Astronomía de frontera

Una vista de la línea que separó a California de Baja California

Por Marco Arturo Moreno Corral
domingo, 25 de septiembre de 2016 · 00:00
Uno de los episodios que más han pesado en la conciencia nacional, fue la pérdida de extensos territorios ocurrido como consecuencia directa de la guerra de 1846-1848. Concluido ese conflicto, hubo que trazar la nueva frontera entre México y los Estados Unidos.  

Para ello los mexicanos organizaron la Comisión de Límites, que encabezó el general Pedro García Conde, quien poco después murió en el desempeño de sus funciones, por lo que se responsabilizó al ingeniero José Salazar Ylarregui. 

Como segundo en funciones y con el cargo de astrónomo, se designó al ingeniero Francisco Jiménez, quien tuvo la responsabilidad de coordinar el trabajo necesario para determinar las posiciones geográficas a lo largo de la nueva frontera, que se obtuvieron mediante técnicas astronómicas. 

Jiménez era en aquellas fechas la persona con mayor experiencia en la observación astronómica en el país. Su capacidad como astrónomo fue reconocida por los diferentes gobiernos que en aquellos aciagos días hubo en México, pues aparte de esta importante  comisión, tuvo otras donde su trabajo principal estuvo directamente relacionado con la astronomía.

Además de las capacidades técnicas que los comisionados tenían en el terreno de la cartografía y la geodesia, tanto García Conde como Jiménez compartían el hecho de haber sido protagonistas de primera línea en la lucha contra el ejército estadounidense en 1847. 

En particular, Francisco Jiménez quien en su calidad de capitán, comandaba un grupo de cadetes durante la defensa del Castillo de Chapultepec, fue hecho prisionero cuando el invasor tomó esa plaza. Ese punto común entre ambos personajes, debió hacerlos muy sensibles a la interpretación de lo plasmado en el Tratado de Guadalupe Hidalgo, lo que desde la perspectiva de quien formó la Comisión, sería garantía de que los comisionados harían sus mayores esfuerzos para garantizar la defensa de los intereses mexicanos en el trazado de la nueva frontera.

Los pesados, pero delicados instrumentos que llevaron para realizar sus observaciones, fueron movidos en carretas y a lomo de mulas a lo largo de miles de kilómetros. Los comisionados salieron de la ciudad de México el 18 de abril de 1849, llegando en julio a San Diego, California, donde se reunieron con la Comisión Estadounidense, pues se había acordado que el arduo trabajo de trazado de la nueva frontera, se iniciaría al sur de la ciudad de San Diego, California. 

El mayor problema que enfrentaron los comisionados mexicanos, fue la carencia de instrumentos precisos adecuados para las labores astronómicas y topográficas necesarias para determinar la posición de las mojoneras que marcarían la nueva línea fronteriza.  

La enorme dependencia de nuestro país de la tecnología extranjera, obligó a comprarlos en Europa, pero cuando los instrumentos adquiridos en Francia llegaron a México, resultaron muy inferiores en calidad a los ordenados, lo que obligó a los comisionados a solicitar en préstamo los que entonces existían en distintas dependencias gubernamentales y en manos de algunos particulares. 

Función en equipo 
La dotación instrumental final se compuso de cinco telescopios, dos sextantes, dos brújulas, cuatro cronómetros, e instrumentos como termómetros, barómetros y decámetros. 

Tras días de planeación conjunta, los comisionados de ambas naciones acordaron determinar en forma individual las coordenadas geográficas de los dos extremos de la línea que separaría California de Baja California, para después comparar los datos y llegar a los acuerdos correspondientes.  

El plan de trabajo acordado fue establecer el punto más austral del Puerto de San Diego, para luego proceder a medir la legua marina al sur de él, que de acuerdo al Tratado de Guadalupe Hidalgo, establecía el inicio de la línea fronteriza internacional, así que Salazar Ylarregui, junto con los otros ingenieros mexicanos, establecieron su campamento de trabajo, que les serviría como observatorio para determinar la posición astronómica de aquel punto inicial. 

Los días 25 y 26 de julio transportaron los instrumentos a ese sitio, que quedó operable el 28 de julio. 

