Por la razón o por la fuerza

Suede: ¿Qué hacer si no te moriste de joven?

sábado, 29 de septiembre de 2018 · 00:00

Por Juan Alberto Montes*

Suede es la banda que mejor supo usar las tragedias de la juventud como elemento decorativo de sus canciones.  Quiero aclarar que cuando digo juventud, hablo de la real, la que se puede ver en la piel, y no de esa falsa que algunos dicen que está por dentro.

La inexperiencia legitima los infortunios, los hace lucir bellos, casi como parte de un plan divino. Podemos ver este recurso de estilo en temas fundamentales de la banda inglesa, como “New Generation” (And like all the boys in all the cities/I take the poison, take the pity), “So Young” (Don't need to live to know/What I've become), Heroine (I'm 18/I need my heroine) o Animal Nitrate (Now he has gone?/Now you're over 21?).

Estas canciones están recogidas en sus dos primeros discos: Suede (1993) y el exuberante Dog Man Star (1994), ambas obras maestras fundamentales en la historia de la música.

Nadie imaginó que el vocalista y líder del grupo, Brett Anderson, podría llegar vivo a los 30 años, enganchado a la heroína como estaba en la década del 90 y con la depresión exóticamente grande que arrastraba.

Sin embargo, es imposible envejecer hermosos y malditos. O te recuperas para ver la degradación de la belleza, o te mueres. Por eso, lo que saca Suede actualmente es interesante no sólo por la cuestión musical, sino para analizar la postura lírica con las que afrontan el haber envejecido.

The Blue Hour

La verdad no hay nada más insoportable que ver cómo los héroes de tu juventud envejecen, porque nos recuerda que nosotros siempre estaremos peor que las estrellas.

Cuando se casan y tienen hijos, la estética de su arte cambia, sus intereses se modifican y dejan de romantizar la inmadurez (y pocas cosas interesantes provienen de la madurez).

Anderson decidió traer un hijo al mundo terrible que describe en sus canciones. Lo hizo, según sus palabras, como un acto de esperanza y decidió dejarle como testamento un disco, donde, una vez que él haya muerto, el joven podrá escuchar las palabras de su padre, pensadas para momentos clave de su vida.

Esto podría llevarnos a pensar que The Blue Hour -el octavo disco de la banda- es tierno y condescendiente, sin embargo, nada está más lejos de la verdad.

El álbum es posiblemente la obra más oscura y melodramática que haya sacado en una carrera caracterizada por esos dos adjetivos.

En diversos momentos, parece el score de una película de terror desarrollada en un entorno rural post apocalíptico.

Los arreglos de cuerdas (trabajaron con la filarmónica de Praga para 8 de las 14 canciones), lejos de caer en la pomposidad, suenan naturales e incluso fundamentales para los efectos dramáticos de las guitarras y la voz.

El disco en muchos momentos es escalofriante gracias a sus elementos ambientales: “As One”, la canción inicial, es un buen ejemplo de la capacidad para reconstruir estructuras de sonido frías y expresionistas.

La primera mitad del álbum muestra canciones sólidas, como “Mistress”, “Cold Hands” o “Life is Golden”, la cual, a pesar de tener unas líricas tan luminosas (You're not alone, look into the light and be heard/You're never alone; your life is golden) suena tan fúnebre como su video -grabado con un dron que sobrevoló una ciudad ucraniana en ruinas abandonada tras el desastre de Chernóbil-.

Amor y pájaros muertos

La segunda parte del disco inicia con la incómoda “Roadkill”, una base musical chocante sobre la que Anderson describe el cadáver de un ave muerta que encontró en la carretera. Más adelante se escucha una conversación con su hijo mientras entierra el pájaro en “Dead Bird”.

La mayor parte de los (anti) sencillos que se usaron para (¿) promocionar (?) el disco, vienen en la parte final, como “Don't be afraid if nobody loves you”, otro de los temas enfocados a crear educación sentimental retorcida.

También destaca la culminante “Flytipping”, de casi siete minutos de duración, la cual se inunda con ruido de guitarras súper distorsionadas que aparecen imprevistas cuando va corriendo la mitad de la canción.

Suede, con The Blue Hour, demuestran que aún tienen una necesidad creativa legítima. Creo que la mejor explicación de su logro artístico lo describe Brett Anderson en una entrevista que dio hace algunos años para The Guardian:

“Las personas asumen que, al envejecer, estás en una posición más segura y por ende eres menos relevante; piensan que sólo puedes escribir grandes canciones si estás dañado”.

 

*Ingeniero metafísico con especialidad en superficialidades.

Twitter: deusvult_

Instagram:___deus.vult

 

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