Poemas

domingo, 23 de octubre de 2016 · 00:00
 
Rimero 
Por Liz Durand Goytia

I
No he de beber la leche
del seno de mi madre;
no he de ser bienvenida
porque nací marcada
con figura pequeña,
con la voz más desnuda
que de recién parida.
No he de sentir cobijo
a la sombra  
del nombre de mi padre.

Ya murmura mi sangre   
su cansado latido
y regresa la voz
con su sentencia.
Ya me viene la niña
de la angustia,
la joven quimerista,
la mujer temblorosa.
Ya me vienen 
la madre germinal,
la hija no grata,
la ramera triste,
la india sola.

Ya vienen todas
a entrar en mi osamenta,
este andamio de penas
que apenas me sostiene.
Siento bien cómo encaja
en mi mano la otra mano
de quien es señalada,
la que tampoco tuvo
del pecho de su madre
una vacuna de calostro
contra el designio
de ser hembra.

II
No quiero ver silencios 
instalados en filas;
no detengo a los ruidos
que el día deja tirados.
Que se dejen las noches
de pudrirme los sueños,
déjenme entrar al ocio
de ser sólo otra vida
para no  llorar sangre,
para tener lo mismo
que otros gastan serenos 
sin condena.
Que se deje la vida 
de atravesarme  gatos
cada vez que por trozos
me robo mi destino,
no vaya a ser que encuentre
por fin las maldiciones
y me convierta en Circe
en Lilith, 
Salomé,
y desate estas manos
para que se levanten
o degüelle al silencio
para que todos oigan.


III
Interminables huellas
jamás recolectadas
construyen un sendero
arrancado al desierto.
Me niego a ver los ojos
que de lejos no miran,
no quiero oír las voces,
el rimero de quejas
que en el silencio punzan,
que sin ruido taladran.

Ya me dice la noche
con su llagada luna
que su plata es un filo
en las sitiadas hembras 
desde ayer en el tiempo,
Ya murmura mi sangre
su cansado latido,
me sostienen los huesos
en andamio de penas
y este rimero triste
de mujer condenada
se me esconde en el pecho
cuando vienen la india,
la mujer o la madre
cancelando los sellos
de la ancestral condena
para que beba dulce
calostro alguna niña
y yo duerma en el sueño
y me ría con la vida.

Poeta residente en Ensenada. 

Del libro "Un rato de solaz” II

Montezuma 

Por Tomás Álvarez Martínez

Otra vez, prisionero tu magia,
Vuelvo a vivir mis años de levita,
Vuelvo a andar los senderos de tus patios,
Vuelvo a sentir los brazos de tu brisa.

Otra vez en tus prados la fragancia
De las dalias gentiles florecidas, 
Los rosales de regias escarlatas
Y el tapiz de las blancas margaritas.

Nuevamente el salterio misterioso
Y el olor a resina de tus bosques,
Nuevamente el canta de enamoradas
Y soñadoras aves de tus montes.

Otra vez tus crepúsculos de fuego
Arrebolando el cielo con sus llamas, 
Trazados con pinceles misteriosos 
Que el Artista Divino fabrica. 

Otra vez con la turba bullanguera
Cuya vida se encierra en una estrofa,
Que, idealista, escudriña con empeño
La esencia y el destino de las cosas. 

Cuántos se han ido ya desde aquel día
En que volví el recodo del camino; 
Perdidos en las grises lejanías, 
Realizándose van en su destino.

Yo sé que volverán...como las aves
En la estación del año, 
Y una canción evocadora y suave
Volverán, como entonces, canturreando. 



Del libro "Un rato de solaz” II

Has vuelto 

Por Tomás Álvarez Martínez
Te dije que algún día 
Volveríamos a vernos como antaño.
No eres huéspedes extraño,
eres de casa,
Y más que amigo nuestro, eres hermano. 
Deja que este momento
Transcurra, sin sentirse, a nuestro lado,
Hoy partirás el pan en nuestra mesa
Y robándole al tiempo sus monedas,
Disfrutemos en calma
Tus mejores vivencias del pasado. 
Cuéntanos cuántas cosas
En tu marcha arriesgada por el mundo
Surgieron a tu paso, 
Y lo que tantas otras,
En mutuas confidencias, 
Dijéronte de triunfos y fracasos. 
Hoy, al abrir el libro,
Y al volver otra página del tiempo, 
Sacarás uno a uno
De tu empolvada alforja,
Un haz maravilloso de recuerdos. 

Mas dime: ¿no has notado?
El árbol que plantaste ya da fruto, 
Y sus brazos robustos de gigante
Abrigan con su sombra. 
Y anidarán los pájaros del cielo,
Y cuando estés cansado,
Apoyarás tu sien en sus raíces
Y te cobijarán sus hojas grandes,
Y las aves del cielo
Arrullarán tu siesta de labriego. 

Del autor: nació en Amatlán de Cañas, Nayarit
Ordenado Sacerdote en Tijuana el 7 de agosto de 1955
Ha estado en varias parroquias de la Diócesis de Tijuana y actualmente en Ensenada. 

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