VI Domingo de Pascua Ciclo C

“La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden” (Jn 14, 23-29)
domingo, 1 de mayo de 2016 · 00:00
El Evangelio de este domingo nos prepara para la fiesta de la Ascensión del Señor, (próximo domingo). Cuando Jesús dice que quien guarda su palabra será morada de Dios, quiere significar que el cumplimiento del mandamiento del amor que Él mismo les dio a sus discípulos en aquella cena pascual en la que instituyó la Eucaristía, es lo que hace posible que el Reino de Dios, es decir, el poder del Amor que es Dios mismo, venga en plenitud a quienes escuchan sus enseñanzas. Y este mensaje llega hoy a cada uno y cada una de nosotros.
Jesús habla en plural: "vendremos a él y haremos morada en él”. En un primer momento esta frase se refiere a su Padre y a sí mismo, pero también un poco más adelante menciona al Espíritu Santo: "el Espíritu Santo que les enviará el Padre en mi nombre les enseñará y les irá recordando todo lo que les he dicho”. En otras palabras: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, Dios uno y trino, habita espiritualmente donde hay AMOR.
La palabra hebrea shalom, que se traduce como paz, significa lo máximo de bienestar y felicidad que podemos desearle a una persona o comunidad. En este sentido, no se trata únicamente de la ausencia de la guerra o de cualquier forma de violencia, sino además de la presencia del Amor, con todo el gozo que produce la armonía de unas relaciones humanas constructivas, la convivencia sin tensiones ni temores, la confianza mutua.
Esta paz verdadera es el resultado de la presencia activa de Dios en nuestras vidas. Pero tal presencia sólo es posible si hay una disposición sincera a recibirla como un don suyo y a compartirla. La verdadera paz nos la da Cristo resucitado al comunicarnos el Espíritu Santo, al que llama Paráclito, abogado, mediador, defensor, consolador. Pidámosle al Señor que el Espíritu Santo nos haga comprender y vivir la verdadera paz, distinta de la inmovilidad y de las falsas seguridades, para que podamos contribuir constructivamente, cada cual como persona y todos como comunidad de fe y de esperanza, a que la presencia de Dios Amor sea una realidad cada vez más palpable en nuestras vidas y en nuestro entorno.
Cristo se da cuenta de cómo la tristeza se va apoderando del corazón de sus discípulos, para él también eran tristes los momentos de la despedida. Por eso trata de consolarlos con la promesa del Espíritu Santo, que vendrá después de que él se vaya, llenándoles de fuego y de luz, de fuerzas y de valentía para emprender la ingente tarea que les aguardaba. Él será quien los acompañe en las tristezas y soledades, en las largas horas de las persecuciones y tormentos.
Los que aman a Jesús son capaces de sentir y tener paz, a pesar de estar rodeados de problemas y necesidades, es la paz que nos da valentía  para vencer la angustia y el miedo. Al partir de esta vida con el Padre, no debe ser tomada como tragedia, significa volver al Padre, el  hijo va al Padre, promete regresar, la Resurrección es promesa cumplida.

Que Dios nos conceda su paz, nos bendiga, acompañe y proteja siempre.

cpomah@yahoo.com

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