Raíces

Misiones de las Californias XXI: San Fernando Velicatá, la única misión franciscana en la península

Después de que los jesuitas fueran expulsados de la península, en 1678 llegaron los franciscanos, quienes levantaron la primera capilla de esta misión. Los dominicos llegaron después para continuar con la labor de evangelización, aunque vivieron un periodo difícil en Baja California, puesto que el imperio español estaba en franca decadencia
domingo, 16 de julio de 2017 · 00:00
CARLOS LAZCANO/COLABORACIÓN
carloslascano@hotmail.com | Ensenada, B. C.


Corría el mes de febrero de 1766. El misionero jesuita de origen checo Wenceslao Linck exploraba el norte peninsular llegando hasta una altura que ningún otro misionero había alcanzado por tierra. Su objetivo era el de localizar sitios donde establecer nuevas misiones.

Linck era el titular de la misión de San Francisco de Borja Adac, la que había fundado en 1762, y se le había pedido que registrara las desconocidas tierras del norte, con el fin de hacer avanzar la evangelización. Hasta ese año, no habían encontrado nada que pudiera servir para un nuevo establecimiento. Hay que recordar que para establecer una nueva misión, se requería que existiera un terreno favorable que permitiera la agricultura y, para ello, era necesario encontrar parajes que tuvieran, entre otras cosas, agua.

En muchos kilómetros hacia el norte de San Borja, parecía que el agua no existía. Desde que Linck llegó a San Borja fueron numerosas sus salidas en busca de sitios que tuvieran el vital líquido, pero hasta entonces los resultados habían sido nulos. Por eso, en febrero de 1766, Linck decidió emprender una entrada mucho más al norte de lo que hasta entonces había hecho.

Para entonces, Linck ya había registrado los sitios, hoy muy conocidos, de la Laguna Chapala, Cataviñá, San Luis Gonzaga, Calamajué, Jaraguay, entre otros. Así que ahora siguió mucho más al norte, rebasando los llanos de Guayaquil y Buenos Aires, llegando al paraje de Velicatá, y siguiendo aún más al norte hasta alcanzar, y cruzar, la Sierra de San Pedro Mártir, accediendo al desierto de San Felipe, que fue lo más al norte alcanzado.

AGUA EN VELICATÁ
Un par de meses le llevó esta importante expedición, y lo más notable que se encontró fue el paraje que los indios cochimí llamaban "Guericatá” y que Linck y sus acompañantes entendieron como Velicatá. A diferencia de lo antes encontrado, en Velicatá había una buena cantidad de agua, suficiente para mantener una misión, así como el necesario terreno plano apto para la agricultura, y desde luego, varias rancherías indígenas en los alrededores. 

Éste era el sitio más apto al norte de la misión de San Francisco de Borja. Sólo que había un pequeño detalle: se encontraba demasiado al norte, casi a doscientos kilómetros de esta última misión. Era demasiada distancia, por lo que se optó por poner una misión intermedia, que fue la de Santa María de los Ángeles, la que ya tratamos en el artículo anterior.

Santa María de los Ángeles se estableció definitivamente en el paraje de Cabuja-Caamang, en el verano de 1767, y así el paso siguiente era el de establecer la siguiente misión en Velicatá. Sin embargo, en ese mismo año los jesuitas fueron expulsados de todos los reinos de España, por orden del rey Carlos III, por lo que en enero de 1768 los jesuitas californios salieron de la península.

ARRIBO DE JUNÍPERO SERRA
Ese mismo año, llegaron a la península, para sustituir a los jesuitas, los misioneros franciscanos. El superior era el célebre misionero fray Junípero Serra, quien de inmediato se abocó a reorganizar las misiones californianas. A poco tiempo de la llegada de los franciscanos, arribó a la península el visitador real don José de Gálvez, quien tenía la encomienda, entre otras cosas, de organizar una serie de expediciones marítimas y terrestres cuya finalidad era la de ocupar de una manera efectiva el territorio de la Alta California a partir de la bahía de San Diego, donde hoy se encuentra la ciudad de San Diego, California.

