Una tradición religiosa y familiar

En la edición número 81 de Artes de México dedicado a “El arte tradicional del nacimiento”, escritores y artistas hablan sobre la diversidad y riqueza cultural que refleja el tema
domingo, 4 de diciembre de 2016 · 00:02
Por Gerardo Sánchez García 

Los hay minúsculos, elaborados con granos de arroz o descomunales como el instalado en el 2011 en el Estadio Azteca con más de mil figuras en 20 mil metros cuadrados.

Los colocados bajo el árbol navideño, en el jardín, en un rincón de la sala o los que invaden todo el hogar, en iglesias, parques públicos o privados, elaborados de barro, cerámica o de los materiales más extraños o singulares -rábanos, nopales, espinas de maguey, de oro y piedras preciosas, conchas marinas, y un largo-.

Los que tienen sólo unas cuantas de las figuras tradicionales o aquellos multitudinarios en los que se mezclan los superhéroes, las barbies, los personajes de moda o los seres más disímbolos.

Los tipos de escenarios tampoco tienen límites, los de un imaginario medio oriente, aquellos con paisajes tropicales, en zonas desérticas, en ambientes urbanos, en pobres chozas, en haciendas, en áreas polares, en las selvas lacandonas o las sierras tarahumaras, en discotecas, en la Luna y en los lugares más insólitos y sorpresivos.

Arte, tradición cultural, religiosa, familiar, son los nacimientos mexicanos, llamados también belenes, pesebres, misterios o portales.

Son la representación del nacimiento de Jesucristo o lo que elegantemente se llama Belenismo, en referencia al sitio donde -dicen- ocurrió dicho natalicio.
A Belén , pastorcitos. 
A ver al rey de los reyes. 
Ese niño divino que ha nacido en un pesebre. 
Es tan precioso, tan lindo y tan bello 
y tan hermoso como un lucero. 
Es tan precioso, tan lindo y tan bello 
y tan hermoso como un lucero.
*

San Francisco y el Belenismo
Según la Wikipedia: "La primera celebración navideña en la que se montó un belén para la conmemoración del nacimiento de Jesucristo fue en la Nochebuena de 1223, realizado por San Francisco de Asís, en una cueva próxima a la ermita de Greccio (Italia). 

La escena del nacimiento de Cristo no fue representada con figuritas y miniaturas de objetos cotidianos, como hacemos actualmente, ni con personas, aunque para la ocasión San Francisco sí utilizó animales. Se celebró la misa nocturna acompañada de una representación simbólica de la escena del nacimiento, mediante un pesebre (sin niño) con el buey y la mula, basándose en la tradición cristiana”.

¡Ay, ay, ay, ay! Vienen cantando
los pastorcitos buenos
que al Rey del cielo están adorando.
En un pesebre humilde, mi Niño lindo,
tú estás llorando; la Virgen te consuela
y los pastorcitos te están mimando.

En la edición número 81 de Artes de México dedicado a "El arte tradicional del nacimiento”,
Elena Poniatowska, Miguel León Portilla, Hugo Hiriart, Barbara Jacobs, Margarita Orellana, Graciela Romandia de Cantú y otros, hablan sobre ese tema y de la diversidad y riqueza cultural regional del mismo en el país.

La publicación fue coordinada por Celia Chávez de García Terrés y está ilustrado con imágenes su colección de nacimientos que a lo largo de más de cinco décadas ha reunido de distintas partes y épocas de México.

La belleza, singularidad de esos belenes es una muestra de lo que Poniatowska llama una "tradición lúdica”, ese acto de alegría de convertir al pesebre "en el ombligo del mundo”, vuelve cosmovisión y diversión de crear y recrear un con escenarios y personajes propios un hecho que ha trascendido por cientos de años.

Rafael Vargas, señala que la escenificación de dichos nacimientos en Europa fue el paso de la representación pictórica el tránsito del arte culto al popular, con una intención más allá de la meramente evangelizadora y de ahí inició la posterior instalación en conventos, iglesias y después a los hogares.
A Belén pastores debemos marchar
Que el rey de los reyes ha nacido ya.
Vamos pastorcitos que el rey celestial
Tiene por morada humilde portal.
A Belén pastores debemos marchar
Que el rey de los reyes ha nacido ya (bis)
*

El más temprano testimonio conocido
En México el primer testimonio de esos pesebres, dice Miguel León Portilla es: "en la década de 1530 que tuvo lugar la más antigua representación de la llegada de los reyes a Belén para adorar a Jesús”.

El historiador refiere: "se conservan testimonios acerca de cómo los indígenas de la región central de México, desde el siglo XVI, habían hecho suya, de un modo o de otro, la fiesta de la Navidad. 

¿Ocurrió esto tan sólo por obra de las prédicas de los frailes? ¿O es que el nacimiento de un dios, hijo de una virgen, les recordaba antiguas creencias? 

Sabemos que, según el pensamiento religioso prehispánico, tal fue el caso de Quetzalcóatl, nacido de Chimalma y Huitzilopochtli, hijo de Coatlicue”.

"El hecho es que el nacimiento de Jesús, hijo de la Virgen María, fue celebrado con festejos en los espacios abiertos adjuntos a los conventos, sobre todo los franciscanos. En esas celebraciones, además de danza y música, se entonaban al mode los antiguos tiempos, cantares en náhuatl, algunos compuestos por los frailes, como Bernardino de Sahagún, y otos por cuicapicque, poetes indígenas. También hubo escenificaciones de carácter teatral en las que las evocaciones del nacimiento de Jesús fue el tema central”.

Reproduce León Portilla "El canto de Navidad” compuesto por Francisco Placido en 1553 a quien define como: "Conocedor de antiguas expresiones poéticas en náhuatl, en su canto navideño se vale de ellas para enmarcar al modo indígena el recuerdo de la venida de Jesús al mundo”. 

Este es un fragmento de la traducción de esa composición:
Que todos nos maravillemos
Lo dejamos allá en Belén.
Se desvanecen las plumas finas,
las joyas como jades se hicieron pedazos.
Delante del Dios único
pasó con premura.
Ya llegó a la tierra,
vino, llegó a Belén.
Que en verdad se haga danza aquí.

En la conclusión de su artículo "Cantos navideños en náhuatl”, el historiador concluye: "La riqueza espiritual de México, como el universo de su naturaleza, se finca en su diversidad que es fuente de creatividad. 

Nacimientos, cantos navideños y la llegada de los tres Reyes Magos, entre otras muchas cosas, de modo paralelo a celebraciones como las del volador, las danzas de los concheros o el culto a Tonantizin-Guadalupe pertenecen a lo que cabe describir como rostro y corazón de México”.
El mundo pequeñito se ha vuelto enorme
porque Dios ha nacido para los hombres.
(Carlos Pellicer)

Periodista con más de 30 años de trayectoria. 

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