ENSENADA EN LA CULTURA

Isla Rasa, paraíso de aves migratorias

En este sitio de unas 60 hectáreas en el Golfo de California, llegan anualmente dos especies que viajan miles de kilómetros para procrear a sus nuevas camadas
sábado, 19 de abril de 2014 · 21:41
Cuando se viaja en la cubierta de un barco, repentinamente aparece en el horizonte marino del golfo de California, y casi al nivel del mar, la isla Rasa, perteneciente a una vecindad de islas, dentro de las que destacan, la San Lorenzo, Roca Partida, y San Esteban, todas ubicadas al sur de la isla Ángel de la Guarda. 
La isla Rasa es denominada así por casi encontrarse a ras del mar, ubicándose a unos 60 kilómetros al sureste del pueblo de Bahía de los Ángeles, Baja California, en el municipio de Ensenada.
Y ya que andamos por esos rumbos, comentaremos que del otro lado de la línea imaginaria que políticamente divide al golfo de California entre Baja California y Sonora, se encuentra la isla Tiburón, antiquísima casa del pueblo seri, que también han habitado la isla San Esteban, y en tierra firme del lado sonorense, los pueblos de El Desemboque, Punta Chueca, y Pitiquito; los seris entre ellos se denominan como comcaac, siendo además los amos de las figuras de palo fierro, canastas y collares.
Nuestra isla Rasa, que seguramente en el pasado habría sido visitada por el pueblo seri, mide escasas sesenta hectáreas de rocosa superficie; es como las demás islas, parte de la tierra que geológicamente estuvo unida a la tierra peninsular y la tierra sonorense, quedando la península a la deriva en la placa tectónica del pacífico, y Sonora, en la de Norteamérica. 
Ya sean las islas de ese origen, o bien volcánico, la isla Rasa desde tiempos inmemorables es la cuna de cientos de miles de aves migratorias de dos especies, "los gallitos”, que arriban desde América del sur (Chile), y de Gaviotas, que llegan de Norteamérica (Canadá). Al golfo de California tectónicamente se le ha considerado como estructura de depresión, y también como resultado de la dispersión del piso oceánico, según la teoría de tectónica de placas. 

Arribo de aves
En los primeros días del mes de marzo de cada año hacen su aparición cientos de miles de ejemplares de aves de las especies citadas, que vienen a procrear las nuevas camadas de polluelos, mexicanos por nacimiento. 
Ya con los juveniles, hacia el mes de junio, las aves regresan a sus lugares de origen, dejando detrás un sinnúmero de huevos no eclosionados y cientos de polluelos muertos prematuramente, muchos de los cuales no alcanzan ni a emplumar, y muchos otros que mueren enredados en las espinas de las chollas, porque sus padres no escogieron bien el área del nido, o tal vez porque no les quedó de otra al intentar procrear y regresar con críos a sus lejanas tierras.
Es la isla Rasa, dentro del archipiélago del golfo, la escogida desde épocas remotas para la anidación de esas especies de aves marinas. Muy curioso resulta para los que por alguna razón nos hemos aventurado a observar esa magnífica manifestación de la naturaleza, caprichosa según nuestro ver y sentir, que existiendo tantas islas de tamaño mucho mayor, se arremolinen cientos de miles de ruidosas aves en sólo sesenta hectáreas, plagadas de rocas volcánicas, peleando por un pequeño espacio para la "cuna y patio de maternidad”.
Sabia como es la naturaleza, provee además de "comerios” en las aguas que rodean la isla, consistentes en grandes poblaciones de pececillos que alimentan las hambrientas aves; primero en celo, luego poniendo, después empollando y criando, y por último, emprendiendo las largas rutas de regreso ya para el norte, o bien para el sur del continente americano.
En tiempos de los "piratas”, la isla era asediada por esos bandoleros, y por barcos balleneros que desembarcaban en su costa sur para hacerse de grandes cantidades de huevo, que transportaban como alimento fresco, que muchos peninsulares también utilizaron para consumo. 
Otro grupo de gentes que en mucho impactó la isla y sus nidos, fueron los "guaneros”, personas que acampaban en improvisadas casas de rocas, creando grandes veredas y cúmulos de rocas en forma cónica, provocando espacio para depósito de guano y patios para la almacenar la recolección, que después se sacaba del lugar en barcos acondicionados para ese propósito.

Trincheras piratas
Varias vueltas a pie le di a la isla, para cuando completé la tercera detecté claros indicios de escondites, tal vez de piratas, pues parecen trincheras para espías, y para poder disparar, ya que claramente se aprecia desde lo alto la amplitud del varadero sureste, quedando al alcance de disparos de rifle, la playa y "los intrusos”.
Pude encontrar infinidad de gruesos fondos de botellas de vino sin marca, hechas a mano, a juzgar por sus toscas formas, son de vidrio soplado, de cuyas muestras dejé a resguardo en la estación de campo, mismos que denotan antigüedad de al menos unos ciento cincuenta años, y que al observarlos, cualquiera se puede preguntar: ¿A quiénes les pudo interesar adentrarse hasta estas latitudes en el golfo de California? ¿Por qué se construyeron esos escondites, dentro de los cuales apenas caben unos cuantos vigías?

Tres tumbas
Existe en la isla un panteoncito con dos o tres derruidos montones de rocas con una cruz, que casualmente encontré, son tumbas muy borrosas, y que en mi estancia en la isla, en marzo del 2003, me di a la tarea de restaurar, tratando de decirle a los futuros visitantes, después de mí, que en ese lugar descansan al menos tres individuos anónimos, que en sus tiempos, si es que llegaron con vida a ese lugar, vieron los paisajes de la isla Rasa desde óptica muy distinta, tal vez como piratas, guaneros, balleneros, incluso pescadores, o personas fallecidas a bordo o asesinadas, que llevaron y ahí sepultaron; y por la eternidad pertenecen ya no a sus deudos, sino a la hermosa y desértica isla Rasa.