En la organización y preparación de estas expediciones, que fueron dos por tierra y dos por mar, estuvieron a la cabeza el gobernador de las Californias don Gaspar de Portolá, el capitán don Francisco Javier de Rivera y Moncada y fray Junípero Serra como presidente de las misiones. Estas expediciones empezaron a partir hacia la bahía de San Diego, entre fines de 1768 y principios de 1769.

Fray Junípero Serra acompañó en la segunda expedición terrestre, cuyo mando estaba en manos del gobernador Portolá. Durante esta expedición el grupo se detuvo unos días en el paraje de Velicatá, tiempo que aprovechó el padre Serra para fundar la misión de San Fernando Rey de España de Velicatá, el día 14 de mayo de 1769. Cuando el grupo continuó su avance hacia San Diego, quedó a cargo de la misión fray Miguel de la Campa y Cos, quien de inmediato inició los trabajos de civilización y evangelización. 

Pronto fue levantada una primera capilla y se empezó a preparar el terreno para la agricultura. Fue construida una gran pila, así como una acequia y canales para facilitar el riego. Comenzaron las siembras de trigo, maíz, uva y otras plantas. Además, dio principio la ganadería.

El padre Cos permaneció cuatro años en San Fernando Velicatá. En ese tiempo inició las labores de evangelización y bautizó a más de 300 indios cochimí. 

A él le tocó implantar la cultura occidental en una gran región de la parte norte del territorio cochimí. Trabajó duro entre ellos aprendiendo la lengua cochimí e iniciando a los indios en el conocimiento de la agricultura y la ganadería.

ENTRAN DOMINICOS, SALEN FRANCISCANOS
A partir de 1773, los misioneros dominicos pasaron a ocupar la península de Baja California como su campo misional. Los franciscanos salieron y se concentraron en la Alta California, hoy el Estado de California, Estados Unidos. Los dominicos continuaron la labor de los franciscanos. Cabe destacar que la misión de San Fernando Velicatá fue el único establecimiento misional dejado por los franciscanos en Baja California, en cambio, en la Alta California fundaron 21 misiones.

Con los dominicos comenzó un periodo difícil para Baja California. Esto se debió a que el imperio español estaba en franca decadencia, y los confines del reino, como lo era Baja California, fueron muy descuidados. Además, una serie de epidemias, surgidas por enfermedades que trajeron los europeos, empezaron a diezmar a los cochimí, y su población fue declinando. 

Especialmente afectada por las epidemias fue la población indígena de la misión de San Fernando Velicatá, de tal manera que, para 1818, a los 49 años de haber sido fundada, la misión fue abandonada debido a la drástica disminución de sus indios. De esta manera, San Fernando Velicatá pasó a convertirse en un rancho.

A diferencia de otras misiones, como El Rosario, San Vicente, y otras, en San Fernando Velicatá nunca se formó un pueblo, por lo que, al desaparecer la misión, el paraje subsistió muchos años como rancho, pero actualmente se encuentra abandonado. 

Los viejos muros de su antiguo templo, año con año, se van desgastando, y en los últimos tiempos el proceso es cada vez más acelerado. Al comparar fotografías de hace veinte años, con algunas de hace dos o tres años, se aprecia claramente cómo un muro completo se derrumbó y los demás están muy disminuidos. Si no se hace algo urgente, sus pocos muros de adobe desaparecerán totalmente.

Varias veces he acampado entre los muros semiderruidos de esta antigua misión. Siempre he estado rodeado por los cirios, las choyas, los cardones y los círibes. Por la noche, ante la luz de la fogata el universo suele observarme, me doy cuenta de ello por la inmensa cantidad de estrellas que llenan los cielos nocturnos de esta región. Es realmente maravilloso estar ahí. Y también me emociono al pensar que ahí, en ese paraje estuvo fray Junípero Serra, un santo que vivió en esta tierra, así como otros personajes que son fundamentales en nuestra historia.

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