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El asesino fiel

Ramón Mercader, el homicida de León Trotsky, pasó casi 20 años en prisión y otros 18 entre Moscú y La Habana. Nunca reveló los secretos de la operación que ejecutó en México
miércoles, 19 de agosto de 2015 · 00:00
México, D. F. - Nada se sabrá sobre el paso del asesino de León Trotsky, el catalán Ramón Mercader, por Moscú o La Habana, ya que los archivos oficiales han sido sellados, asegura el historiador cubano Álvaro Alba.
 
El 21 de agosto se cumplirán 75 años del crimen cometido en México, pero es en Rusia donde la leyenda del agente soviético sigue viva. Su apellido es utilizado por los espías como sinónimo de la sentencia mortal que aguarda a los renegados del régimen, a quienes se les envía "un Mercader” para cumplirla, cuenta el también periodista, egresado de la Universidad de Odesa, en Ucrania.
 
Héroe de la Unión Soviética por decreto del Soviet Supremo, el catalán fue reconocido por sus servicios al antiguo NKVD, encargado de cumplir las órdenes del dictador Josef Stalin, para quien la muerte del creador del Ejército Rojo era una prioridad.
 
Mercader fue el verdugo de Trotsky, pero a la vez fue víctima de su ideología, considera el historiador catalán Eduard Puigventós.
 
"Se inmoló creyendo que así contribuiría al surgimiento de un nuevo mundo”, escribe en Ramón Mercader, el hombre del piolet (Now Books, 2015), la primera biografía académica dedicada al militante comunista. 
 
Subraya que fue el fracaso del atentado del 24 de mayo de 1940, cuando un grupo comandado por David Alfaro Siqueiros disparó en la madrugada contra la casa de Trotsky en Coyoacán, lo que determinó que Mercader dejara de ser espía para convertirse en ejecutor.
 
En su libro Eitingon. Las operaciones secretas de Stalin en México (Debate, 2014), el historiador y periodista mexicano Juan Alberto Cedillo detalla la Operación Pato, que costó 300 mil dólares y fue organizada desde la URSS por el jefe del NKVD, Lavrenti Beria, su subalterno Pavel Sudoplatov, y el jefe de la Sección de Operaciones Ilegales, encargado de eliminar a los enemigos de Stalin: Leonid Aleksándrovich Eitingon.
 
Desde 1939, escribe Cedillo, los soviéticos comenzaron a reclutar mexicanos influyentes que pudieran servir a sus planes: el embajador en Francia, Narciso Bassols, que acompañó a Eitingon a México; Adolfo Oribe de Alba, director de la Comisión Nacional de Irrigación en el sexenio cardenista, y Vicente Lombardo Toledano, director del periódico El Popular, creado por la CTM.
 
Mercader asumió la identidad de un joven belga, Jacques Mornard, para enamorar a la trotskista Sylvia Ageloff. En septiembre de 1939, fue a buscarla a Nueva York con un pasaporte falso a nombre del canadiense Frank Jacson, y en enero de 1940 logró conocer a Trotsky en una visita que hicieron a la casa de la calle Viena, ya para entonces convertida en una pequeña fortaleza.
 
La misión del catalán era actuar como los ojos y oídos del régimen.
 
"Gracias a que tenía una memoria fotográfica, pudo informar cómo estaba distribuida la vivienda”, explica Cedillo.
Fue Mercader, asegura, quien advirtió a los atacantes que, en el dormitorio de Trotsky y Natalia Sedova había un arma lista para disparar si alguien forzaba la puerta, lo que hizo al comando desistir de comprobar si alguno de los 73 balazos que impactaron en la habitación había causado la muerte del revolucionario ruso.

El fracaso de la operación, atribuido a la inexperiencia del grupo y al exceso de tequila, obligó a optar por un plan alterno. Decidieron replicar el asesinato del embajador de la URSS en Persia, a fines de 1939, donde un marino apellidado Bokov aprovechó el momento en que el diplomático revisaba sus papeles para golpearlo en la cabeza con una barra de acero, matándolo al instante.


EL CRIMEN
La tarde del 20 de agosto de 1940, Mercader acudió solo a la casa de Viena. Llevaba un artículo político para que Trotsky lo revisara y el piolet oculto, cosido al forro de la gabardina. Cargaba además un puñal y una Star .45.
 
"Ramón pensó que con un golpe del piolet lo mataría y podría marcharse sin que nadie se diera cuenta. Su uso era para proporcionarle una mejor huida. Nunca esperó que Trotsky, con una herida de 7 centímetros de profundidad (en el cráneo), se levantara y lo enfrentara”, explica Puigventós, quien cree que Mercader cerró los ojos al descargar el golpe, lo que impidió una muerte instantánea.
 
El agónico grito del revolucionario alertó a los guardias, que golpearon a Mercader, quien fue llevado a la Cruz Verde, donde quedó detenido. Trotsky fue operado en esa misma clínica por un equipo médico dirigido por Gustavo Baz. Sobrevivió a la intervención, pero murió a las 19:25 horas del día siguiente, 21 de agosto.
 
