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Siglo XXI más cambalache

domingo, 15 de enero de 2017 · 00:00
Por Lauro Acevedo

Ni duda cabe, el siglo XXI inicia digno de la composición de un tango, como el que menciona el cambalache, pues existe en el ambiente global un claro síndrome de incertidumbre. 

El miedo se apodera de los seres humanos ante la insensibilidad de los agresores, la lucha por la supervivencia se acentúa con los deslaves de los índices económicos, bajo políticas agravadas con la base de una sobrecarga de hechos delictivos. Hechos entre los cuales destaca, primordialmente, el terrorismo y la corrupción en todos sus frentes, actores y regiones. 

Pobre humanidad de siempre agobiada por la angustia y el azote de las calamidades, desprotegida ante los ataques del miedo eterno. 

¿En qué momento se ha entronado la ausencia de valores fundamentales? Es un tanto difícil localizar este fenómeno de una manera estandarizada, sólo podemos decir que los hechos cotidianos obedecen a las grandes regiones donde dominan diversos mitos de sujeción, de sumisión, castración y de libertad, los primeros salvaguardados por gobiernos tiránicos y absolutistas, los segundos por sistemas ancestrales de castas, los terceros, los de castración por grandes grupos de poder psicológico que quitan al individuo la capacidad de ejercer sus libertades, sus derechos más elementales, por medio de métodos abominables como conceptos religiosos y dogmas milenarios.

Así las cosas, realidades de cada situación, que se van desarrollando en la cotidianidad con los pequeños detalles que constituyen una cadena diaria de la vida de los seres. 

Mercader de emociones
Podemos mencionar incluso incongruencias de la ética profesional. Pondré un claro ejemplo. Un otorrinolaringólogo, que ajeno al juramento hipocrático, siendo un especialista encargado del cuidado del ser humano en las áreas de la audición y la comunicación oral plena, no sabe por cierta ceguera individual escuchar con atención a sus pacientes y les niega con actitud despótica el derecho inalienable a ser escuchados con paciencia, amabilidad, cortesía y un claro apego a un espíritu de servicio en beneficio de la salud psicosomática de quien se acerca esperando apoyo, ayuda y solución a su problemática.

Podemos ir al mercader de emociones, que viola con toda intención el goce de una alegría, insertándola entre un gran estruendo de marketing, haciendo de los recursos humanos del goce un precio monetario de explotación y vileza contractual.

No olvidemos al más vil de los seres mercadotécnicos que pone como una mercancía a los seres humanos en las carteleras monumentales o en los programas de comunicación social, ya sea esta acción con fines de mercadeo puro o con fines de cuestiones políticas dentro de una demagogia, como un lenguaje de convencimiento de la pureza prístina del poder.

Grande es nuestro asombro ante estas cuestiones, grande nuestro dolor por tanta injuria al bienestar del ser humano a nivel global.

La sociedad humana se encuentra en un estado de estupefacción. No hay día en que no mueran compañeros por causas ajenas a las naturales.  

El crimen y la injusticia señorea todos los territorios.

Destellos de luz 
En los grupos de mayor poder en el mundo ocurren hechos insospechados, donde los líderes que llegan al poder de los pueblos no guardan las alturas humanas que deben tener, que deben corresponder a un guía, a un protector de los habitantes de su demarcación. Por el contrario, se convulsionan y convierten en monstruos de poder que no imaginara ni el mismo Dante en sus creaciones infernales.

Los destellos de luz, entre tanta oscuridad, existen, no todo está perdido. Ejercen médicos cuya vida está realmente entregada a su profesión con todos los atributos de la misma. Por poner un ejemplo cercano a nuestra vida diaria seleccioné a los profesionales de la medicina, como pude tomar cualquier otra ocupación de la amplia gama del quehacer.

Ciudades enteras que buscan la mejoría de los ambientes. Instituciones que lucha día a día contra todos los males del mundo, sin dogmas ni tendencias a la ganancia y la usura.

Pero sobre todos los hechos; existen los artistas, los poetas, los pintores, los compositores de música, los arquitectos, los cineastas, los bailarines, los escultores. 

Lo anterior podría parecer para algunos algo exagerado, pero el mito del arte, el único mito de libertad, que se puede, con todos los puntos buenos del orbe, jactar de un gran respeto y amor por la comunidad humana.
Que nunca llegue el rumor de la discordia y prevalezcan en nuestros espíritus el don de la misericordia y el fulgor del entusiasmo.

Poeta y ensayista ensenadense.
   enardecidavoz@gmail.com

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