Días difíciles

miércoles, 22 de octubre de 2014 · 00:28
No hay forma de que asimile el asesinato, tortura y desaparición de estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa en Guerrero. No hay manera de calificar el secuestro y desaparición de 43 normalistas, en manos, además, de policías municipales, quienes supuestamente recibieron órdenes del propio Presidente Municipal de Iguala para  entregarlos a miembros del Cártel: "Guerreros Unidos”. 
Cuando pasan tragedias como las que suceden en  México, en estos  días de incertidumbre, me doy cuenta de que son apenas unas cuantas las cosas que entiendo y otras tantas las que escapan de mi comprensión.
¿Más terror sobre el terror? ¿Podemos los que opinamos, ser indiferentes ante nuestra realidad? Es irresponsable pero es, además, imposible. El dolor que nos mueve a reflexionar, se engendra en nuestra realidad. Hoy yo siento mucho dolor. Desde hace días me siento muy desanimado por las terribles tragedias que nos rodean. No he podido escribir, solo tengo ganas de meterme en la cama y dormir, a ver si cuando me despierto algo ha cambiado. Quiero no oír a Aristegui, deshacerme de los periódicos, no enterarme de nada. Quiero silencio. Pero pienso que el silencio ayuda menos. Hay que escribir. Y escribo porque me duele nuestro país. Me duele el miedo a la desesperanza, a la desaparición…en fin a todo. Y es que ante la saña y la violencia, las matanzas, la impunidad, los cuerpos que aparecen sin cara y sin nombre por todos lados, uno enmudece. O peor: uno aprende a seguir como si nada.
Esta sería otra muestra horripilante de la tragedia cotidiana que se vive en este país tan bello pero tan lastimado por acciones que no tienen nombre, por acciones que nos hacen vivir la podredumbre de un sistema socio-político que no ha sabido responder a las necesidades prioritarias de la población a la que representan.
¿Cuántas historias se han contado en relación a hallazgos de fosas comunes con unos cuerpos que no corresponden a los que buscaban? ¿Cuántos cadáveres se han encontrado mutilados hasta el punto de ser irreconocibles? ¿Cuántos cuerpos han sido arrojados a la vía pública producto de armas blancas o armas de fuego? Estas preguntas nos vinculan irremediablemente a miles de muertes ocasionados por el crimen organizado, pero también de una política de Estado, la que muchos pensábamos que estaba desterrada, pero que pareciera regresa con más energía que nunca. Aquí no es cuestión de comisionados o de fiscales especiales, aquí es cuestión de actuar de inmediato, pero la justicia en nuestra nación no sólo tiene la etiqueta de incredibilidad sino de torpe y retardada.
Múltiples son las interrogantes del caso, donde los por qué, los cómo, los dónde y los quiénes, sobre todo… los quiénes, nunca se compararán con las dudas de sus afligidos familiares; no podemos ni imaginar cómo han vivido estas horas, estos días, cuál puede ser su consuelo, su paz… simplemente no la tendrán, ni aún que se confirmara lo que todos estamos vislumbrando. ¿Cuál habrá sido el pecado de los estudiantes para que pagaran con tanta malquerencia su desafío?, ¿qué ganaban los sádicos asesinos con aplicar una tortura a chamacos que aun siendo rebeldes merecían ser escuchados? ¿Quiénes están detrás de esta esquizofrenia?
Si Dios en verdad existe, pienso que hizo sus maletas y se fue de viaje, quizá para nunca más volver, dejando tras de sí un país de inequidades, violencia, miseria e ignorancia,  sin ser testigo del tránsito de la historia de México, hacia una sociedad más justa.
Por más que la gente repita una y otra vez que no va a trascender esta tragedia, por más que un coro cante el estribillo infinito de "no va a pasar nada”; dentro de nuestra sociedad, está ocurriendo algo. Se siente como un abismo que se abre, la sensación de que estás sin estar; de que la realidad, por más palpable y presente que sea, para nosotros se vislumbra brumosa, lejana y desenfocada. 
Las recetas fáciles se repiten, pero todos los que creen tener la solución a la mano y les reclaman a los políticos su falta de voluntad para enfrentar el crimen y la ilegalidad, voltean la cara cuando se enfrentan a las causas profundas de la brutalidad que aqueja al mosaico social mexicano. Un país escindido, en el que millones viven en la marginación y la desesperanza y donde no ha existido nunca algo parecido a la obediencia de la ley, porque la ley siempre se ha usado en beneficio privado y nunca como instrumento real de justicia.

* Comisión Ciudadana de Derechos Humanos del Noroeste
andale941@gmail.com

...

Comentarios