San José de la Zorra

El 19 de marzo los kumiai realizaron su fiesta patronal anual, donde compartieron comida, artesanías, cantos, bailes y juegos prehispánicos
sábado, 29 de marzo de 2014 · 21:40

Por: Carlos Lazcano/EL VIGÍA,
Arnulfo Estrada/COLABORACIÓN
 
Ensenada, B. C. - El Valle de San José de la Zorra se encuentra a unos 50 kilómetros al norte de Ensenada, y a 12 kilómetros del Ejido El Porvenir. 
A partir de éste último punto se le accede por terracería, accesible para cualquier tipo de vehículo. El valle es pequeño y hermoso, en este tiempo está lleno de verdor, por lo que sus encinales destacan por lo grandes y frondosos. 
A la entrada del poblado destaca su pequeña capilla, dedicada a San José, el esposo de la Virgen María. 
En este poblado viven unas 140 personas, en poco más de 30 viviendas que se encuentran dispersas por el valle. Solamente unas 30 personas hablan la lengua kumiai,  no todos a la perfección. Ya en la gran mayoría de los niños la lengua materna no es el kumiai, sino el español.
San José de la Zorra es una de las comunidades indígenas kumiai más antiguas de Baja California. Sus orígenes se remontan a los tiempos prehispánicos, varios miles de años antes del presente, cuando la península de Baja California era dominio de los grupos pericú, guaycura, cochimí y yumano, siendo a éste último al que pertenecen los kumiai.
En ese tiempo los grupos indígenas eran semi-nómadas, por lo que los grupos kumiai ocupaban temporalmente el pequeño Valle de San José de la Zorra, gracias a que tenía agua permanente, y a su gran cantidad de recursos naturales que les ayudaban a sostener y desarrollar sus formas de vida, sobre todo por la presencia de los grandes encinos, que los proveían de bellotas, uno de sus alimentos favoritos, así como de abrigo gracias a su gran follaje. 
Los kumiai ocupaban esta región durante buena parte de la primavera y el verano, para después trasladarse en el invierno a la costa, en la que frío era menos crudo y dicha región les proveía de otro tipo de dieta.

Presencia hispana
Hacia fines del siglo XVIII la presencia hispana empezó a notarse en la región, y fue permanente con el establecimiento de la misión dominica de San Miguel Arcángel de la Frontera (el actual pueblo de La Misión), en 1787, a cuya circunscripción quedó integrada la ranchería de San José de la Zorra. 
De esta manera, poco a poco, el antiguo territorio de los kumiai les empezó a ser arrebatado. Al ser abandonada la misión de San Miguel Arcángel, San José pasó a depender de la misión de Nuestra Señora de Guadalupe (hoy en Francisco Zarco), fundada en 1834.
Los kumiai fueron perdiendo mucho de su territorio, especialmente sus sitios sagrados, y no fue sino hasta 1867 que los reconocieron oficialmente como posesionarios del territorio de San José de la Zorra, aunque muy disminuido, el que siguen conservando hasta hoy, como un ejido indígena.
En nuestros días los kumiai presentan un alto grado de asimilación de la cultura occidental, aunque aún conservan algunos elementos de su cultura indígena yumana. El elemento más importante es su lengua, pero son muy pocos los hablantes, y si no hacen algo pronto, la perderán del todo, con lo cual habrán perdido su principal fuente de identidad.

