Ensenada en la cultura

Familia Loya Espinoza. Fundadores de El Rosario, Baja California
viernes, 19 de diciembre de 2014 · 00:00
Ing. Alejandro Espinoza Arroyo/COLABORACIÓN*
El Rosario, Baja California.

La familia Loya Espinoza, al igual que tantas otras familias primigenias de nuestra tierra bajacaliforniana, tiene su origen en las misiones, y en sus soldados de cuera, o soldados misionales, como fundadores de familias y sus descendencias.
Los soldados de cuera se encontraban al cuidado de los misioneros y al avance de la conquista del imperio español, institución que a partir del año de 1512, se utilizó como instrumento de penetración y dominio en los nuevos territorios conquistados y ocupados por el antes poderoso imperio español.

Orígenes
Los ascendientes de la familia Loya Espinoza parten precisamente de las misiones peninsulares de la Baja California, teniendo como primer eslabón al español Juan Nepomuceno Espinoza, quien en diciembre de 1755, con veinticinco años de edad llega proveniente de Manila, Filipinas, a la misión de San José del Cabo, hoy estado de Baja California Sur, a bordo del galeón de Manila llamado "Santísima Trinidad”.
Juan Nepomuceno Espinoza, en viaje de Manila a Acapulco arriba a la misión de San José del Cabo, aquel año de 1755, en estado de salud sumamente grave, razón por la que se quedó para recibir atenciones por parte de los misioneros y algunas personas de la servidumbre de la misión, hasta que recuperó su salud.
Una vez recuperada sus fuerzas decidió quedarse, y en agradecimiento apoyar en las arduas tareas a misioneros, alistándose con ellos como arriero, viajando por la extensa geografía peninsular, hasta el pie de la sierra de San Pedro Mártir.
En las estribaciones del sur de la sierra de San Pedro Mártir, hoy conocidas como sierra de San Miguel, es el lugar donde se encuentra el sitio en el que cien años después de las exploraciones de Juan Nepomuceno Espinoza, tiene origen la familia Loya Espinoza, siendo esta tierra parte de San Juan de Dios, en un lugar llamado Rosarito, conocido desde 1869 como Rancho Rosarito de los Loya Espinoza. 
Regresando a los orígenes Espinoza, Juan Nepomuceno Espinoza se casa en 1777 en la misión de Loreto, Baja California con Loreto Castro, indígena Cochimi de la zona fronteriza de la nación Cochimi y Guaycura, él de 47 años, ella de 18. En 1778 nace su primer hijo llamado Carlos Espinoza Castro. Desde entonces a Loreto Castro los misioneros la llamaron: "Mamá Espinoza”.

Inicia la dinastía
Carlos Espinoza Castro, fue soldado de cuera o misional, fue nutriero, el primer Espinoza en El Rosario, fue dueño de San Juan de Dios, y de toda las tierras de la misión de El Rosario.
Se casó en 1832 con María Dolores Salgado Camacho, originaria de la misión de San Vicente Ferrer, él de 54 años, ella de 21; en 1833 nace su hija María Rita, en 1834 Ildefonza, José del Carmen en 1838, y Daniel Isidro en 1839 (Daniel Isidro muere a corta edad).
Todos los Espinoza Salgado nacen en San Juan de Dios, rancho Espinoza desde 1799, ubicado a unos cuarenta kilómetros al Este de El Rosario, Baja California, el que fuera también conocido como Rancho Misionero de San Juan de Dios, por estar diseñado y construido como una misión.
José del Carmen Espinoza Salgado se casa con María de la Cruz Marrón Murillo, naciendol en el mismo rancho de San Juan de Dios, sus hijos de nombres María de Jesús en 1855, María Gertrudis en 1856, Policarpo en 1857, y en 1858, José del Carmen, fallecido a los seis meses de edad.

