RAÍCES: La boda de Jesús y Emilia: Reflexiones sobre una tradición de esperanza

El matrimonio celebrado en la misión de Santo Domingo representa una continuación de la tradición cultural que iniciaron los misioneros; ambos vienen de familias viejas, de arraigo y orgullosas de las costumbres que heredaron
domingo, 23 de noviembre de 2014 · 00:00
En agosto de 1775 fue establecida la misión de San Domingo de La Frontera o Santo Domingo de Guzmán. En ese tiempo fue la misión más norteña dentro de la península de Baja California, y precisamente por eso se incluyó en su nombre "de La Frontera”, ya que marcaba el máximo avance evangelizador hasta ese tiempo; es decir, dicha misión era la frontera entre lo evangelizado y lo no evangelizado. 
Los fundadores de dicha misión fueron los padres dominicos fray Manuel García y fray Miguel Hidalgo, sin embargo fue el primero quien fungió como titular y quien se encargó de que el establecimiento funcionara.
Así, comenzó la cultura occidental en una de las regiones más interesantes de Baja California, la de Santo Domingo, que aún conserva muchas de las tradiciones que trajeron los misioneros, como la religión cristiana católica, la agricultura y la ganadería, entre otras muchas cosas. 
La misión fue establecida entre los indios kiliwa y poco a poco se formó el proceso de aculturación y mestizaje, de tal manera que pronto los indios adoptaron buena parte de las tradiciones traídas con los misioneros y se fue creando una serie de elementos culturales, en parte hispanos y en parte indígenas, que crearon identidad propia a esta región.
Dicho territorio llegó a ampliarse con la cercana misión de San Pedro Mártir, que fue establecida 20 años después, en lo alto de la vecina Sierra de San Pedro Mártir. 
Hoy, casi 240 años después, existe una fuerte identidad y raíz, que parte precisamente de este proceso que dio inició en 1775.

CELEBRAR EL MATRIMONIO
Reflexionaba en esto a raíz de la boda de Jesús Lira Rodríguez con Emilia Martorell Murillo, ocurrida el pasado 8 de noviembre en la misión de Santo Domingo. 
Su boda representa una continuación de esa tradición cultural que iniciaran los misioneros, y que ahora sigue dándose y permanece con fuerza. 
La primera boda que se celebró en Santo Domingo fue a los pocos meses de su fundación, la más reciente fue la de Jesús y Emilia. Ciertamente es motivo de alegría, y por muchas razones.
Una de estas razones de alegría es por mis amigos, Jesús y Emilia, quienes de esta manera se comprometieron en matrimonio para hacerse felices y formar un hogar, una familia.
En estos tiempos en que se ataca duramente a la familia, es un hecho que existen muchas parejas que no se detienen ante estos ataques y se comprometen de por vida a amarse y respetarse, a serse fieles, en lo bueno y en lo malo.

AUTÉNTICO CALIFORNIO
Conozco a Jesús Lira, "Chuy” como muchos le decimos, desde hace unos tres o cuatro años, gracias a mis frecuentes incursiones a la zona Santo Domingo-San Pedro Mártir, principalmente por las cabalgatas en que suelo participar por dicha región. 
Es un joven sano, excelente vaquero y ganadero. Su familia llegó a la zona desde los años 50’s del pasado siglo, y de inmediato adoptaron las tradiciones locales, volviéndose californios, de tal manera que Chuy es un auténtico californio, muy apreciado por la gente del Valle de Santo Domingo.
De esta forma, Chuy es heredero de una gran tradición, que como lo mencioné, se inició aquí a partir de la llegada de los misioneros. Es de muy buena estirpe. Me lo he encontrado campeando por la sierra, en pos del ganado, acampando en los parajes más tradicionales de los vaqueros. 
Tiene un carácter alegre y jovial. Vive con su familia en el Rancho La Peña, a un lado de donde estuvo inicialmente la misión de Santo Domingo, muy cerca del arroyo. 
Chuy es actualmente ejidatario del Bramadero y posee el rancho El Cuadrado, en la parte media de la Sierra de San Pedro Mártir.

