ENSENADA EN LA CULTURA

Recuerdos del Parque Revolución

La gente acudía a pasar ahí un ratito bien en las tardes, aprovechando la sombra de los muchos árboles que había, nos dice Luis Mario Lamadrid Moreno
sábado, 19 de octubre de 2013 · 20:34
Ensenada, B. C. - Hace ya más de tres años le realicé una entrevista a Don Luis Mario Lamadrid Moreno acerca del Parque Revolución. Esta entrevista me sirvió como material para el libro que escribí, en coautoría con el historiador Manuel Guillén sobre este parque. 
La entrevista completa, al igual que mucho más material documental y fotográfico, lo pueden encontrar en el libro titulado Visión del Parque Revolución a través de documentos, fotografías y entrevistas. 
Pero con el fin de divulgar la historia de este parque, así como la de un pequeño rincón de Ensenada, les presento una parte de esta entrevista.

¿Recuerda Don Luis, cómo conoció el parque?
Claro que lo recuerdo, el parque que nosotros conocemos, como Parque Revolución, se llamó en un principio Porfirio Díaz. Para comenzar, era un parque que tenía un cerco de alambre, más o menos como de un metro y medio de alto. Tenía cuatro entradas una por cada calle, por la Sexta, la Moctezuma, la Séptima y la Obregón. 
El hecho de que se hubiera cercado en esa forma se debe a que los leñeros traían la leña de distintas partes de los alrededores de Ensenada para entregarlo a las casas, porque la mayoría de las casas en aquellos tiempos tenían estufas de leña, algunas de carbón.
No existía todavía la entrega de gas en el tiempo que te estoy hablando. El problema era que los burros se metían al parque, entonces para evitar que se metieran, las familias de alrededor colaboraron con la delegación de Ensenada, pues no tenía el dinero completo, entonces hubo una promoción y se puso el cerco, eran a base de tubos a cada determinada distancia y los tubos sostenían la malla. 
Ya con el tiempo, los tubos se fueron cayendo, fueron desapareciendo hasta que un día de tantos ya cuando David Ojeda Ochoa era primer presidente municipal, esto ya siendo Estado Baja California, mandó quitar todo. Entonces hicieron una remozadita al parque. 
El kiosko estaba en muy malas condiciones, le dieron una "manita de gato” y pusieron a promoción comercial unas bancas de granito y cemento de color blanco, que llevaban los nombres de los donadores. Las tenían todo alrededor, incluso dentro. Las bancas originales eran de madera, así de forma orgánica. 
La gente acudía con cierta frecuencia a pasar ahí un ratito bien en las tardes, aprovechando la sombra de los muchos árboles que había, creo que tenía muchos más árboles que ahora.
Por ejemplo, los eucaliptos, allá por 1947 se cayeron, sino todos, la mayoría, debido a un fuerte vendaval que cayó por aquí. Los eucaliptos tienen esa característica, de que tiene sus raíces muy extendidas, muy superficiales y no son de mucho soporte, eran bastante grandes, después yo vi como los cortaban en pedazos, no sé qué hicieron con la madera. 
Porque la madera de eucalipto no es muy fuerte, es más bien blandita y no la usan para construcción. 
Pero en un tiempo, cuando Ensenada era la capital, o sea, antes de 1917, antes de que [Esteban] Cantú la cambiara a Mexicali, Ensenada era la capital del Distrito Norte y como tal, aquí había consulado inglés y estadounidense, cosa que después se fue a Tijuana y a Mexicali.
Entonces, con motivo del centenario, fue cuando le pusieron Parque Porfirio Díaz, enviaron delegaciones con árboles para enriquecer ese lugar que se convirtió en un jardín botánico muy bonito y había plantas, flores, árboles y arbustos de distintas partes. 
Pero había muchos más árboles, muchos más y ya ves, sobre la calle Sexta hay un árbol inmenso, muy grande, muy bonito, que produce una sombra preciosa, que dicen es un auténtico laurel de la India, no sé, yo no conozco mucho de botánica pero sí sé que es uno de los árboles que tiene mayor follaje y muy bonito está. 

Tenía lomitas
En un tiempo [el parque] estuvo abandonado, entonces allá por los años treinta o cuarenta, las familias que vivían cerca de ahí, un día se juntaron y determinaron cuidarlo entre todas porque la delegación no hacía mucho caso. 
Te voy a decir que por supuesto ahí no había pavimento ni nada, y el parque en sí no era tan uniforme como lo vemos ahora, tenía lomitas. 
Una de las cosas primeras que yo recuerdo es que en la esquina de la Sexta y Obregón había un jardín de niños, era el Juan Jacobo Rousseau. La directora era la maestra Rosita Aguirre de Méndez, tenía dos hijos: "El pichón” que le llamábamos, un muchacho así de nuestra edad y "La pichona” que era un poquito más chica. 
Un día de tantos, allá cuando esto ya era Estado [Baja California] lo cambiaron a la Sexta y Gastélum, donde actualmente están y dejaron libre ahí. 
Fuera del parque había un triángulo, que aprovechando las calles que ahí confluyen, o sea la Juárez y la calle Sexta, ahí estaba un busto de Álvaro Obregón, que se lo pusieron después de que lo mataron, o sea, no tenía mucho no es muy antiguo, ese es como de finales de los 30’s, como el 38 o 39, no recuerdo exactamente. 
En el extremo de la Séptima y Moctezuma había una casita, una casita chiquita donde vivía un señor  que no recuerdo su nombre, pero él cuidaba el parque. En un principio él era el que espantaba a los burros y todo eso, después ya pusieron el cerco y después las familias Guizar, Caballero, Hussong, doña Toña Hussong vivía ahí en la esquina de Sexta y Moctezuma, los Romero que vivían en la Séptima y Moctezuma. 
La señora María Villavicencio, la profesora Lamadrid de Valdés una maestra ya vivía por ahí y de lado de la Obregón había poca gente. Pues estaba en la esquina nada menos que las oficinas, no sé de qué tan alta importancia de Estados Unidos, ahí vivía el cónsul, creo yo de Inglaterra, pero de todas manera la propiedad quedaba desde toda la Ruiz hasta la mitad de la cuadra, era una sola casa que tenía un prado muy bonito, me acuerdo que nos llamaba mucho la atención, pues era de la Ruiz hacia la Gastélum. 
La profesora Concepción Legaspy vivía en la pura esquina, era también de las que colaboraron, las hermanas Apodaca y la familia Dávila también. Todos ellos colaboraron cuidando un pedacito del parque, así como si fuera un jardín propio. Iban y cultivaban y todo eso. 
Cuando recién pusieron el cerco pues para que luciera todo aquello, porque cuando entraban los burros no quedaba nada y eso es lo que me acuerdo más lejano.
Ya más cercano pues sí, el kiosko lo han restaurado dos veces una poquito y la última ya más firme durante la administración de César Mancillas; ya hicieron muchas cosas en todo el parque. Ahora ya ofrece un espectáculo mucho más atractivo, ahora está mucho más bonito. 

*Historiador, encargado del Archivo Histórico de Ensenada.

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