Crece la familia
Hacia el año de 1867 llegó al rancho de San Juan de Dios en busca de trabajo un altísimo hombre de unos 43 años, originario de Villas del Parral, Chihuahua, llamado Ángel Loya Moreno, quien se quedó como vaquero a las órdenes de los Espinoza.
Loya Moreno se casó en 1869 con María de Jesús, entonces de 15 años de edad, hija mayor de José del Carmen Espinoza Salgado, nieta de Carlos, y bisnieta de Juan Nepomuceno, y de la "Mamá Espinoza”.
Loreto Castro había fallecido en la casa de su hijo Carlos el año de 1838, en El Rosario, cuando ella contaba con 80 años, y que para la fecha de su deceso se le conocía también como la "Nanita Loreto”.
Al estilo decretado por el visitador  José de Gálvez, emitido en agosto de 1769, con el cual pretendía poblar las inmensas soledades peninsulares, María de Jesús Espinoza Marrón recibió de su familia Espinoza como dote 50 vaquillas, un semental, un gallo, 5 gallinas, aperos de labranza, una casa, caballos, mulas, burros, cerdos, y ovejas, así como el rancho "Rosarito”, propiedad de la familia Espinoza desde unos 70 años antes.
María de Jesús se casa con Ángel Loya Moreno en la ex misión de Santo Tomas de Aquino, el día 30 de julio de 1869, regresando de inmediato al rancho de San Juan de Dios, donde se les preparó una fiesta a la usanza de los pioneros que duró sólo 15 días, teniendo como invitados a toda la rancherada desde el rancho Matanuco, y Cueros de Venado de la Tía Juana, hasta la ex misión de San Ignacio, Baja California Sur, que en aquel entonces era la zona donde se encontraba asentada la familia Espinoza, pertenecientes ya a 4 generaciones.
Los Loya Espinoza tuvieron muchos hijos, todos nacidos en San Juan de Dios, a excepción de José del Carmen Loya Espinoza, nacido en el rancho Rosarito de los Loya Espinoza, quien fue conocido durante toda su vida como "Nico Loya”.
Los demás nacieron en la casa grande, la de los abuelos, de los bisabuelos, que aun vivian todos juntos en la casona de enormes dimensiones. En ese lugar nacieron los hijos, nietos, bisnietos, y tataranietos de sus dueños originales, Carlos Espinoza Castro y su esposa María Dolores Salgado Camacho.
Los hijos Loya Espinoza fueron Jesús, Ángel, Rosa, Inés, Francisco, Teresa, Ascensión, Guadalupe, Aquilina, José del Carmen, Custodio, Leopoldo, Leonor, y Ángela.
Vivieron todos ellos en el rancho "Rosarito de los Loya Espinoza”, durante al menos el lapso transcurrido entre 1869 a 1927, en ese tiempo nacieron todos ellos, se casaron, nacieron los nietos, y bisnietos.
Viajaban desde todos los ranchos hasta el naciente pueblo de Mexicali, cruzando la sierra de San Pedro Mártir, el desierto de San Felipe, y la sierra de los Cucapah.
Durante esos 58 años en el rancho se realizaron grandes trabajos, se elaboraba uno de los mejores vinos peninsulares, ya que ahí se encontraba Tomas Vidaurrázaga Arce, uno de los mejores vinateros de antaño, incluso ahí en las cercanías del rancho murió a causa de unas barricas de vino que le cayeron encima en la cuesta de "El Salto”, cuando viajaba en carro de mulas de Rosarito de los Loya Espinoza al rancho grande de San Juan de Dios.

