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Sensibilidad como vocación

Cada día, al terminar su jornada de trabajo como director académico del CUT, Tadeo Javier Meza atiende a los perros que alberga en el refugio Rescatistas Caninos de Ensenada, del cual es fundador
sábado, 5 de septiembre de 2015 · 00:00
Debido a que el índice de perros y gatos abandonados en las calles sigue creciendo de manera exponencial, el problema ha dejado de ser una cuestión moral para convertirse en un gran problema de salud pública, sin contar el sufrimiento que pasa la mayoría de los animales por la deplorable calidad de vida en la que se encuentran: desnutridos, maltratados, enfermos, rechazados, minimizados, por mencionar sólo algunos aspectos.

En abril de este año, Raúl Humberto Sánchez Zamudio, director del Centro Canino de Ensenada, comentó que al mes llegan al centro un aproximado de 700 perros callejeros, de los cuales el 95 por ciento de ellos son sacrificados, mientras que sólo un 3 por ciento es adoptado o rescatado por dueños o activistas.

De alguna manera las reformas a la "Ley de protección a los animales domésticos en Baja California” es sinónimo de que existe un interés latente, de la misma forma expresa el repudio hacia el maltrato y actos de crueldad dentro de la región. Sin embargo, los animales de la calle pocas veces, o nunca, se benefician de ello.

Tadeo Javier Meza Quintero, psicólogo, activista, académico, y encargado del refugio Rescatistas Caninos de Ensenada, nos habla de manera más profunda acerca de lo que significa ser una persona socialmente responsable, comprometida con lo que sucede alrededor. Porque, la mayoría de las veces, sólo se necesita un poco de humildad y altruismo.

Herandy Rojas (HR): Tadeo, has trabajado tanto con personas en situaciones difíciles como con animales abandonados y/o maltratados. Actualmente acabas de abrir el refugio Rescatistas Caninos de Ensenada, lugar donde das alojo a perros abandonados, enfermos o que han sido maltratados por sus dueños. ¿Cómo fue tu acercamiento a esta causa?

Tadeo Javier Meza (TJM): Yo creo que esto viene desde mi niñez porque mi papá siempre fue rescatista, a su manera, pues en su momento no se usaba el nombre de "rescatista” como tal, pero mi padre siempre que veía un perro en la calle lo llevaba a la casa o se acercaba a él y le compraba algo de comer. Él me sensibilizó mucho.

Recuerdo aquella época, yo tendrá cinco o seis años, cada vez que encontrábamos algún perro o gato desprotegido en la calle me decía: "Imagínate qué pudo haber pasado para poder estar aquí, cuántas patadas pudo haber recibido de personas que lo rechazaron, cuántos días sin comer tendrá. Vamos a comprarle comida hoy, porque a lo mejor hoy es el último día que recibe comida, puede ser atropellado, estar enfermo, y morir”.

Eso, cuando nosotros no podíamos llevarlo, ya que teníamos llena la casa de animales rescatados. Pero "vamos a darle de comer hoy y acariciarlo, porque quizá sean las últimas caricias que reciba”. Entonces, él me hacía sensibilizarme con el dolor de los animales. Esa es la más grande herencia que he recibido de mi padre.

Ahora, si yo veo un perro de la calle no veo al animal sino su historia y a dónde va a llegar a parar. Eso me hace sentirme responsable si yo sé que tengo un espacio y la facilidad para gestionar recursos y apoyarlo. 

Yo recuerdo mucho mi niñez, viví en una casa humilde, pequeña, de madera, que mi papá hizo, pero tenía mucho jardín. Había perros rescatados, conejos, muchos árboles con aves. Siempre fui cercano a todo eso.

HR: Cuéntame cómo nació la idea de abrir el refugio y cómo ha sido la experiencia de trabajar en una causa que requiere tanta sensibilidad como vocación.

TJM: Cuando yo llegué a Ensenada no tenía las condiciones para adoptar perros, lo que hacía era apoyar a organizaciones que sí tenían el tiempo y disponibilidad para hacerlo. Ahora que me tocó comprar una casa conseguí una pequeña, pero con el patio tres o cuatro veces más grande, pues quería destinar un espacio a crear un huerto orgánico y otro a perros rescatados.
El día que nació el refugio una amiga y yo fuimos a la perrera a rescatar un perro cada quien, ella sabía el día que los sacrificaban. "En la perrera los matan el martes y viernes”, me dijo. Al llegar vimos unos 20 perros dentro de las jaulas, ladrando, gritando, se les veía la tristeza, el dolor y la desesperación. Ese día salimos con nueve. En mi consciencia no podía caber la idea de haber estado ahí y saber que al día siguiente iban a morir todos. Así que me llevé todos los que pude. 

Así se empezó a generar el movimiento. Surgió de ver el sufrimiento en la perrera.

HR: Además de lo satisfactorio de esta labor, con frecuencia el desinterés y maltrato emocional de la sociedad es alarmante. ¿Cómo han reaccionado los vecinos, puesto que el refugio lo tienes en tu propia casa, las otras organizaciones defensoras de los animales en la ciudad y la sociedad en general?

