Escultura monumental mexica

A través de este texto hablaré de los grandes y bellos monolitos que representan la cultura y arte mexicano
lunes, 6 de agosto de 2018 · 12:33

Por José Carrillo Cedillo*

La noche del 21 de febrero de 1978, mis padres, mi hermano y yo, mirábamos por televisión el noticiero nocturno de Jacobo Zabludowsky, quien dio la noticia que esa tarde trabajadores de la compañía de luz, al cavar una zanja para poner cables, el zapapico había chocado contra una piedra, pero se dieron cuenta que no era una piedra común era de color rosa e inteligentemente, decidieron suspender el trabajo para dar aviso a sus superiores, quienes a su vez lo comunicaron al Instituto Nacional  de Antropología.

Al día siguiente se presentaron en el sitio los expertos del organismo quienes solicitaron seguir excavando sin tocar la piedra y al otro día surgió un monolito: una bellísima escultura circular que identificaron como la Coyolxauhqui (la diosa de la Luna). 

Esta diosa, dice la leyenda, que intentó matar a su madre, Coatlicue porque estaba embarazada y los deshonraba, y convenció a sus hermanos de hacerlo entre todos, pero uno de ellos, Huitzilopochtli (dios del Sol), defendió a Coatlicue, matando a su hermana.

El presidente López Portillo al llegar al sitio, ordenó seguir excavando y así salió a la luz el Templo Mayor prehispánico y el Museo de Sitio, que ahora alberga al bello monolito, cuyo diámetro es de 324 centímetros. Esta es sólo una de las seis esculturas monumentales mexicas que hasta la fecha se han descubierto, las otras son la mencionada Coatlicue, La Piedra del Sol, conocida como Calendario Azteca, la Piedra de Tizoc, la Piedra del Antiguo Arzobispado y la Tlalltecuhtli.

Todos grandes monolitos que representan el variado panteón mexica que tenía muchos dioses y diosas, y que eran representadas en muchos tamaños y diversos materiales diseminados por todo el territorio mexica. Nos dice Matos Moctezuma: “Coyolxahqui simboliza al grupo vencido, es la imagen de los derrotados”. Su presencia es además de una hermosa talla labrada por un gran escultor desconocido, el receptáculo de toda una carga ideológica y una intención. Este artista logró dejar una huella en una dura piedra volcánica, reformándola en una gran obra de arte.

La escultura de Coyolxauhqui

Lo primero que llama la atención es el movimiento logrado dentro del círculo en que fue tallado, el círculo no limita, sino concentra. La posición de brazos y piernas da un sentido de rotación impresionante, las partes dan un todo, ninguna sobresale de las demás, hay una relación del tronco con la cabeza que fue brutalmente forzada hacia atrás, cercenada.

Un grupo de científicos de diferentes especialidades, han logrado rescatar de los intersticios, restos minúsculos de la pintura que la cubría y con ello deducir que el color tenía también su simbolismo. La cabeza de perfil permite ver que su lengua, de color rojo,  asome como resultado del castigo recibido y nos muestra una visión de muerte incomparable.

También en el cintillo que pasa por su nariz  tiene cascabeles en las mejillas que eran motivo de distinción.  Y la  orejera, tiene una parte sobre la nariz con lo que el artista logra insinuar lo que está del otro lado del rostro, logrando con ello una cierta idea de perspectiva. Es maravillosa la capacidad de este escultor al resolver el tronco pintándolo de color ocre,  se ve de frente con sus pechos donde los pezones tienen unos pequeños caracolillos marinos…geniales.

De la cintura para abajo se muestra de perfil, viéndose claramente los miembros desprendidos y un detalle interesante es su pubis resuelto con sencillez, lleva un cinturón en forma de doble serpiente en la cintura, que amarra un cráneo que  la relaciona con el inframundo. En  la separación de los miembros se ven claramente las ondulaciones de la piel. El presentar el cuerpo de frente y de perfil permite al espectador admirar en toda su grandeza el cuerpo mutilado. Se encuentra en el Museo del Templo Mayor.

La Coatlicue

Esta obra maestra del arte universal se encuentra en la Sala Mexica del Museo de Antropología de la Ciudad de México. Del terror a la veneración, esta escultura despierta esos sentimientos en quien la contempla, menos la indiferencia.

Su notable  fuerza expresiva y su originalidad son únicas,  pero algunos la rechazan por su aspecto mitad animal y mitad humano y por ser expresión inequívoca de la muerte y el sacrificio. Varios estudiosos, sobre todo extranjeros, al no poder descifrarla la han catalogado de monstruosa. Esa naturaleza doble, por ser por un lado serpiente- mujer-águila y por otro ser decapitada-amputada pero pletórica de energía, la han repudiado desde su descubrimiento.