Los procedimientos en el trabajo astronómico-topográfico de esa época, eras los siguientes.  

Uno o más observadores ubicados en el lugar del que se requería determinar la latitud y longitud geográficas, equipados con telescopios y con relojes exactos, realizaban observaciones múltiples de diferentes estrellas brillantes o de la Luna -aunque generalmente hacían ambas operaciones- para medir los tiempos a que esos astros alcanzaban su mayor altura sobre el horizonte. 

Con esa información realizaban manualmente laboriosos cálculos matemáticos, que después comparaban con datos tabulares como los que anualmente publicaban los anuarios astronómicos. Como resultado de ese dilatado y complejo proceso, podían determinar la longitud geográfica del observador. La latitud por su parte se obtenía de medir la altura que sobre el horizonte tenía la estrella polar en ese sitio. Para disminuir sobre todo los errores humanos, era necesario efectuar muchas observaciones estelares. 

En el caso del trazo de la frontera internacional entre México y los Estados Unidos, para fijar cada una de las posiciones geográficas y poner las correspondientes mojoneras, fue necesario que los mexicanos realizaran más de 70 observaciones de cada una de las estrellas usadas como referencia y otro tanto hicieron los estadounidenses, así que la localización de un punto en general necesitó de más de un centenar de observaciones astronómicas, lo que significó varias noches de observación por estrella para hacerlo. 

Un trabajo laborioso 
Una vez medidas las posiciones estelares correspondientes, a partir de ellas se derivaban los datos necesarios, para lo cual se realizaban gran número de operaciones matemáticas, pues en esa época se carecía de calculadoras; razón por la que la reducción (análisis) del material astronómico, tuvo que ser hecho por los comisionados mexicanos in situ e inmediatamente después de observar. 

El trabajo sin duda fue laborioso y en general también muy poco comprendido por la sociedad mexicana, que nunca les brindó el reconocimiento a estos personajes. 

Lo que aquí debe destacarse, es que los astrónomos e ingenieros mexicanos que participaron en aquella comisión, realizaron su trabajo con la misma calidad que la de los estadounidenses, pues su preparación académica y práctica fue tan buena como la de los mejores, lo que habla muy bien del nivel de la enseñanza técnica que entonces tenían las instituciones educativas mexicanas. 

El trabajo para fijar las coordenadas del primer punto de la línea fronteriza entre México y los Estados Unidos llevó varios meses. Con ese fin se hicieron múltiples observaciones de estrellas brillantes como la Polar, Aldebarán, Altaír, Fomalhaut, Markab, Arcturus, Merak y otras más, así como de la Luna. Antes de llegar a un acuerdo sobre la exacta ubicación del mencionado punto, los comisarios tuvieron diversas reuniones y discusiones, pues los
estadounidenses estaban interesados en poner un faro en la playa, lo que los llevó a tratar de que fuera otro el primer punto de la línea. 

Finalmente hubo acuerdo y el 10 de octubre de 1849, ambas comisiones se reunieron  y en un pozo de diámetro pequeño y algo profundo, colocaron un frasco que encerraba herméticamente una declaración escrita en español y en inglés, firmada por los comisionados, que señalaba que aquel punto, situado actualmente en playas de Tijuana, era el inicio de la nueva frontera internacional.

Por la relevancia que tiene, debe insistirse que fue en esa ocasión,  cuando se trazó por primera vez y sobre el terreno, la línea de más de doscientos kilómetros que separa a la Baja California de California. Para ello, igual que sucedió con el resto del trabajo de esa Comisión, fueron utilizadas técnicas astronómicas para determinar la posición geográfica exacta de esa parte de la frontera, que va desde la actual ciudad de Mexicali hasta la de Tijuana.  

Ahora es prácticamente desconocida la labor de aquellos mexicanos, que gracias a sus profundos conocimientos astronómicos, lograron hacer un trabajo fundamental para la sobrevivencia de nuestra nación, defendiendo con su ciencia hasta el último milímetro de lo estipulado en el tratado que firmaron México y los Estados Unidos a raíz de aquella guerra. 

Astrofísico e investigador del Instituto de Astronomía, campus Ensenada, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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