FAMILIAS ANCESTRALES
Su ahora esposa, Emilia, forma parte de dos de las familias más viejas de Santo Domingo, cuya presencia se remonta a fines del siglo XVIII cuando fuera establecida la misión. 
Son descendientes de los antiguos soldados misionales, los que también fueron vaqueros y ganaderos. Los antiguos ranchos de Valladares, El Potero y Santa Cruz, son propiedad de su amplia familia y esto nos habla del gran arraigo que tiene en esta tierra.
Ambos vienen de familias viejas, de arraigo, trabajadoras y orgullosas de esas tradiciones de que son herederos. Al formar su familia, su hogar, sabrán transmitir esa herencia cultural a los hijos que llegarán a tener. 
Es parte de la vida: nosotros recibimos una herencia hermosa e importante, tenemos la obligación de cuidarla y transmitírsela a los hijos. Es gracias a este proceso que dicha herencia ha llegado a nosotros.
Y me refiero a la parte de ese legado que cada uno de ellos tiene. Chuy recibió la herencia cultural de los vaqueros, de los pequeños ganaderos, de conocer los parajes para el ganado, tanto arriba como debajo de la sierra, de conocer las suertes en que se han de conducir y cada paso que han de seguir, de saber cómo bajarlos, como subirlos, como conducirlos, como marcarlos y vacunarlos, como herrarlos. 
De conocer cada paraje, cada vereda, cada aguaje y manantial, cada arroyo de esta tierra tan bella. Entre Chuy y Emilia sabrán transmitirles las virtudes y los valores con que se forman las buenas familias, sabrán transmitirles el amor por su tierra y por su gente. 

EL "SÍ”;  PROMESA DE FIDELIDAD
Como lo mencionaba, la boda de Chuy y Emilia se celebró el 8 de noviembre en Santo Domingo, en una gran carpa a un lado de los vestigios de lo que fuera la antigua misión. Ahí se reunieron familiares y amigos para ser testigos de este gran hecho. 
A mí no me cabe duda que cada boda, cada matrimonio, cada familia, son una bendición, una bendición de Dios. Son como una esperanza para este mundo en donde la desesperanza parece querer reinar. 
Cada matrimonio representa una renovación, un nuevo iniciar de dos personas que tienen ante sí  la posibilidad de mejorar el mundo a través de la nueva familia que están formando. 
Ese sí que se dan las parejas que se casan, esa promesa de fidelidad, amor y respeto es un motivo de gran felicidad para la sociedad. 
Ya sabemos que las familias son la célula inicial de la sociedad, la base de todo lo que nos conforma, y si esa base da principio con valores fuertes sin lugar a dudas beneficiará a todos.
Adelante Chuy y Emilia. Los felicito por este principio, por esta esperanza que nos dan, por este recordatorio de que hay muchas personas que se aman y se dan por completo, sin miedo al compromiso y luchando juntos por un futuro lleno de amor y esperanza.

DE VUELTA A LOS ORÍGENES
Después de la ceremonia los nuevos esposos me pidieron que les tomara una fotografía dentro de los vestigios de la misión. Me pareció tan simbólico este hecho. 
Fotografiarlos ahí, justo en el espacio donde todo dio principio en esta región, justo donde se realizaron los primeros matrimonios, los primeros bautizos; fue como querer iniciar algo apoyándose en esos orígenes, teniendo su sustento en esos valores que de ahí se derivaron.
Hace poco conocí a una pareja que cumplía 80 años de matrimonio, también unos amigos de mis padres cumplieron 60 años de casados, y hace unos meses otros amigos cumplieron 50 años. Esos son amores de verdad que perduran gracias a que supieron respetarse, solidarizarse entre ellos mismos, supieron estar el uno al lado del otro en todo momento, supieron ser flexibles en sus tratos y comprenderse. 
En pocas palabras, no le pusieron límites al amor que se brindaron. Yo les deseo muchos años, y que ese amor que Dios les dio crezca y de frutos. Que sea testimonio de esa gran tradición de los que se aman por el resto de sus vidas. Que Dios los bendiga con su amor infinito.

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