Fue don Alfonso Chavero el primero en decir que la Coatlicue es el monolito más hermoso del arte mexica.  “Este hecho la convierte  en  una obra cultural paradigmática, es una creación de nuestro pasado que no deja de seducirnos en nuestro eterno presente”, dijo Octavio Paz.

La piedra del Sol o el calendario Azteca

Fue don Juan Vicente Güemes Pacheco de Padilla Horcasitas y Aguayo, virrey de 1789 a 1794, quien mandó aplanar la gran plaza que hoy es el Zócalo. Durante los trabajos encontraron la Coatlicue el 13 de agosto de 1790 y más adelante la Piedra del Sol.

Quizá resulte interesante consignar que él mandó quitar a los ambulantes que ocupaban la plaza, que sexenio a sexenio se repite esta historia hasta nuestros días.  

La piedra fue localizada a pocos centímetros de profundidad, lo que indica que fue depositada ahí a la llegada de los españoles que la arrancaron de su templo original y, debo mencionar, estaba boca abajo, lo que afortunadamente sirvió para preservarla del agua de las lluvias.

Una vez que fue levantada se recostó sobre la pared poniente de la Catedral Metropolitana. Tiempo después fue trasladada al recinto de lo que fue el Museo Nacional de la calle de Moneda y años más tarde al Museo de Antropología, en Chapultepec.

La piedra de Tizoc

El 17 de diciembre de 1791, abriendo una zanja en lo que es ahora la calle de República de Brasil, al poniente de la Catedral, encontraron un monolito que en su momento reseñaron como lleno de jeroglíficos. Es la piedra que hoy conocemos como Piedra de Tizoc, con una circunferencia de 8.31 metros, labrada en basalto. En su parte superior muestra la figura del Sol, en el canto tiene 15 escenas con personajes, escudos y glifos.  En el centro tiene un cuenco con un canal y se supone que era piedra de sacrificios.

La piedra de Moctezuma o del antiguo arzobispado

Se trata de un monolito elaborado en basalto que está pintado totalmente de rojo, mide 2.24 metros de diámetro y la altura es de 76 centímetros. Es una piedra que guarda relación con el sacrificio y la muerte (se parece a la Piedra de Tizoc).  Los estudiosos se lo atribuyen a Moctezuma Ilhuicamina, el Tlatoani que la mandó construir. Era un monumento a las conquistas del Imperio Mexica, bajo el mando del gobernante en turno. En la cara superior se ve una depresión que tiene un diámetro de 45 centímetros con una profundidad máxima de 20 centímetros, donde se puede apreciar el rostro de un personaje con una banda de cuatro discos con una saliente en el centro que se cree que podría ser un ave descendiendo, todo esto circunspecto por relieves solares.

El rostro tiene una nariguera y orejera circulares, la boca abierta mostrando los dientes, en esta abertura se aprecian dos protuberancias que fueron mutiladas posiblemente por vandalismo religioso.

En el canto de la escultura se aprecian tres bandas con diferentes motivos, la superior tiene 59 cuadritos y la inferior 57, con 10 motivos alternándose los cuales son: Copilli, mano, atado, anillo circular con cruz, cruz de hueso, corazón, cráneo de perfil, Cipactli y Técpatl. Entre estas bandas se tienen once escenas de victorias mexicas como en el caso de la Piedra de Tízoc. Se encuentra en el Museo Nacional de Antropología.

La Tlaltecuhtli

Lo más reciente de la escultura monumental mexica es el descubrimiento de la ciclópea imagen de la Tlaltecuhtli, señora de la Tierra, que fue encontrada el 2 de octubre de 2006 en la esquina que forman las calles de República de Argentina y República de Guatemala, en las inmediaciones del Templo Mayor. 

Es la mayor talla jamás extraída del subsuelo de la Ciudad de México. Según Matos Moctezuma, “Tlaltecuhtli es una deidad telúrica y nocturna del sexo femenino que porta un faldellín adornado con cráneos y huesos cruzados, además de lucir un adorno dorsal con tiras y caracoles, exclusivo de las deidades femeninas”.

Resulta enigmático el hecho de que las fuentes históricas del siglo XVI, no consignen el nombre de un Fidias o un Miguel Ángel indígenas, sobre todo al considerar que los mexicas se encuentran entre los escultores más creativos y prolíficos de la Historia del Arte Universal. Por lo que me permito sostener que debemos sentirnos muy orgullosos de estos grandiosos artistas mexicanos.

Fuente: Escritos de Eduardo Matos Moctezuma.

*Artista Plástico y docente con más de 50 años de trayectoria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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