Cambios revolucionarios
En ese lapso de tiempo también ocurrieron grandes y dolorosas tragedias en el rancho; pues ahí fue asesinado el incansable y emprendedor Jesús, el hijo mayor del rancho.
La familia sufrió grandes atropellos, antes, durante, y después de la revolución mexicana, a manos de gavillas de forajidos expertos en la lapidación de los bienes ajenos, en la violación de mujeres, y en golpear y asesinar a los rancheros.
Sufrieron en este como en todos los ranchos el ataque permanente de la policía rural, conocida como la "acordada”, de los aduaneros, de los políticos, y de otros salteadores de caminos y ranchos. 
Podremos imaginar si vemos en retrospectiva, como se sentirían aquellas abnegadas familias, las que abrieron a sudor, lágrimas y sangre, aquellos sitios antes inhóspitos, en productivos ranchos ganaderos, autosuficientes en todos los aspectos, y que repentinamente, de la noche a la mañana, llegaban los ladrones con manos limpias, y se apoderaban tanto de los bienes como de la paz de los rancheros. ¡Que injusticia!, 
Debe ser, sin lugar a dudas, esta, una de las principales causas del muy lento avance de México como nación. Asaltaban, despojaban, y asesinaban los bandoleros, los encargados de perseguirlos, los que debían vigilar el progreso, y los que debían mantener la paz.
Por su parte los políticos en aquellos tiempos no se acercaban a pedir el voto, pues no era necesario, de cualquier forma ya tenían repartidos los puestos.
Ellos se acercaban a intimidar, a solicitar caballada, ganado, carne seca, queso, vino, y algo del escaso dinerito que los rancheros poseían. Si no les daban esas "cooperaciones”, se despedían muy amablemente, con hipócrita cortesía, y mas tarde enviaban sobre los rancheros a sus aliados los bandoleros, que arrasaban con todo a sangre y fuego.
Fue la causa por la que toda la familia abandonó el rancho, partiendo en busca de nuevos horizontes en muy diversos lugares.
Desde hace unos 70 años, el saqueado rancho del Rosarito de los Loya Espinoza, existe en ruinas bajo la más profunda soledad, arropado por los polvos del olvido.
De la familia Loya Espinoza, sólo tuve la oportunidad de entrevistar a José del Carmen, quien fue conocido durante su vida como "Nico Loya”. Tal nombre surgió porque fue pequeño no le gustaba su nombre, y sólo lo aceptaba por ser el de su muy querido tatita José del Carmen Espinoza Salgado (su abuelo materno).
Lo de "Nico Loya” le llegó a causa del disgusto que su nombre le causaba, los mayores de la familia le contestaban en referencia a eso "Ni como cambiártelo José del Carmen”, tanto le repetían la frasecita hasta que le quedó, "Nicomo”, y años mas tarde en su primera infancia solo Nico, y después "Nico Loya”.
En 1972, entrevisté en Ensenada a Nico Loya, me relacionó infinidad de informes de los cuales dejo aquí algo asentado, fue además la primera entrevista que escribí, cuando contaba yo con 14 años.
Después de su muerte, ocurrida hacia 1985, entrevisté en varias ocasiones a su hija María Loya Peralta.
Me comentó Nico Loya que cuando él contaba con 9 años, en 1898, su padre ya enfermo, en el rancho, iba saliendo del umbral de la casa, y cuando se disponía a dar su primer paso fuera en aquella fría mañana, estaba un viejo perro dormido al pie de la entrada, aprovechando el calorcito de los primeros rayos del sol.
Don Ángel le dijo a  su hijo Nico:
-¡Mira este perro cabezón, está más jodido que yo!
Don Ángel dio un segundo paso, y se desplomó muerto con los pies casi dentro de la casa, encima del perro, y casi en los brazos de Nico, a quien hasta sus 96 años le retumbaban las últimas palabras pronunciadas por su padre.
Ángel Loya Moreno descansa en el pequeño panteón del rancho, en una tumba que se asemeja a una misión a pequeña escala. Fue hijo de Juan Loya y Laura Moreno, oriundos de Villas del Parral, Chihuahua, lugar del que salió, y al que  jamás regresó.
María de Jesús Espinoza Marrón falleció en El Rosario, Baja California, hacia 1930. Sepultada en el mismo lugar, en una tumba que asemeja una pequeña bóveda.
Ángela Loya Espinoza nacida hacia 1895, se casa con su primo Alejandro Espinoza Peralta, mejor conocido como "Mechudo Espinoza”, ambos de la misma edad; procrearon a Gustavo, Emilio, Arnulfo, Maura, y María Guadalupe.
De la vasta familia  Loya, sólo algunos descendientes de Custodio, de Leonor, y de Francisco viven en El Rosario; el resto habita en muy diversos lugares de la península, y en Estados Unidos.
María Guadalupe Loya Espinoza se casa con Demetrio Zamora, vivieron en Maneadero, en las cercanías de Ensenada, siendo los padres del profesor Demetrio Zamora Espinoza, quien a su vez fue padre de Demetrio Zamora Ramos, quien me ha solicitado estas relaciones.

Recuento
Ahora bien, ¿qué nos queda a los que descendemos de aquellos ranchos como herencia, y como remembranzas?
Por principios de cuentas, tenemos que por los mismos motivos que originaron el abandono del rancho Rosarito de los Loya Espinoza, fueron la causa principal para el abandono de los ranchos de Santa Ursula, de Bruno Peralta Veliz, (suegro de Nico Loya), San Antonio, y Los Mártires, de los Duarte Espinoza, San Juan de Dios de Los Espinoza, San Fernando Velicatá, en la ex misión, de los Montes Espinoza, Santa Catarina, de Gilberto Peralta Veliz, El Cartabón de los Espinoza, Las Codornices, La Escondida, de los Espinoza, entre muchos otros, como los antiguos ranchos de los Machado, digo esto por citar solo algunos de la zona de El Rosario, pues esta situación se dio en la mayor parte de la geografía bajacaliforniana.
Son muy pocos los ranchos que lograron permanecer, como San José de los Meling, arriba de San Telmo, La Suerte de los Espinoza, en El Rosario, El Águila de Reyes Quiñónez Castellanos, Santa Inés de los González en Cataviñá, Los Tres Enríquez de los Smith, ya que los más desaparecieron, se encuentran desde hace mucho tiempo en la ruina total, o parcialmente ocupados. 
Las familias se dispersaron en desbandada por los motivos ampliamente comentados en este breve trabajo.

"Nuestras tradiciones son cultura y conocimiento, valoremos nuestro legado”

"Somos de Baja California, no de Baja”.

*El colaborador es miembro titular del Consejo de Cronistas Regionales
del Instituto Municipal de Cultura y Desarrollo Humano de Ensenada, B. C.
El presente trabajo no sigue lineamientos gubernamentales, religiosos, económicos, ni políticos.


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