¿Qué le pasa al INAH?

El consentimiento del instituto para destruir vestigios arqueológicos en Tlaltizapán, Morelos, es el último de los casos que ha causado indignación entre académicos e interesadas en la preservación del patrimonio histórico
domingo, 2 de agosto de 2015 · 00:00
Recientemente, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ordenó la destrucción de una serie de vestigios arqueológicos que se encontraban dentro del municipio de Tlaltizapán, en el estado de Morelos. Ésto con el fin de continuar la construcción de la autopista Siglo XXI. Los vestigios señalados son cimientos de construcciones teotihuacanas del año 200 o 300, al parecer un conjunto habitacional, así como ollas, vasijas, e instrumentos de piedra y de otros materiales.
Fueron varios los argumentos que en diversos momentos dio el INAH, entre ellos "que no son lo suficientemente importantes para su resguardo”. También, personal del INAH consideró que "desafortunadamente no hay una pirámide, ni una pieza que se pudiera considerar patrimonio nacional o municipal”.
Otros argumentos que expusieron fueron que este sitio fue "intervenido hace ocho o 10 años, en donde se hicieron algunos trabajos con maquinaria pesada, dejando al descubierto estos vestigios arqueológicos, y debido al tiempo, las lluvias y el aire, tuvieron un grave deterioro, por lo que debido a su estado, sería inviable e irresponsable que estos vestigios se conservaran y que se protegieran”.
Esta actitud del INAH causó profunda indignación entre la comunidad de Tlaltizapán, cuyos habitantes buscaron ampararse ante ella, sin lograrlo, por lo cual no pudieron impedir el atentado.
La destrucción total de estos vestigios igualmente causó indignación de numerosos académicos y personas interesadas en la preservación de nuestro patrimonio arqueológico e histórico.
En particular sorprendieron los argumentos del INAH para destruir los vestigios. Alma Rosa Cienfuegos Domínguez, jefa del Departamento de Trámites y Servicios Legales del INAH en Morelos, señaló que "hubiera sido muy irresponsable conservar estos vestigios... la evidencia que teníamos no estaba completa, estaba descontextualizada...”.
Otra parte de la argumentación es que no podían dejar así nomás estos vestigios, ya que serían presa de los saqueadores. Así pues, lo que está diciendo el INAH es, básicamente, "si no puedo cuidarlo, mejor lo destruyo”.
Todas estas respuestas sorprendieron por lo absurdas. Cuando un sitio arqueológico no se puede resguardar o cuidar, simplemente se le vuelve a cubrir o tapar con tierra, para de esta manera preservarlo y esperar tiempos mejores para exponerlo al público, o dejarlo así, cubierto, para futuros estudios.
Pero aquí se le quiso destruir. Y la razón fue para evitar que la famosa autopista fuera desviada. Se trata de un caso más en que las autoridades del INAH evaden su responsabilidad de proteger nuestro patrimonio para de este modo beneficiar a empresas depredadoras.

Los concheros en BC
Este no es el primer caso. En años recientes ha habido muchos en los que se anteponen intereses económicos o privados a la preservación del patrimonio cultural, arqueológico o histórico. Se trata de un atentado al patrimonio de México, un atentado a las raíces y la identidad del pueblo mexicano.
En Baja California hemos tenido varios ejemplos parecidos en los que ha sido destruido parte importante de nuestro patrimonio. En los últimos 20 años, la delegación del INAH en Baja California permitió la destrucción del 95 por ciento de los sitios concheros en la costa entre Ensenada y Tijuana.
Se trataba de un patrimonio rico y valioso, resultado cultural de 12 mil años de presencia indígena en la región.
En Ensenada, con autorización de la delegada del INAH, Julia Bendimez, fue destruido el conchero de las Rosas, uno de los sitios arqueológicos más importantes de la bahía, que también representaba miles de años de presencia indígena.
La misma delegada también quiso autorizar la destrucción del conchero de Punta Banda, sin embargo esto se impidió gracias a un movimiento ciudadano que impugnó el proyecto detras de esta destrucción, que era la construcción de hoteles y campos de golf.
La labor nefasta de la delegada del INAH en Baja California no ha terminado ahí, pues está a afectado a sitios con arte rupestre, campamentos indígenas, sitios paleontológicos, entre otros.
En el Cañón de Doña Petra han sido afectados varias de sus zonas de morteros, vestigios de los primeros kumiai que poblaron Ensenada.

Visión depredadora
La destrucción sistemática del patrimonio cultural de México resulta de varias vertientes. Una de ellas es la de facilitar proyectos depredadores, sobre todo mineros e inmobiliarios, que no respetan en absoluto sitios arqueológicos, ni naturales, con tal de extraer los recursos naturales hasta saquear y destruir totalmente las regiones.
Se trata de la visión neoliberal que se impone sobre cualquier aspecto de México: cultura, identidad, protección ambiental, derechos humanos. Es decir, el ganar dinero unos cuantos, pasando por encima de todo, desde luego con apoyo y participación del sector gubernamental, que ha convertido la política en negocio y considera a México como su propiedad de la que puede disponer a su antojo, incluyendo su venta y destrucción.
Otra de las visiones neoliberales sobre nuestro patrimonio es que este debe existir únicamente en función del turismo. Es decir, si no hay pirámides o sitios espectaculares susceptibles de ser explotados turísticamente, los sitios no interesan y es mejor destruirlos.
Una visión más es la de ir desligando a las comunidades de identidades y raíces, y una manera es destruir vestigios arqueológicos e históricos, las justificantes son las citamos al inicio de este artículo.
Ya sabemos que una comunidad sin raíces e identidad es fácilmente manipulable, y esta tendencia es parte de la labor de ofrecer educación de cada vez peor calidad, de formar ciudadanos incultos que no reconocen una identidad y menos una raíz.
La situación es preocupante, ya que se ve que el gobierno y los capitalistas, en especial los extranjeros, quieren despojar al pueblo mexicano de sus territorios.
Están buscando maneras de irlos arrinconando en las ciudades, en las zonas marginadas, en los barrios pobres, condenándolos a la peor calidad de vida. Quieren apoderarse de los territorios para destruirlos para exprimirles hasta el último recurso explotable, no importando que la tierra quede yerma, herida de muerte, sin jamás poder recuperarse.
Quieren explotar los bosques hasta no dejar un solo árbol. Por otra parte, quieren apoderarse de las playas, de las costas, para dejárselas exclusivamente a los extranjeros.
Realmente estamos viviendo tiempos difíciles que nosotros mismos permitimos. Seguimos votando por quienes propugnan por toda esta destrucción. Seguimos votando por los depredadores, por los saqueadores, por los que se sienten por encima de todos los mexicanos y cada día nos demuestran su desprecio y nos encajan más el sometimiento.


En Baja California hemos tenido varios ejemplos parecidos en los que ha sido destruido parte importante de nuestro patrimonio. En los últimos 20 años, la delegación del INAH en Baja California permitió la destrucción del 95 por ciento de los sitios concheros en la costa entre Ensenada y Tijuana


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