La fiesta patronal
Una de las tradiciones más arraigada entre ellos es la celebración de la Fiesta Patronal de San José, quien es el patrono de la comunidad. Se trata de una celebración que parte de las tradiciones cristianas, es decir, del tiempo de las misiones, pero que conserva numerosos elementos indígenas. Se lleva a cabo cada 19 marzo, día de San José.
La fiesta se celebra bajo la sombra de unos grandes encinos, los que proveen un refugio contra el sol y el viento. El paraje es realmente hermoso gracias al extenso follaje del encinal. 
Ahí, desde muy temprano se reunieron las mujeres para preparar la comida que se ofrecerá durante la fiesta; hay alimentos de origen indígena, como el atole de bellota, y otros de origen hispánico, como la barbacoa de borrego, las tortillas de harina, el arroz y los frijoles, traídos todos ellos por los misioneros.
El atole se elabora siguiendo un largo proceso que consiste en colectar una variedad de bellota grande y amarga, que quiebran en un metate, dejándola secar por unos días. 
Después, separan manualmente la cáscara, y la pulpa es molida en metate, hasta adquirir una harina muy fina, que será hervida hasta quitarle lo amargo. Posteriormente, se hace el atole, moviéndolo constantemente con una cuchara de madera para que no se pegue al fondo del recipiente. 
Antes de servirse, se deja enfriar hasta que tenga una consistencia muy parecida a la gelatina. Se sirve en pequeños trozos. El atole tiene poco sabor, y se puede consumir directamente, o agregando miel o sal; otros lo consumen con trozos de carne seca o asada, o en tortilla, dependiendo de cada gusto.
En lo que las mujeres preparan la comida, temprano se celebra misa en la pequeña capilla, dando inicio formal a la fiesta. 
El celebrante es el sacerdote que viene desde Guadalupe, ya que San José de la Zorra es parte de su parroquia. Al final de la misa le cantan las mañanitas a San José, haciéndolo de una manera festiva y amena.
Este año, en el transcurso de la mañana fueron llegando los invitados a la fiesta. Mmiembros de otras comunidades indígenas, principalmente kumiai, como San Antonio Necua, La Huerta, Juntas de Nejí, así como de otras etnias, como los pa ipai de Santa Catarina. 
También asisten personas de Ensenada, Tijuana, Tecate y Mexicali, interesadas en las culturas indias de nuestra península, así como funcionarios de varias dependencias, tanto federales como estatales, como la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), el Instituto Nacional de las Lenguas Indígenas, el Sistema Estatal de Educación Indígena, entre otras.
Los artesanos de varias comunidades fueron instalando sus pequeños puestos donde ofrecían artesanías; principalmente cestería kumiai, elaborada con junco y con sauce, cerámica pa ipai, atrapa-sueños, aretes y hasta hierbas medicinales de la región.
Dieron la bienvenida a los visitantes el señor Javier Ceseña, alias "El Veneno”, miembro de la comunidad kumiai de San Antonio Necua, y don Gregorio Montes, autoridad tradicional de San José de la Zorra y consejero nacional kumiai de la CDI.
Posteriormente todos los asistentes formaron un gran círculo bajo los grandes encinos, y la autoridad tradicional bendijo el evento y a los asistentes con humo de salvia. 
Entonces dieron inicio los cantos y danzas tradicionales por parte de varios kumiai y algunos pa ipai. Sus cantos son monótonos, aunque agradables, acompañados por sonajas, al igual que los bailes. 
En ellos participan tanto hombres como mujeres. Un grupo de jovencitas pa ipai ofreció unos cantos y bailes muy tradicionales y posteriormente música norteña, acompañadas por guitarras y un acordeón.

Juegos prehispánicos
Enseguida l os asistentes a la fiesta fueron invitados a participar en el juego de las cañuelas, de origen prehispánico, una especie de juego de dados, que consiste en seis palos de sauce de aproximadamente 20 centímetros de largo, con una cara plana y una ovalada, así como también un juego de 15 palillos redondos más pequeños. 
Lo pueden jugar dos personas o dos parejas. La dinámica es la siguiente: un árbitro se encarga de tomar los 15 palillos más pequeños  y repartirá seis al primer jugador que logre iniciar el juego al obtener las seis caras planas de los palos grandes al ser azotados en el suelo (o en una mesa); luego, otro jugador contrincante toma los palos y repite el procedimiento del primero, y los palillos ganados serán el mismo número de caras planas que hayan quedado hacia arriba; la dinámica se repite, hasta que el árbitro agote los 15 palillos, y a partir de ese momento, los jugadores obtienen del rival la misma cantidad de palillos que las caras planas le indiquen, hasta que uno de los dos contrincantes, obtenga la victoria al acumular los 15 palillos que están en disputa. 
El árbitro, también tiene la función de vigilar que todos los jugadores cumplan con las reglas establecidas al principio del juego.
También se jugó  el piak, otro juego tradicional kumiai, parecido al hockey. Consta de palos de sauce con la base curva y una pelota de madera dura de aproximadamente 5 centímetros de diámetro. 
Lo pueden jugar dos equipos compuestos por dos a cinco jugadores por bando. Los equipos trazan una cancha de dimensiones parecidas a una cancha de futbol soccer, con porterías de unos dos metros de ancho. 
El árbitro se encarga de enterrar la pelota en el centro de la cancha, mientras los equipos toman posiciones en su respectiva área. Una persona por equipo, se posan a un costado de la pelota enterrada y a la orden del árbitro, serán los encargados de desenterrar la pelota con los palos curvos. 
El primero que lo logre, se la pasa a sus compañeros y en labor de equipo tratarán de pasarla por la portería contraria, ganando el juego el que anote más goles. 
La competencia de tiro con arco, es de manera individual y se juega puntería, o quien logre hacer el tiro más largo.
Después de estos juegos se procedió a la comida, la cual se llevó a cabo con gran camaradería y convivencia. Cayendo la tarde finalizó el evento con más danzas y cantos, y al final una gran fogata que pudo observarse desde los confines del Universo.


Valle pequeño y hermoso.
En el poblado viven unas 140 personas, en poco más de 30 viviendas que se encuentran dispersas por el valle. Solamente unas 30 personas hablan la lengua kumiai.
 

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