”. "¿Cómo te podrán reconocer -objetó él-, si te cambié el rostro por completo y te puse el de la reina egipcia?”. "Sí -acepta la mujer-. ¡Pero me dejaste el lunar que tengo en la pompis izquierda!”... El buen Papa Francisco está empezando a preocuparme. Su sencillez y su humildad me han seducido, como a todos los hombres de buena voluntad (yo soy sólo de voluntad regular), pero siento inquietud al ver que a sus amables rasgos y humildes actitudes no añade pronunciamientos firmes ni acciones concretas tendientes a remediar las injusticias en que la Iglesia Católica incurre todavía en renglones tales como los derechos de la mujer en la asamblea de los fieles, y el trato a los homosexuales y a los divorciados. Hace unos días el Papa se hizo retratar en el momento de confesarse con motivo del inicio de la Cuaresma. Digo "se hizo retratar” porque no es posible que la fotografía que circuló por el mundo haya sido captada con tanta oportunidad y por mera coincidencia. Para hacer su confesión el pontífice no entró en el compartimento reservado que los penitentes usan, sino se arrodilló ante el confesor, evidentemente para que la cámara pudiera captarlo mejor. Siempre me han preocupado los gestos mediáticos de los hombres de religión, gestos que en mi ciudad, Saltillo, veo con frecuencia. Hay clérigos protagónicos a quienes con justicia se puede aplicar la reprensión de San Mateo: "Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres”. Estoy de acuerdo en que aún es pronto para esperar del Papa grandes reformas o cambios radicales en la Iglesia, pero es tiempo ya de comenzarlos. Veo con simpatía y afecto la figura de Francisco. Pienso que es un hombre bueno, sabio, lleno de generosas intenciones y humilde a pesar de ser jesuita y argentino. Sin embargo pervive todavía la enseñanza que aquel evangelista recogió: "Por sus frutos los conoceréis”... El esposo le dijo a su mujer: "¿Recuerdas, viejita, que en 1979 empecé a ahorrar para poder comprarnos un coche del año? Pues bien: ya podemos cumplir ese sueño”. "¡Fantástico! -exultó la señora-. ¿Quieres decir que ya juntaste para poder comprarnos un coche del año?”. "Sí -suspiró el señor-. Del año 1979”... A la hora de la comida le dijo Pepito a su mamá: "Está bien; hagamos una negociación: me sentaré derecho y dejaré de poner los codos en la mesa, pero no me comeré las espinacas”... Hamponito, el hijo de don Hamponio, el narco de la esquina, estaba fumando en una banca del parque. Lo vio el Padre Arsilio y le preguntó, severo: "¿Cuántos años tienes, niño?”. Respondió el muchachillo: "Doce”. "12 años -se irritó el sacerdote- ¿y ya fumas?”. "Y eso no es nada -replicó, desafiante, Hamponito-. A los 10 perdí mi inocencia”. "¡Santa Respicia, patrona de la pureza y de la castidad! -exclamó el señor cura, consternado-. ¿Cómo sucedió eso?”. Contesta Hamponito: "No recuerdo. Estaba bien borracho”. "¿Por qué tan alto su recibo, doctor?”.  "Es que tenía usted tisis galopante”. "¿Y me está cobrando por kilómetro?”... Un elegante caballero entró en aquel local y le dijo al encargado: "Quiero una docena de rosas rojas para mi esposa. Es su cumpleaños”. "Perdone, señor -contestó el hombre-. No está usted en una florería: ésta es una clínica especializada en vasectomías y circuncisiones”. "¡Habrase visto! -se indignó el caballero-. ¿Entonces por qué ponen flores en el escaparate?”. Responde el individuo: "¿Qué nos sugiere que pongamos?”... FIN.

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