Cine todos los días

El maestro Werner Herzog

domingo, 21 de mayo de 2017 · 00:00

Por Miguel Núñez*

 

La primera vez que vi al director de cine Werner Herzog fue en el New Beverly Cinema en la ciudad de Los Ángeles. Había una función doble de su película Grizzly Man, junto con Incidente en el Lago Ness. Después de una sesión de preguntas y respuestas, un joven lo siguió para que le firmara una copia de Nosferatu, vampiro de la noche. Afuera de la sala me quedé escuchando a un argentino diciéndole que lo admiraba desde que vio su filme Fitzcarraldo.

 

No pasó mucho tiempo para que le pidiera que me firmara una postal de Stroszek, una de mis películas favoritas. Un drama con tintes de comedia acerca de un acordeonista alcohólico que emigra de Alemania a los Estados Unidos.

Entre personajes pintorescos, como un pollo bailarín, y eventos absurdos, como el robar un banco para de inmediato cruzar a comprar al mercado de enfrente, el filme se convierte en una crítica al sistema de la llamada "tierra de las oportunidades”.

 

Pasaron un par de años para que Werner Herzog fundara su propia escuela de cine, la Rogue Film School. Que en sus propias palabras "no es para los débiles. Es para aquellos que han viajado a pie, que han trabajado como guardias en clubes o como guardias en un manicomio, para aquellos que están dispuestos a aprender a forzar cerraduras o falsificar permisos para filmar en países que no avalan sus proyectos.

Para aquellos que tienen un fuego interior. Para los que tienen un sueño.

 

Aunque yo no contaba con la mayoría de lo descrito, si tenía lo último. Unos deseos incontenibles de aprender del maestro y embarcarme en la aventura de hacer una película. Los requisitos para participar en el proceso de selección sorprendían por su sencillez: enviar una autobiografía de máximo diez enunciados y un cortometraje de máximo cinco minutos. Werner Herzog se encargó de hacer la selección personalmente.

 

Alumnos de un gran maestro

Eso lo comprobé al ser aceptado y llegar a un hotel en New Jersey donde se llevó a cabo el seminario de cuatro días con el maestro. Herzog, con lista en mano, nos daba a cada uno la bienvenida y nos comentaba lo que le interesó de cada cortometraje. Éramos sesenta alumnos tan disímiles en nacionalidades y edades que me hizo pensar en el documental Encuentros en el fin del mundo, acerca de la singular comunidad que vive en la Antártida.

Uno de sus protagonistas cree que ellos viven en la Antártida porque no pueden sujetarse a ningún otro lugar del globo terráqueo. Por algún motivo todos ellos terminaron en el sur del planeta y por alguna extraña razón nosotros fuimos los elegidos para formar parte de la Rogue Film School.

Las sesiones comenzaban en punto de las 9:00 de la mañana. Sus temas iban desde el uso de la música y el desarrollo de personajes a la importancia de ser autosuficiente y tomar la iniciativa. Algo valioso fue que Herzog estaba abierto a que participáramos y le hiciéramos cualquier tipo de cuestionamiento. Una de mis compañeras le preguntó ¿Alguna vez se ha deprimido? ¿Pensó en algún momento dejar el cine? La respuesta fue afirmativa. Pensó dejar de hacer cine en una época en que a ningún festival le interesaban sus películas y por lo visto tampoco al público. Fue en ese tiempo que una crítica de cine alemana lo hizo cambiar de parecer y lo motivó a continuar con su carrera detrás de las cámara.

 

El mejor consejo, leer

Un consejo inusual en un seminario de cine y que lo repetía mínimo cinco veces al día era: "lean, lean, lean, lean, lean, lean...”. Así lo decía, repitiendo la misma palabra varias veces. Y es que nos explicaba que cada libro engloba un concepto que incluye lenguaje y contenido. El tener un entendimiento constante de esa unidad es fundamental para saber cómo dirigir una película. En contraste, Herzog tan sólo ve tres o cuatro películas al año.

Fue curioso cómo en medio de una explicación me señaló y me dijo: tienes que regresar a Mexicali, formar una "Célula Rogue” y hacer una película. Antes de ese momento ya tenía esa meta fija en mi mente, pero el que me lo dijera con esa determinación, me aportó un sentido de urgencia. Y fue gracias a que dirigí la película Levantamuertos que pude aplicar lo aprendido.

Reglas tan simples como prohibir el uso de celulares en el set y no gritar, me ayudaron a tener un equipo de producción más enfocado. En locaciones inhóspitas como el basurero municipal, fue imperante que yo caminara primero que nadie entre los desperdicios para ganar la confianza de los demás, incluyendo la de los actores que participaron en esas escenas.

Confieso que hubo momentos difíciles en el rodaje de Levantamuertos. Uno de ellos fue el grabar en La Rumorosa en una noche que bajó mucho la temperatura. Si el equipo de producción me hubiera mencionado que no quería continuar debido a las condiciones climáticas, yo hubiera pospuesto la grabación, pues "se debe considerar primero el lado humano antes que el profesional”. Pero pasó lo contrario. Gracias a la actitud y el compromiso del equipo de producción fue que salimos adelante.

El compromiso de Werner Herzog con su cine lo ha llevado a filmar documentales y ficciones en los 5 continentes. Y mientras yo siga soñando con hacer películas me comprometo a "leer, leer, leer, leer, leer, leer…”.

 

*Cineasta de Mexicali.

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