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Economía solidaria: ruta alterna del envejecimiento activo

La cooperación, el trabajo digno, la educación crítica y las exigencias a ser tratados con justicia y equidad, son las mejores riquezas que se pueden resguardar de las personas mayores
miércoles, 23 de agosto de 2017 · 00:00
José Carlos García Ramírez/COLABORACIÓN*
Ensenada, B. C.

Sin tapujos en la boca, el fundador del cristianismo dijo alguna vez; "el injusto cosechará desdichas en su casa”, mientras que "el justo florecerá como la palmera” y en su comunidad (kehilá) acontecerá la "multiplicación de los panes y los peces”.

La palabra justicia (mishpat) en hebreo tiene que ver con administrar (nyhw) los bienes de una comunidad para que sus integrantes puedan vivir de manera digna. Para los griegos de la época clásica, dikaiosýne (justicia) se refiere a orden legal e igualdad.

Para la mentalidad griega de aquella época, la justicia por igualdad se basa en intercambios y beneficios comunes entre las familias constitutivas de un pueblo (démos). La economía (oíkos -casa-, nomos -leyes-) va de la mano con la idea de justicia y ambos términos refieren a las gestiones para generar bienestar común.

¡Tremendo acto de vulgaridad e irresponsabilidad, creer que la economía tiene únicamente que ver con capital, commodities, bolsa de valores, plusvalía, empresas, fraudes, competencia, mercado bursátil, valor de cambio!

Economía y justicia social
Los faraones de la modernidad capitalista de hoy en día creen que la economía es defensa de la propiedad privada y del monopolio del poder (policiaco-militar), apología del egoísmo y del derecho a robar el trabajo manual/intelectual ajeno, así como también a dilapidar los recursos naturales para usufructo individual a costa de desollar a las mayorías silenciadas.

La esencia de la economía es velar por la satisfacción de las necesidades materiales (valor de uso) de la gente. Para entender ese postulado se requiere de los principios de justicia a partir de dos cosas: administrar lo público sin daño patrimonial a la nación (el pueblo como fundamento de la soberanía nacional) y asegurar la distribución eficaz, eficiente y equitativa de oportunidades y bienes comunitarios para el bienestar general.

Economía solidaria y cooperativa
La economía tiene como sustento y finalidad insoslayables la ética de la responsabilidad social. Ante la hecatombe producida por la ideología del neoliberalismo o del libre mercado (capitalismo), las hambrunas y el desempleo, y ante la crisis de los derechos sociales, de nuevo emerge el fenómeno de las cooperativas en la que sus integrantes logran convertirse en inversionistas, productores (trabajadores) y gestores. Se trata de un sector transversal alterno al que se le llama "tercer sector” o "economía solidaria” que en Alemania es un boom (http://bit.ly/2wx3lzt).

La economía solidaria es un concepto alternativo que pretende organizar la vida productiva de las comunidades. En 1937, el lingüista y activista político catalán, Felipe Alaiz Lorda, fue el impulsor de la economía solidaria entre trabajadores de áreas urbanas y rurales durante la guerra civil española.

Dicho término floreció en Francia a principio de 1970. Mientras que en América Latina se desarrolló a inicios de 1980 en Colombia, Chile y México a partir de los movimientos cooperativistas.

La economía solidaria procede de una larga tradición de activismo socio-político, educativo y cultural, orientada hacia la solución de la exclusión social. A la economía solidaria se le conoce también como "tercer sector”, la cual es una alternativa a la economía de mercado (capitalismo) y a la economía estatizada o burocrática (socialismo de Estado).

Primero fue la International Solidarity Economy Group y luego se convirtió en la Intercontinental Network for the Promotion of the Social Solidarity Economy (http://bit.ly/2vnoC9E).

La economía solidaria tiene un camino muy diferente. Su enfoque busca establecer vínculos comunitarios de apoyo mutuo. El núcleo de la idea es simple: las alternativas están en todas partes y lo importante será identificarlas y conectarlas entre los participantes de una comunidad. De esa manera, la economía solidaria es un proceso activo circunscrito en la vida cotidiana.

Cuando en la economía las personas se convierten en agentes productores y gestores, no sólo se ejercen relaciones comunitarias de producción, sino también se reconstruyen los significados de valores como son la solidaridad, la cooperación, la equidad, la sostenibilidad, la democracia y el pluralismo.

La figura estratégica de la economía solidaria es la cooperativa. La empresa tradicional (de corte capitalista) vista como como "un sistema técnico y procedimental” basada en la ganancia individual, pretende ser superada por el surgimiento de las cooperativas, en cuanto una modalidad empírica de beneficios comunes. La cooperativa es más que una empresa al plantear procedimientos fundados en la participación y organización de sus integrantes, en los beneficios compartidos, en la gestión de los excedentes y en el desarrollo comunitario.

Usted lector, seguramente conoce la historia de la refresquera mexicana Pascual Boing que en 1982 se declaró en quiebra para no liquidar a sus trabajadores en huelga. Después de tres años y con la asesoría de Demetrio Vallejo, el movimiento obrero se impuso y se procedió entonces a rematar los activos de la empresa, siendo los mismos trabajadores los compradores. Así se fundó la Sociedad Cooperativa Trabajadores de Pascual (http://bit.ly/2w1qGGm).