TJM: Tengo la fortuna de que uno de mis vecinos de al lado es rescatista de Pit bulls, y los del otro lado apoyan estando al pendiente de los animales. Como todos los días estoy limpiando, los bañamos seguido, los desparasitamos; ellos se dan cuenta y no ha habido problema alguno.
Respecto a otras organizaciones, yo colaboro, creo, que con la mayoría. Cuando una organización hace un evento de venta para recaudar fondos, trato de comprar lo que necesito con ellos, para apoyar.
Estoy por colaborar en el "Viva Pets Festival”, con 4 Patas. Entre más seamos es mejor porque el problema es muy grande y no hay una solución inmediata.
La sociedad en general ha reaccionado muy bien en redes sociales. Hay casos específicos de críticas, gente que cuestiona por qué estamos ayudando a los animales y no a otras personas, pero es aproximadamente un 5 por ciento de la población. Puedo decir que ha habido muy buena respuesta, hemos recibido tanto donativos como adoptantes. 

HR: ¿Cuántos perros tienes actualmente en el refugio y cuál es el proceso de adopción?
 
TJM: Mira, hay muchos adoptantes, la cuestión es el filtro. Porque hay personas que no tienen el tiempo, la economía, por lo menos lo más básico. Nosotros entregamos a los perros esterilizados, desparasitados y vacunados, entonces, a las personas que adoptan un perro les pedimos que mínimo paguen las vacunas, que son como 250 pesos. Mucha gente dice "si no es gratis no lo quiero”. Con base en eso, puedo subir la foto de un perro a Facebook y tener respuesta de unas 50 personas con intenciones de adoptarlo, pero si no pueden, o no quieren, pagar sus vacunas, no me imagino qué puede pasar si al perro le pasa algo y necesite alguna atención más costosa.

HR: ¿Cuál es el protocolo que se sigue cuando llega un nuevo miembro al refugio?
 
TJM: Cuando llega un nuevo perro, lo ponemos en observación durante un mes, alejado de los demás animales para ver qué reacciones tiene. Ya que veo que está sano, después de haberlo llevado a revisión con un veterinario y tiene las vacunas, lo ponemos con los demás, lo esterilizamos, y es entonces cuando subimos las fotos a las redes sociales. Desde que subimos las fotos no pasan dos semanas en que el perro se da en adopción. Como te digo, adoptantes hay muchos, pero buscamos la forma de que estén bien acomodados; que la persona se haga responsable, que esté sensibilizada con ellos. 

HR: Dentro de los refugios siempre hay historias significativas que te impulsan y motivan con el proyecto. 
 
TJM: Sí, muchas personas me ubican por los rescates, a tal grado de que ha habido ocasiones en que los policías municipales van y me buscan para que los apoye en algún rescate, porque encontraron un perro o para que los oriente en qué es lo que pueden hacer.
Hace unas semanas subí a las redes sociales un agradecimiento a unos policías que rescataron una perrita y se viralizó de una forma incontrolable, a tal punto que en menos de cinco días recibí invitaciones de amistad en Facebook de muchas partes del mundo, de Europa, Sudamérica; estoy hablando de que casi 4 mil personas me mandaron solicitud de amistad. La imagen y el texto que publiqué llegó a 31 mil "me gusta”, de esa red social.
En esa ocasión, más de mil personas querían adoptar a la perrita. Y fue también a raíz de eso que recibimos una donación muy importante por parte de la asociación civil sin ánimo de lucro Pro Can, quienes ahora nos proveen de todo lo que tiene qué ver con alimentos. Así es como las personas se van sumando, es algo realmente importante.

HR: Además de ser activista, también eres director académico del Centro Universitario de Tijuana (CUT), ¿sientes que este fluir entre dos cuestiones tan distintas ha ayudado, de alguna manera al refugio? ¿Hay algún tipo de vinculación o apoyo?
 
TJM: Hay muchos alumnos que me siguen en las redes sociales, que se han dado cuenta y se han sumado, algunos ayudando a limpiar, sacándolos a pasear, donando objetos como casitas o collares. En muchos casos los perros se han quedado con alumnos o sus familiares. Incluso han hecho servicio social sin el condicionamiento de que tienen que hacer horas, sino como algo voluntario por el afecto que tienen. 
Esto es interesante, pues muchas personas creen que alguien con un cargo directivo difícilmente tiene la sensibilidad para hacer este tipo de cosas. Es como romper un paradigma también, yo salgo de aquí y me pongo un pantalón y una camiseta vieja para estar con los perros, darles de comer y jugar con ellos.
Ha servido también para esa parte, para que los alumnos no se deslinden, por más preparación académica que tengan, por más oportunidades de empleo que tengan, que no pierdan esa sensibilidad hacia el dolor ajeno. En términos generales creo que es lo que nos hace falta como sociedad.


Herencia de sensibilidad
"Vamos a darle de comer hoy y acariciarlo, porque quizá sean las últimas caricias que reciba”, eran palabras frecuentes del padre de Javier Tadeo Meza. "Él me hacía sensibilizarme con el dolor de los animales. Esa es la más grande herencia que he recibido de mi padre”, afirma el rescatista.



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