Eitingon, consciente de la dificultad de que Mercader lograra escapar tras el crimen, lo había preparado para resistir los interrogatorios de la policía. Soportó hasta dos palizas diarias sin revelar su identidad ni confesar que Trotsky había muerto por órdenes de Stalin.
 
Permaneció en prisión 19 años, 8 meses y 14 días, escribe Alba. Primero en Lecumberri, 18 años, y después en Santa Martha Acatitla, sin aceptar nunca, a pesar de las pruebas, que fuera Mercader. Dejó la cárcel como Jacques Mornard. Durante ese tiempo, consigna Cedillo, hubo varios intentos por liberarlo, como la Operación Gnomo. Y también estuvo en riesgo: un policía, Bartolo Oliva, ofreció a la viuda de Trotsky asesinarlo por 50 mil pesos.
 
Alba afirma que Mercader sabía de los planes para rescatarlo, que incluían tanto la incursión armada como el soborno. En 1944, su madre, Caridad Mercader, responsable según Puigventós de su reclutamiento por los servicios secretos soviéticos, llegó a México para colaborar en su fuga. Incluso planeó quedarse a vivir como exiliada española, pero Moscú no lo aprobó.
 

ABRAZO CUBANO Y RUSO
De acuerdo con la pintora Carmen Vega, que convivió con Mercader y su esposa, Roquelia Mendoza, testimonio que Alba recoge en su libro "En la pupila del Kremlin” (Asopazco, 2011), el catalán era una persona fiel a sus
convicciones, que nunca se arrepintió de sus actos. 
 
Ya en libertad, se reunía con antiguos compañeros de lucha -había combatido en la Guerra Civil española y militado en el Partido Socialista Unificado de Cataluña-, pero no era afecto a las discusiones políticas, afirma el cubano.
 
Fue Vega, asegura el articulista de Martí Noticias, quien solicitó a Fidel Castro, en diciembre de 1972 en Moscú, que autorizara la entrada a Cuba de Mercader, a donde se trasladó en 1974 con Roquelia y dos hijos adoptados: Laura y Arturo, quien después estudió en la Academia Naval de la Marina de Guerra Revolucionaria.
 
En la URSS, Mercader colaboró como investigador en los tres volúmenes de Guerra y Revolución en España. 1936-1939, escribe Puigventós. "Mientras que en Cuba se desempeñó como asesor del Ministerio del Interior”, agrega Alba.
 
Aunque en varias ocasiones Castro anunció su visita a Mercader, según Vega nunca se concretó. Una fotografía proporcionada a Puigventós por Jean Dudouyt, sobrino de Mercader, donde su tío aparece junto al mayor de los hermanos, Ramón Castro, prueba que tuvo relación con la familia, señala el historiador catalán.
 
En 1977, un año antes de su muerte, Mercader intentó regresar a Barcelona. Durante un viaje a Moscú se reunió con el dirigente del PCE, Santiago Carrillo, para pedirle que gestionara su retorno.
 
"Carrillo le puso una sola condición: que escribiera una confesión de las actividades realizadas a lo largo de su vida, lo que consideró insultante”, cuenta Alba. "De haber aceptado, hubiera sido desleal con su vida y sus principios, como le expresó en una carta a su hermano Luis. Y también con la organización para la que había trabajado”.
 
Esa fidelidad perpetuó su condición de héroe. Mercader es una referencia para quienes se inician en los servicios secretos rusos, asegura el periodista. "Es el asesino del Kremlin condecorado y llevado al altar como prototipo de entrega a una misión”.
 
En Rusia, agrega, desde Félix Dzerzhinski, el fundador de la Cheka, hasta Mercader, forman parte del culto a los órganos de espionaje propiciado por el presidente Vladimir Putin, ex coronel de la KGB: "Cualquier intento por presentarlos como asesinos es considerado una ofensa a la historia”.
 
Puigventós no pudo acceder, cuando escribía su biografía, a los archivos cubanos ni rusos. Eso le impidió consultar el expediente hospitalario de Mercader en La Habana, donde falleció en 1978 víctima de un cáncer de huesos, aunque existe la versión de que pudo ser envenenado con un reloj que le regalaron sus camaradas de la KGB, al que habrían cargado con un elemento radiactivo."Nunca se puede decir que es imposible”, explica el historiador, "pero tendría que haber sufrido una exposición prolongada y constante (a la radioactividad). Todo parece indicar que padeció un tipo de tuberculosis o leucemia que, por una mala diagnosis, derivó en cáncer. En casos extremos, la radiactividad podría haber acelerado el proceso, pero la posibilidad es un poco remota”.
 
Interrogantes quedan muchos, reconoce Alba. Uno es el apoyo brindado a la operación por los agentes del NKVD
ubicados en Estados Unidos y otros países de América Latina, y la posibilidad de que exista, guardado en una carpeta, un plan detallado del asesinato de Trotsky. "Pero no lo sabremos”.

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