La Vía Láctea

domingo, 8 de julio de 2018 · 00:00

Por Marco Arturo Moreno Corral*

Hemos llegado a la época del año durante la cual en las noches oscuras es posible observar a simple vista uno de los grandes espectáculos de la naturaleza: la Vía Láctea. Si al ocaso nos alejamos un poco de las zonas urbanas donde la contaminación luminosa impide apreciar la negrura de la bóveda celeste, veremos una gran franja blanquecina de aspecto nebuloso con forma de arco, que cruza buena parte del firmamento.

La miramos así, porque en realidad nos hallamos inmersos dentro de ella. También vemos que esa estructura presenta zonas brillantes y oscuras. Estas últimas se ramifican dando el aspecto de agujeros donde no pareciera haber nada. Este objeto es algo que los humanos han visto desde tiempos inmemoriales y desde siempre han querido saber qué es. Los primeros intentos de explicación fueron míticos y correspondieron al aspecto que presenta. Por él, los griegos le llamaron “galaxia kýklos”, que significa círculo lechoso, mientras que los romanos dijeron que era un camino de leche o Vía Láctea, que es como actualmente designamos a este impresionante objeto celeste.

Cada cultura ha tenido mitos para explicar su existencia, así que a lo largo de la historia humana se han producido múltiples leyenda sobre la Vía Láctea; algunas verdaderamente bellas. Hablaré de tres que seguramente son representativas.

En la mitología greco-latina, la Vía Láctea se formó por la leche arrojada por el pecho de la diosa Hera, la esposa de Zeus, cuando quitó violentamente de él a Hércules que sin que ella se diera cuenta, había sido puesto por el padre de los dioses para que lo amamantara. La leche se regó por el firmamento y así se formó ese objeto cósmico. Por su parte los aztecas la llamaron Mixcóatl Ohtli que significa nube en forma de culebra y la consideraron la madre de todas las estrellas, mientras los kiliwa que habitaron esta parte de la Península de Baja California, se referían a la Vía Láctea como ma’i o’poi; el camino de humo en el cielo y consideraban que al morir, cada kiliwa lo recorrería para ascender al lugar de los muertos.

Innumerables estrellas esparcidas en grupos

Fue hasta 1609 cuando comenzó a entenderse la naturaleza de esa franja celeste blanquecina, pues en aquel año, cuando Galileo dirigió su rudimentario telescopio al firmamento, vio que la Vía Láctea estaba formada por muchas estrellas, que sin la ayuda de ese instrumento, no podían resolverse como tales. Sobre este particular escribió: “Lo que observamos fue la materia y naturaleza del propio círculo lácteo, que nos fue permitido escrutar con nuestras facultades merced al catalejo, de modo que todas las discusiones, que a lo largo de los siglos torturaron a los filósofos, fueran resueltas con la certidumbre de nuestros ojos, viéndonos también liberados de la palabrería. En efecto, la galaxia no es otra cosa que un montón de innumerables estrellas esparcidas en grupos”. A partir de entonces, los astrónomos comenzaron a investigar la Vía Láctea con intención de establecer su forma, composición y dimensiones. Al paso del tiempo, los telescopios mejoraron, prestando grandes servicios en esa dirección. El primer intento observacional para descubrir su forma real fue realizado por el inglés William Herschel, quien durante 1785, contando cuidadosamente el número de estrellas en diferentes direcciones del firmamento, encontró que existía una cierta distribución estelar que indicó que la Vía Láctea tenía una forma definida. Esto que expresado así suena sencillo, de ninguna manera fue tarea fácil, ya que equivale a trazar el esquema tridimensional detallado de un espeso bosque, estando inmerso en él y sin poder desplazarnos en su interior, sin embargo, usando el ingenio, así como los avances de la ciencia y de la tecnología, poco a poco los astrónomos lo fueron logrando.

Conjunto de galaxias

Hace un siglo aún se discutía la forma verdadera de la Vía Láctea y si era un sistema cerrado y aislado en el firmamento, o formaba parte de otros objetos similares. En 1920 el neerlandés Jacobus Kapteyn, usó el mismo método de Herschel, pero aprovechó los nuevos desarrollos tecnológicos, lo que le permitió sugerir que era un pequeño sistema elipsoidal de unos cincuenta mil años luz de diámetro, donde el Sol se hallaba cerca del centro. Por su parte el estadounidense Harlow Shapley estudiando la distribución de los cúmulos globulares –gigantescos conglomerados formados por hasta un millón de estrellas cada uno- encontró que la Vía Láctea es un disco plano con diámetro aproximado de 30 mil años luz, en el que el Sol se halla alejado de su centro.

En 1930 el suizo Robert Trumpler, tomando en cuenta la absorción que la luz estelar sufre debido al polvo interestelar, estableció la forma actualmente aceptada para la Vía Láctea, que es la de una gigantesca espiral con un diámetro aproximado de 100 mil años luz, contenida en un plano y con un abultamiento en su parte central, al que los astrónomos llaman el bulbo galáctico. Mientras eso sucedía, las observaciones comenzaron a mostrar que existían otros sistemas similares en forma y tamaño, emergiendo entonces la idea de múltiples galaxias; gigantescos conglomerados formados cada uno por miles de millones de estrellas, gas, polvo y radiación. Ahora se sabe que hay millones de millones de ellas, así que la Vía Láctea dejó de ser única, sin embargo, por ser en la que nos hallamos sumergidos, su estudio es muy relevante, mostrando por ejemplo que la masa que contiene, es 150 mil millones la que tiene el Sol. También se ha establecido que se formó hace unos 14 mil millones de años, que su estructura es espiral, estando los brazos espirales formados por estrellas, polvo interestelar y gas, así como que es un sistema dinámico, pues sus brazos se encuentran girando en torno a un centro o núcleo galáctico, del que el sistema solar está alejado 28 mil años luz.

Las observaciones igualmente han permitido establecer que la Vía Láctea forma parte de un conjunto de galaxias conocido por los astrónomos como el Grupo Local, entre las que ella y la galaxia de Andrómeda son las más grandes, pero están acompañadas por alrededor de otras 50 de menores dimensiones, varias de las cuales orbitan en torno de nuestra galaxia.

Aunque el esquema general de la Vía Láctea es ahora conocido, falta mucho por saber sobre este gigantesco conglomerado estelar, razón por la que en la actualidad muchos astrónomos se dedican de tiempo completo a su estudio, buscando entender sus secretos y aunque se ha racionalizado la forma en que la vemos, no hemos perdido la manera original en que los humanos comenzamos a mirar esta maravilla de la naturaleza, así que cuando surge en el firmamento, seguimos interesados en sus misterios.

*Astrofísico e investigador del Instituto de Astronomía, campus Ensenada, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

mam@astro.unam.mx

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