Gatuperio

Mal de amores

domingo, 7 de agosto de 2016 · 00:00
Por Gerardo Sánchez García

¿Cuáles son los límites del amor "sano” para convertirse en algo enfermizo o psicopatológico?, ¿en qué momento el enamoramiento deja de ser una bendición para que el amoroso sea víctima del mal de amores?, pero, ¿no es el amor en sí mismo una enfermedad? 

Estas y otras interrogantes en torno al tema plantea Francisco González Crussí en su libro "La enfermedad del amor”, (editorial Debate, México 2016) y trata de darles respuesta haciendo un recuento histórico y filosófico de cómo la medicina ha tratado de explicar y de curar ese amor excesivo, que puede agobiar, martirizar y extinguir a quien lo sufre, obsesionado por el inalcansable objeto de su pasión.

González Crussí entabla un tramposo juego con el lector para que a lo largo de las 250 páginas se pueda llegar a una definición y conclusión en torno a las preguntas planteadas en las líneas iniciales de este artículo.
Un recorrido no sólo en cuanto a la visión médica de esa "enfermedad”, sino también a los conceptos filosóficos sobre el amor y sus excesos que pueden tornarse nocivos y dañinos.

Médico patólogo de profesión, filósofo y literato por afición, el autor echa mano de una amena erudicción enciclopédica para explicarnos como algunas teorías médicas en su tiempo señalaban que la "bilis negra” -causa del mal de amores- ponía verde a las mujeres, era la causa de la melancolía, tal vez de algunos casos de licantropía y reseña que el mejor tratamiento -de acuerdo a algunos tratados de la época antigua y medieval- era el sexo, ya sea con el objeto de la obsesión o con quien estuviera disponible.

Eso, sí, remedio que debía aplicarse en determinadas y muy específicas posiciones amatorias para evitar que el flujo y reflujo de la bilis negra no afectara otros órganos que aún estuvieran sanos y salvos del mal de amores.

Receta para remediar 
Sin embargo, ¿cómo remediar un mal que "mientras más se cura más se acrecienta”?. Hay un capítulo dedicado a los remedios de ese amor enfermizo y obsesivo.

El primer consejo, que no parece proveniente de la práctica médica sino del sentido común, es alejarse de la persona amada, ocuparse en tareas distintas, viajar a lugares diferentes, conocer a otras personas, respirar aires diversos, platillos extraños, observar paisajes nuevos.

Otra receta era encontrar y acrecentar los defectos del o de la amada e incluso se recomendaba reunir a un grupo de hombres y mujeres "chismosas” para que hablaran mal de dicha persona y así romper con la imagen idealizada que se tenía de él o de ella.

Hay por supuesto un largo listado de pócimas, encantamientos, sortilegios, hechizos y remedios naturales, complicadas recetas químicas y terapias, acordes a las distintas épocas y conocimientos de cada etapa histórica.
Tramposo en su estrategia, González Crussí finalmente lleva al lector a un callejón sin salida.

Concluye que el mal de amores, es y no es una enfermedad. Respuesta contradictoria, reconoce, pero: ¿no es a final de cuentas el amor y sus excesos la mayor de las contradicciones?

"Un recorrido no sólo en cuanto a la visión médica de esa "enfermedad”, sino también a los conceptos filosóficos sobre el amor y sus excesos que pueden tornarse nocivos y dañinos”.

Periodista con más de 30 años de trayectoria. 
elsopordelbuitre@hotmail.com

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