Arteoficio

Homo Clickenses

domingo, 22 de mayo de 2016 · 00:00
Por  Lauro Acevedo

El tiempo, esa ficción del transcurso que inicia su trote tictacniano desde el centro mismo en gran espasmo, primera energía, donde aparece nuestro bello universo. Somos una partícula de la infinitud, hasta hoy, sólo nuestro eco nos llega desde las más lejanas regiones observables por medio de las grandes lentes ya con controles digitales, estructuras muy sofisticadas, con desarrollo de la más alta tecnología. 
Podemos afirmar que el homo sapiens sapiens, ve más allá de  su nariz.  
2.5 millones de años pasan como puntos de arena movediza dentro un gran reloj, instrumento con funciones rotativas continuas, milimétricas.
El homo S.S., está mudando de conciencia, la velocidad de los momentos de su gran transcurso, le trae una descarga diaria de mundos nunca cercanos a su pensamiento, algunos siglos atrás. 
El H.S.S. se rodea de máquinas "many machines on earth”. Va, en sus creaciones materiales, más allá del espejo. Para su quehacer dentro de la creatividad que desarrollan las  artes bellas,  ya no le basta un autorretrato en 3D. 
Las notas de sus cuerdas interiores traspasan; sinfonía, quietud, armonía. Sus pupilas danzan ante las micropantallas con los cuerpos enraizados en un espacio de cierta patología sedentaria.
 
"Podemos afirmar que el homo sapiens sapiens, ve más allá de  su nariz”. 

Tragicomedia cotidiana
En sus recuerdos, sale de escena para la tragicomedia cotidiana, construye en sus ratos de  somnolencia sobre la almohada, el gran castillo de arena, la casa ideal, reflejo del ambiente inmobiliario de la gran época, el tiempo de sus abuelos. 
Es un cuentista de los instantes, no existen los  finales sorpresa. Las imágenes corren por su vida sobre una cinta no grabada nunca.
La gran esfera del consorcio presenta un color normal, hoy no habrá sesión del consejo fundacional de la corporación, los homo clickenses, están ocupados en escribir las propuestas para el registro del nuevo orden de las naciones. 
Los H. C., nacen así, con la permanente disposición a construir, día con día, los contenidos de todo, plasmas lectorum van de mano en mano de los niños en las guarderías, los cuadros de ultraplasma en los hogares, las grandes pantallas de las plazas,  desde los años aquellos en que se digitalizaron todos los libros del mundo, momentos cruciales, cuando desaparecen de la faz del planeta todas las páginas; portadas, lomos, camisas, contraportadas, separadores, cajas, efecto todo del descubrimiento de un producto químico capaz de disolver las impresiones gutembergianas, letra a letra, palabra por palabra, oración tras oración, párrafo a párrafo, las ediciones, los volúmenes, las colecciones. Las hemerotecas, bibliotecas almacenes de papel, cedieron sus materias breves ante el poderoso ataque del ácido letal. No queda tinta sobre tinta. 
Al perder la noción antigua de lo normal, la velocidad del diario acontecer registra,  en el clickógrafo,  una rara especie de calendario molecular en tercera dimensión sobre la mesa del gobierno federal del planeta, cada determinado espacio de sucederes pronosticados. Los pensamientos coordinadores se cambian, la universidad diversifica las causas, distribuye las emociones del día.
Esto sucede en el año 2551, mientras en el mundo de los homo sapiens sapiens, un ciudadano "x” da un clic en su teléfono inteligente, para consultar el canal del tiempo. 

 


Docente y poeta ensenadense.
enardecidavoz@gmail.com
   @creadordepoemas

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