Don Antero Díaz
Existe en la isla desde principios de la década de los 60, una pequeña construcción, a la que se llega por medio de una entrada de agua a través de un canal entre las rocas, abierto por la mano del hombre, y que al subir la marea, una pequeña ensenada inunda el corazón de la isla. 
La construcción que antes fue un campo de pescadores fue construida por don Antero Díaz, incansable hombre de trabajo llegado a Baja California desde el interior de México, quien junto con otros personajes fue uno de los primeros forjadores de Bahía de los Ángeles, hoy paraíso turístico peninsular.
En la isla Rasa y otros lugares, don Antero capturaba tortuga y otras especies antes permitidas en el país, como totoabas, que enviaba al norte peninsular con los "Terrisureños” hermanos Ceseña Smith, y que también él mismo llevaba, principalmente a Ensenada y lugares a lo largo del entonces polvoriento o lodoso camino de la Baja California.
El antiguo, abandonado y destruido campo pesquero fue convertido en estación de campo para alojar a científicos, siendo rehabilitado y rescatado desde los escombros el año 2003 por el gobierno mexicano; cuenta con dos modestas pero cómodas habitaciones y un baño. 
El rescate del pequeño edificio fue toda una odisea, ya que no se permitió alterar en lo más mínimo la naturaleza de la isla, por lo que se tuvo que llevar agua, arena, grava, cemento, madera, y víveres en barco desde San Felipe, y Bahía de los Ángeles Baja California, lugares ubicados a unos 200, y 60 kilómetros al norte respectivamente, el primero, en las cercanías del alto golfo, perteneciente al municipio de Mexicali, y la segunda en el de Ensenada.
Los escombros inorgánicos resultantes de la obra, según el ecosondista del barco de la Marina mexicana, se depositaron en cierta parte de un cañón submarino conocido como "canal de ballenas”, a casi un kilómetro de profundidad. 
El lanzamiento de los escombros se realizó bajo la supervisión de científicos, la Marina mexicana, y de quien esto escribe; mientras que los desechos orgánicos se trasladaron a la península, siendo depositados en El Rosario.

Área de investigación
Los científicos, principalmente la doctora mexicana, Enriqueta Velarde, desde hace muchos años observan el comportamiento de las aves, tanto en sus modos de galanteo, anidación, sus polluelos, costumbres, incluso cuentan los pollos que mueren, los huevos "hueros”, es decir los que no eclosionan; observando además los eventuales ataques de otras aves sobre las vigiladas.
La isla Rasa, como todas las islas, se encuentran bajo la protección de las leyes mexicanas a cargo de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, cuyas oficinas para el área se ubican en la ciudad de Ensenada, Baja California.
La labor del rescate del edificio para uso de científicos, le fue encomendada a varios contratistas, quienes ante las posibles pérdidas económicas, la lejanía, lo pequeño de la obra, y la nula utilidad económica, ocasionó que se disculparan, y voltearan sus intereses hacia obras con mayores posibilidades, como es de entenderse, desde luego.
El ingeniero ensenadense Roberto Esteban Sevilla Ramírez, sin el menor reparo aceptó el reto, dándose de inmediato a las arduas tareas para llevar a cabo, contra reloj, la encomienda de dejar instalados a los científicos, antes de la llegada de las primeras oleadas de aves a principios de marzo del año 2003, cuyo reto aceptó el mes de enero de aquél año, contando con tiempo apenas para acercar los materiales a la isla, sin embargo, concluyó los trabajos hacia el día trece, bajo el alboroto de miles de aves sobrevolando la isla, como exigiendo que fuera desocupada el área donde se encontraba el campamento de la obra.
Al concluir la obra, un trabajador pretendió sacar como suvenir un pequeño cardón de la isla, a lo que me opuse, por fortuna lo convencí que a la naturaleza mucho tiempo le tomó su nacimiento, ya que en tierra firme se necesitan algo así como seis millones de semillas para que se logre un solo ejemplar, y que en la isla se ocupan cantidad mucho mayor de semillas para lograr a un enano cardón, pues llegan a poca altura en su crecimiento dada la profunda escasez de lluvias en el lugar.
No cabe duda que a nuestra tierra y sociedad le hacen falta muchos imprescindibles como la doctora Velarde y el ingeniero Sevilla; y que mientras las aves migratorias se sigan multiplicando, nuestra bella isla Rasa, seguirá siendo la cuna utilizada por la madre naturaleza para poner de manifiesto uno más de sus caprichos… ¡Qué enormes privilegios poseemos...! siendo unos cuantos los que hemos podido presenciar alguna de esas verdaderas riquezas.

"Nuestras costumbres son cultura y conocimiento, valoremos y conservemos nuestro legado”.

En los primeros días del mes de marzo de cada año hacen su aparición cientos de miles de ejemplares de aves que vienen a procrear las nuevas camadas de polluelos, mexicanos por nacimiento. 

Localización: en la mitad del Mar de Cortés, a 20.3 km de la costa oriental de Baja California, entre las islas Partida al noroeste y Salsipuedes, al sureste.
Especies: gaviota ploma y golondrina marina. 

* Ingeniero y miembro del Consejo de Cronistas Regionales del Instituto Municipal de Cultura y Desarrollo Humano del XXI Ayuntamiento de Ensenada.

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