Y retiembla en su centro la tierra

domingo, 1 de octubre de 2017 · 00:00

Por Liz Durand Goytia*
En cuanto alguien comentó que tembló todo mundo se metió a Facebook para enterarse del acontecimiento que, poco a poco, nos fue dejando primero en silencio con la boca abierta y luego con el corazón desbocado. 


Entonces los mensajes y llamadas por teléfonos celulares aumentaron el pulso de las comunicaciones en un galimatías que tenía por fin principal saber si nuestra familia o amigos se encontraban con bien. Muchas dificultades, horas largas noticias de los cercanos antes del alivio de saberlos con bien.
Para muchos, inmensas la sorpresa y la impresión. Para otros como yo, la inmediata removedera de memorias del terremoto de 1985. Allá todas esas manos con los corazones adoloridos pero armados de valor para repartirse y multiplicarse justo como ahora, cuando la tragedia y la necesidad nos convocan tácitamente y todo mundo acude: jóvenes de todas partes, ancianos, ilustres, anónimos, discapacitados, niños, lejanos...cercanos.

Las horas llenas de esperanza 
Tenemos lo que se necesita: somos pueblo solidario y aguerrido. Sin averiguaciones se reunieron multitudes para rescatar cuanto antes a las víctimas, para socorrer a los damnificados, consolar a los deudos, dar esperanza a todos con su música, su creatividad, sus limitaciones o su pobreza. 
Incontables imágenes han estado dando cuenta al mundo del tamaño que tiene nuestra gente, de la conciencia que tenemos para tomar la parte de responsabilidad que nos corresponde y acudir en pronta ayuda. No somos desconocidos: somos mexicanos, somos una sociedad que sabe resolver una eventualidad de este tamaño. Lejos de reflectores institucionales, lejos de protagonismos políticos. 


Somos un pueblo viendo por su gente y dándonos cuenta de todo lo que podemos hacer y gobernar por nuestra cuenta. Somos organizados, estamos educados, estamos preparados, somos solidarios. Tenemos una honda conciencia de que todos somos uno, y así, en estas horas aciagas pero llenas de esperanza, cada mexicano extiende su mano.

“Para muchos, inmensas la sorpresa y la impresión. Para otros como yo, la inmediata removedera de memorias del terremoto de 1985”.
*Poeta residente en Ensenada.
 

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