Consumiendo para pensar

domingo, 13 de mayo de 2018 · 00:00

Por Luis Damián Garibay*

Vivimos en una sociedad de consumo, esto lo han dicho ya muchos intelectuales en las recientes décadas. Por su parte, Néstor García Canclini, escritor, antropólogo y crítico cultural argentino, pone sobre la mesa la reflexión sobre el consumo en su libro “Consumidores y ciudadanos”.


En el capítulo de su libro “El consumo sirve para pensar”, describe la manera en que muchos intelectuales, entre ellos filósofos, antropólogos y sociólogos, contribuyen en el estudio del fenómeno del consumo, enriqueciéndolo al enmarcarlo en un contexto –cultural y no sólo economicista o mercadológico, lo que ha servido para entender el consumo de bienes y servicios por parte de grupos humanos en este contexto de globalización.


Canclini explica que en la posmodernidad, los valores, los signos, las grandes narrativas y los significados que servían para las personas en sociedad organizar su vida y funcionar como referencia para entenderse dentro de la historia, se pusieron en crisis tras la globalización y esto, por tanto, ha influido también en la manera en que consumimos.


Para decirlo de otra manera, por muchos siglos los países o Estado-nación, así como la religión como institución, en este caso el cristianismo, la idea de que la ciencia y la razón llevarían a las sociedades al progreso y todo esto, en el periodo llamado modernidad, y en suma, generaba un tipo de certeza o sentido, que guiaba la vida de las personas.


Pero esta crisis de certezas generada en su medida por un mundo cada vez más globalizado donde las economías se abrieron a otros países, incrementando el flujo de recursos, personas, información, llegándose a una interconectividad entre las diferentes culturas, así como el acceso e intercambio de la información, gracias a medios masivos de comunicación e internet, han generado una gran incertidumbre para los individuos.

Consumo humano 
Es aquí donde el consumo, entendido como “el conjunto de procesos socioculturales en que se realizan la apropiación y los usos de los productos”, se liga con la insatisfacción que genera la evaporación e inestabilidad de los significados. 


Así, la gente se la pasa comprando objetos, se los cuelga en el cuerpo, los distribuye por su casa, con el fin de asignarle un lugar en un orden. Por tanto lo que compramos y lo que consumimos, nos funciona para darle significado a nuestra vida, a nuestra identidad y a lo que nos rodea. Ya que al crear este orden con el lugar que le damos a los objetos que consumimos, podemos pensarnos el propio cuerpo, el inestable orden social y las interacciones inciertas con los demás.


De esta manera, lo que consumimos nos sirve ya no solamente para atender nuestras necesidades fisiológicas o sociales, o para expandir el mercado y reproducir la fuerza de trabajo, o para distinguirnos de los demás gracias al valor social y cultural de lo que consumimos, sino que el consumo, en este contexto, nos sirve para pensar.  

*Estudiante de Sociología y promotor cultural.

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