Selección de prensa

Reelección, la conquista mayor

Con esa medida, tal vez Pelayo no se habría atrevido a actuar de manera tan alevosa y prepotente, ni los diputados fronterizos habrían votado impunemente por la homologa ción del IVA
miércoles, 27 de noviembre de 2013 · 00:09
Ensenada, B. C. - El PRI nunca había estado tan dispuesto como ahora a ceder en algunos puntos contrarios a sus formas tradicionales de ganar elecciones y ejercer el poder político.
El Instituto Nacional Electoral, que limitará la influencia de los gobernadores en las elecciones locales; la anulación de las candidaturas que rebasen topes de gastos y el manejo del dinero público para las campañas desde una chequera central para todos los partidos. 
Y sin duda la joya de la corona de toda la reforma político-electoral, la reelección de legisladores y alcaldes, que será el principal mecanismo de rendición de cuentas de las autoridades electas a sus electores. Todas estas medidas, exigencias del PAN a cambio de su voto por la reforma energética tal vez este mismo año.
Y es que el PRI y el gobierno saben muy bien que sin esta reforma no hay manera de reactivar y desarrollar la economía nacional en los próximos años. Dado el estancamiento en que ha caído la economía nacional y los efectos todavía más recesivos que vendrán con la reforma fiscal a partir de enero, será imposible revertir el proceso y atraer las grandes inversiones necesarias para sacar de la pobreza a millones de mexicanos.
Tal vez los sectores más primitivos de la izquierda estarían contentos de que así fuera, porque habría más pobres y crecerían sus clientelas naturales, al tiempo que se gestaría el tipo de crisis política que según sus cálculos les abriría el camino al poder en 2018. Pero para el PRI significaría el final definitivo del corrido y para el país un retroceso económico y político mayúsculo.
Así que el tricolor ha decidido ponerse flojito y cooperar, sin poner mucha resistencia a los cambios políticos. Excepto en el tema de la segunda vuelta en la elección de presidente y gobernadores. Quizá por alguna culpa profunda se les figura que el electorado, dejado a escoger 1-1 entre un candidato del PRI y uno anti-PRI siempre escogerá al segundo. Así que de la segunda vuelta no quisieron ni hablar, aún poniendo en riesgo la reforma energética.
La reelección viene completa
Pero obcecado en rechazar la segunda vuelta, el PRI ha tenido que ceder en la reelección, aunque siempre tratando de acotarla o mediatizarla. Al principio el PRI sugirió que las dirigencias partidistas conservaran el poder de veto sobre quién podía lanzarse a la reelección y quién no, con lo cual le quitaban a la medida su razón de ser: que fueran los electores quienes decidieran quién merecía reelegirse y quién no. Aunque la propuesta era tentadora para las dirigencias de los demás partidos, la reacción inmediata de la opinión pública los hizo desistir. Luego, hasta hace unos días, el PRI presionó porque la reelección fuera sólo de legisladores, no de alcaldes. Y que se limitara a un solo período extra.
Pero finalmente, según lo expresado ayer por Emilio Gamboa, coordinador de la bancada del PRI en el Senado, luego de reunirse con el coordinador panista, Jorge Luis Preciado, la reforma incluye la reelección consecutiva de diputados por tres ocasiones y de senadores por una, para que puedan permanecer en el Congreso 12 años; así como la de alcaldes y diputados locales para un período extra de tres años.

¿Para qué sirve la reelección?
Un dato revelador es que en todas las democracias del mundo existe, menos en México.
Se puede argumentar que el Porfiriato, donde el caudillo se reeligió durante 30 años, nos dejó traumados. Pero no hay democracia que no haya tenido episodios similares o peores de caudillismo, y no por eso eliminan lo que ha probado ser el mecanismo más eficaz para motivar a los políticos a portarse bien y evitar excesos de poder. Claro que siempre está el riesgo de que desde el puesto, usando las ventajas que éste le da en proyección de imagen y acceso a recursos públicos, el político corrupto gane todas las reelecciones. Pero para ello hay mecanismos de vigilancia ciudadana que no había durante el Porfiriato, así como formas en que los ciudadanos libres pueden denunciar y exponer al tirano o al representante popular por haber incumplido sus promesas y haber traicionado el interés evidente de sus representados.
Por ejemplo, de haber habido reelección, los diputados y senadores fronterizos del PRI y del PRD no se habrían atrevido tan fácilmente a votar a favor de la homologación del IVA en la frontera. Y aún así, sin reelección, tendrán que pagar un precio político muy alto por lo que hicieron. Tal vez sus padrinos en la jerarquía partidista les den algún puesto de consolación o los metan como plurinominales en el futuro, si es que se mantiene esta figura, pero difícilmente volverán a hacer carrera política abierta en sus lugares de origen.
La reelección es la mejor arma ciudadana para exigirles a los políticos rendición de cuentas, y para disuadirlos de comportamientos abusivos durante el corto período en que tendrán acceso a las arcas públicas y otros mecanismos mediante los que pueden favorecer sus intereses personales.
Por ejemplo, ¿se habría atrevido Enrique Pelayo Torres, repudiado alcalde saliente de Ensenada, a cometer todas las tropelías que cometió en forma tan descarada y grosera durante su período, si hubiera tenido el incentivo de la reelección?
Por otro lado, el problema de un período tan corto como es el de una Presidencia Municipal de tres años sin posibilidades de reelección, es que obviamente no alcanza para realizar un proyecto de desarrollo municipal ni siquiera de mediano plazo, por lo que generalmente dominan la improvisación y las ocurrencias descabelladas, o se impone la inactividad y la inercia, por la convicción fatalista de que de todos modos no se puede hacer nada importante en un período tan corto.
Y en el peor de los casos, como el que vive hoy el municipio de Ensenada, el gobernante entra desde el primer día a saco, decidido a aprovechar al máximo no el año sino el trienio de Hidalgo, pues tal vez sea su última oportunidad y finalmente no tendrá que rendirle cuentas a nadie sino a sus padrinos políticos.
Así que la reelección, acompañada de mecanismos para evitar el uso de recursos públicos con fines políticos y limitar la injerencia de gobernadores y caciques regionales en los procesos electorales, será la gran conquista de esta reforma política y un gran paso hacia una democracia ciudadana participativa y de rendición de cuentas.

¿Gracias al Pacto?
No, gracias a que un grupo de senadores panistas se opuso a que el PAN renunciara a sus demandas históricas en función de un acuerdo a toda costa bajo las premisas del Pacto por México. Hay que decirlo con claridad. Gustavo Madero y su grupo más cercano de negociadores, al inicio del Pacto habían cedido la reelección y la segunda vuelta sin dar la batalla, con el fin de llegar a un consenso rápido con PRI y PRD. Su propuesta inicial simplemente dejaba fuera estas medidas y se centraba casi exclusivamente en el Instituto Nacional Electoral como sustituto del IFE y de los institutos electorales locales.
Fue necesario que los senadores encabezados por Ernesto Cordero hicieran su propia propuesta de reforma, incluyendo centralmente estas dos medidas, para que, luego de fuertes confrontaciones y jaloneos, Madero aceptara incluirlas, en vez de dejarlas para un futuro indefinido como quería.

*Director de Selección de Prensa / www.selecciondeprensa.com


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