Del libro “Un rato de solaz”

domingo, 9 de octubre de 2016 · 00:00
Por la selva 

Por Tomás Álvarez Martínez

Descansemos un rato
Dejemos que las horas
Sigan su caminar de peregrinas,
Y aquí junto a la fuente
Oigamos qué platican
Las burbujas del agua cristalina. 

Es la alfombra de jaspe, 
Y a nuestros pies el agua bulliciosa
Deslízase tranquila: 
Ha llegado saltando por las rocas,
Irritando a los genios
Que fabrican la espuma de las ondas. 

Juglar de las montañas,
Fondo multicolor de piedrezuelas,
Hechizo de los bosques,
Arrullo de las selvas, 
Espejo de las aves y las fieras.

Y flotan las espumas
Como lirios viajeros del remanso,
Como velas de naves
Desplegadas al viento
Que se van y se pierden a lo lejos. 

Del autor: nació en Amatlán de Cañas, Nayarit
Ordenado Sacerdote en Tijuana el 7 de agosto de 1955
Ha estado en varias parroquias de la Diócesis de Tijuana y actualmente en Ensenada. 


Oscuridad en Nueva York

Por Liz Durand Goytia 

La luz troceada en noche,
la pesadilla en llamas,
la esperanza en muerte.
Cada llanto fue envuelto
en su mortaja de humo.

No quedó tiempo para implorar
a qué cielo
a qué misericordia en ese infierno.

La voz del fuego rugió entre las conciencias
evocadora de jinetes y trompetas.
Atroces lenguas carcomían las vidas,
no hubo lugar para empezar los rezos.

Sucumben dos gigantes 
segados por el cíclope,
arrastran cada piedra
con huesos y con sangre, 
incendian cada sueño de piel
con que se cruzan.

No más la hierba ni el poema:
el sueño americano es pesadilla
donde se esconde el grito y el mal se disimula.

Por eso vino el tiempo de justicia,
fuego de cielo quemó cualquier cabeza
sin consideración de culpas o inocencia.

El azoro del mundo espeso de humo,
el silencio de todos, el espanto común.
Un llanto azoro, 
una interrogación mayúscula
llenaron todas las columnas. 

De nuevo entró el metal, el artificio.
De nuevo fueron cifras y no vidas,
disminución de puntos y de sueños.

Con las gemelas de Babel arden las voces
que en su secreto fondo han comprendido:
ese instante de furia es el importe
de un pasado vestido de avaricia.

Silencio y polvo y muerte.
amaneceres de ceniza.
Inacabables búsquedas.

Sigue latiendo el tiempo,
no hay tragedia que valga,
no hay desvalido corazón que pueda,
en el segundo de dolor más negro,
devolver tanto pulso fracturado.

Sigue la luz subiendo.
Sembradero de huesos y de llanto
quedó por monumento.
Sigue la luz troceada en noche
la pesadilla en llamas.
La esperanza es muerte.

Sigue siendo el perdón
el pan ausente.


Atardeceres

Por Liz Durand Goytia

Entibiarías tu corazón
con agua de su canto.
Suenan dulce sus gotas
como arpegio de nubes.
Juegan con rayos de sol
entre la tarde 
y bendicen el viento perfumado.

Sentirías entrar un eco 
por la orilla de tus ojos,
cálida tromba de color
temblando de reflejos.
Se entibiaría tu corazón
si escucharas los pájaros
que hacen denso este aire
de trópico y palmera,
que azulean en el parque
con graznidos celestes
picoteando semillas,
desmantelando tu recuerdo.

Perfumarías tu aliento con su canto,
se entibiaría tu corazón en la dulcísima tarde
si te dieras la vuelta en esta esquina,
y aparecieras antes de que la  noche
apague en su silencio la copa de mi trino.

Poeta residente en Ensenada.

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