La cooperativa es un modelo de organización alternativo al modelo burocrático. Con el concepto de cooperativa también se pretende "hacer” las cosas de otra manera. En esta corriente de pensamiento se busca construir un modelo organizacional en el cual el control descansa en los asociados, quienes pretenden tanto objetivos económicos como sociales y buscan que los procesos de toma de decisiones estén basados en la democracia participativa.

Cooperativa y envejecimiento activo
En 2009, a los 66 años, la politóloga y economista norteamericana Elinor Ostrom fue condecorada con el Premio Nobel de Economía por sus investigaciones realizadas sobre los bienes comunes, la administración y gestión de los recursos colectivos y por establecer que los principios comunitarios constituyen los valores que construyen la "nueva economía” solidaria (http://bit.ly/1WAfMgL).

A partir de sus estudios de campo en el sector agrícola y pesquero de países como Nepal, Australia, Estados Unidos, Bolivia y Portugal, Ostrom sostiene que los trabajadores de la agricultura y los pescadores comparten principios normativos comunitarios básicos. Uno de esos principios es que los individuos en contextos de trabajo particular tienden actuar más por cuestiones de solidaridad que por egoísmo.

La solidaridad es una práctica racional que establece que, cuando los individuos comparten necesidades comunes, entonces buscan beneficios compartidos o bien, simplemente actúan por motivos de ayuda o cooperación.

En tiempos de cólera y desilusiones político-económicas, se avizora una pequeña luz de esperanza: se trata de afirmar que la cooperativa puede ser un esquema viable para que las personas mayores puedan maximizar su potencial vital, claro, si sus condiciones de salud se los permite.

Existe todavía la idea equivocada de que las personas al llegar a los 60 o más años son es sinónimo de pasividad, colapso e improductividad. La realidad desmiente esa representación social equívoca. Hablar de la tercera edad significa también hablar de riqueza. Envejecer saludable es lo ideal. Envejecer activamente es vital (no excluyendo el derecho de la persona mayor a envejecer en el ocio y la contemplación).

El concepto de envejecimiento activo propuesto por la Organización Panamericana de la Salud, 2002, es fundamental para indicar el potencial de la persona mayor para mejorar su calidad de vida y autocuidado pero, sobre todo, de conservar su capacidad relacional, es decir, sus posibilidades de saber estar con otros y de participar solidariamente en las actividades de grupo o comunitarias (página 12 en http://bit.ly/2juLAcg).

El envejecimiento activo, por lo tanto, se conecta con el productivo. La riqueza, en cuanto que actividad económica, descansa en el potencial laboral de una persona de edad y se maximiza cuando se comparte bajo un objetivo común con otras personas: la cooperación activa del trabajo y la solidaridad con los integrantes del colectivo. Más aún cuando ese colectivo, además de compartir edades similares, son víctimas simultáneas de procesos de marginación y discriminación laboral.

La condición humana es gregaria. La experiencia pública de grupos de baile de personas mayores, por ejemplo, expresa la alegría al bailar un género musical particular, el danzón. Esa experiencia lúdica donde se intercambian afectos, se busca vivir de manera activa y se establecen vínculos de apoyo social o amistoso, es un buen símil para señalar que en las cuestiones de organización para el trabajo, también puede ser redituable y satisfactoria las experiencias comunes pero orientadas a la producción de bienes y servicios, en la medida de lo posible (cooperativas de pescadores, cocineros, asesores profesionales, expertos en oficios, técnicos calificados, vinicultores o agrícolas, entre muchos más).

Qué mejor tarea también aquella donde las voces experimentadas a través de los años, se conviertan en un consejo de ancianos para sancionar los actos políticos corruptos. Se trata de una nueva forma alterna de ejercer la ciudadanía a través de la reeducación cívica y de asumir un cuarto poder alterno para el restablecimiento de cualquier pacto social.

La economía solidaria, a través de las cooperativas resultan ser, hipotéticamente, las nuevas formas en la que los adultos mayores podrían emprender de manera organizada procesos de integración, cooperación y de beneficios compartidos para mejorar sus condiciones de vida. En la etapa avanzada del ciclo de vida, las cooperativas de adultos mayores abre la posibilidad de intercambiar experiencias productivas, valores positivos y fortalece la participación colectiva.

Es la hora de emprender las luchas por el reconocimiento de las personas mayores, es el momento de interpelar los signos inciertos del tiempo actual. La cooperación, el trabajo digno, la educación crítica y las exigencias a ser tratados con justicia y equidad, son las mejores riquezas que se pueden resguardar.

Recordemos una frase célebre del abuelo del padre de la gerontología moderna, Marco Tulio Cicerón (106 a. C.-43 a. C.): "Una vejez es respetable si sabe defenderse a sí misma, si mantiene sus derechos, si a nadie se esclaviza” (página 32 del libro La vejez el grito de los olvidados.

*El colaborador es especialista en Ciencias del Envejecimiento y asesor en programas de estudios de maestría en Gerontología Social.


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