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Hambre cuaresmeño

Por: Armando Fuentes Aguirre
lunes, 30 de marzo de 2015 · 00:00
Un cazador iba por la selva africana, entrando a mano izquierda. Vio un riachuelo de invitadoras aguas, y como el calor también era africano sintió el antojo de darse un chapuzón. Se quitó la ropa y se acercó a la orilla. En eso llegó un elefante que también se disponía a refrescarse ahí. El paquidermo vio de arriba abajo al hombre y luego le preguntó, desdeñoso: "¿Y puedes tomar agua con esa ridícula trompilla?”. El apasionado galán fue de día de campo con su novia y la familia de ésta. En un descuido de la copiosa parentela logró llevar a la chica a un paraje alejado. Tras de muchos ruegos la convenció de que hicieran el amor. "Haz como que te sientas en el suelo” -le dijo volviendo la vista a todas partes a fin de ver si no eran vistos. La chica obedeció. Vio el muchacho que no había nadie cerca y prosiguió. "Ahora haz como que te acuestas”. La muchacha se tendió sobre la grama. Poseída ya la chica por las mismas urentes ansias de su novio le preguntó con agitado jadeo: "¿Y ahora? ¿Qué hago ahora?”. "Ahora -le indicó el galancete- haz como que te está dando un ataque. Ahí viene tu papá”. Se supone que la cuaresma es tiempo sacrificial. Eso, sin embargo, es sólo un supongando, como se dice en el Potrero. Los hombres siempre nos la arreglamos para evitarnos sacrificios. Los romanos le ofrecían a Júpiter sacrificarle un buey. Ese animal era muy caro, pero los ladinos latinos le daban un soborno al sacerdote -Nihil novum sub sole, no hay nada nuevo bajo el sol-. Entonces el sacerdote le ponía al conejo el nombre "Buey”, y luego lo sacrificaba, con lo que el voto quedaba cumplido. Los mexicanos nunca comemos tan bien y tan abundantemente como en la cuaresma, exceptuando quizá la temporada navideña. Hablo de ricos y pobres por igual. Nuestra cocina cuaresmal es variada y sabrosísima; las recetas de ricos platillos para esta época que se supone es penitencial, de privaciones, podrían llenar toda una biblioteca. El pasado Miércoles de Ceniza, por ejemplo, debía yo ayunar, a fuer de católico a la antigua. Desde luego la edad me exime ya del sacrificio, pero tantos y tales manjares de cuaresma había en la mesa a donde fui invitado que aquello se convirtió en banquete. Chicales (granos de maíz a medio madurar guisados en una salsa roja caldudita), cabuches (cogollos de la flor de las biznagas del desierto cocidos y fritos en mantequilla), romeritos, tortitas de papa y camarón, nopalitos sabrosamente aderezados, y de postre una capirotada insigne. Y eso era sólo parte del menú o carta del día, que más que carta parecía epístola a los filipenses, a los colosenses y a los tesalonicenses, por lo profusa y abundante. En verdad os digo que sentiré que se acabe la cuaresma. Entonces empezarán los sacrificios. La maestra les encargó a los niños que hicieran una obra buena el fin de semana. El lunes les preguntó: "A ver, niños: ¿qué obra buena hizo cada uno de ustedes?” Levantó la mano Rosilita: "Ayudé a una ancianita a cruzar la calle”. Juanito dijo: "Le di comida a un perrito de la calle”. Pepito, ansioso, pedía hablar. La profesora no le quería dar la palabra, pues ya lo conocía. Pero al final le preguntó, resignándose a lo peor. "A ver, Pepito. ¿Qué obra buena hiciste tú?”. Contestó el chiquillo: "Evité una violación”. "¡Caramba! -se asombró la maestra-. En verdad te felicito. Esa es una obra muy meritoria. ¿Cómo hiciste para evitar esa violación?”. Respondió Pepito muy orgulloso: "¡La convencí!”. Antes de narrar el cuento que sigue hago del conocimiento de mis cuatro lectores en el extranjero que para los mexicanos el verbo "jalar”  -de "halar”- significa, a más de tirar hacia sí de algo, estar dispuesto a hacer alguna cosa. "Vamos a ir de pesca. ¿Jalas?”. Esa palabra también quiere decir "trabajar”. "A esa hora no puedo ir. Estoy jalando”. De ahí provienen localismos como "jale”, que significa trabajo: "A más de lavar y planchar mi ropa, Famulia, deberás hacer conmigo obra de mujer”. "¡Ah no, señor! ¡Ése no es mi jale!”. Ya se puede entender, entonces, el siguiente cuentecillo. Pirulina le dijo a su mamá: "Mi novio me hizo por fin la gran pregunta”. "¿Que si te casas con él?” -preguntó, ansiosa, la señora-. "No -respondió ella, mohína-. Que si jalo”. FIN.

MIRADOR
Ayer vi las primeras palmas florecidas.
Las palmas de los desiertos norteños no son las gráciles palmeras de la costa, parecidas a sensuales odaliscas. Las palmas de mi tierra son ásperas, salvajes. Se defienden con aguzadas púas, y su tronco es robusto, para guardar el agua de las lluvias, que a veces tardan años en caer. 
En estos días, sin embargo, florecen con la hermosura que sólo puede verse en los desiertos. Sus flores -la blancura más blanca de todas las blancuras- son un glorioso penacho sobre la testa de esas gigantas solitarias.
Llegarán las mujeres campesinas y cortarán las flores, y con ellas harán un guiso de Semana Santa, sabrosísimo. 
Si soy afortunado comeré en esta temporada flores de palma, y en silencio daré gracias a Dios, que aun en el más desierto de los desiertos nos da flores de vida y de belleza.
¡Hasta mañana!... 

MANGANITAS
"La crisis económica golpea a todas las clases sociales”.
Estos días son tan críticos
que mucha gente en verdad
padece necesidad.
(A excepción de los políticos).

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