BAJO PALABRA

Los años quedan

Por Hadassa Ceniceros
viernes, 17 de noviembre de 2017 · 00:00

El día inicia, son las 4.57 de la mañana, me levanto y al incorporarme el efecto de vértigo hace que me detenga de la cama, porque mi mundo, el pequeño mundo, el que cabe en las paredes del cuarto, da vueltas, gira implacable por segundos, entiendo entonces que ha regresado, estaré así algunas horas. Regreso al lecho y busco el teléfono desde donde escucharé los noticieros de la Ciudad de México. Conozco la voz de la comunicadora, me gustan sus comentarios tan equilibrados y oportunos. Las noticias… bueno son las mismas, las declaraciones de los líderes de los grandes países imponen todo tipo de condiciones en sus acuerdos dizque bilaterales o multilaterales, siempre hay algún loco amenazando a aquellos a quienes ya les ha exprimidos riquezas, poder, hasta dignidad. A decir verdad, medio escucho las notas del día, en general así ando, vivo más hacia adentro que lo opuesto, pienso, acomodo diálogos futuros, rehago conversaciones pasadas. A veces los recuerdos de alguna determinada época se me vienen en tropel, si me descuido un poco me rebasan, debo tener cuidado, detenerlos. En estos días eso resulta pesado.

Pienso en los poemas escritos, me entretengo buscando en archivos sin orden más allá del alfabético y algo de una buena memoria. Esta tarea me lleva a encontrarme con textos que solamente reconozco a medias también. Termino dándole un giro nuevo a un verso que como todo lo que reviso, podría mejorar. Así se pasan los días, no están mal. Alguna conversación larga con alguno de mis hijos o mis hermanos, la lectura de algunas columnas de tres periódicos nacionales y alguna revista en línea. Hago planes, hago remodelaciones en mi mente a algún rincón de la casa, compro hilos para tejer un suéter que en mi larga vida solamente he terminado una vez, busco libros y los encargo para hacer fila entre todo lo que me propongo leer. Duermo de nuevo hasta tarde. Nada me apura.

Mi vida y mi suerte me permiten envejecer junto a un compañero. Él trae sus propias prisas y nuevas aficiones, gusta de programas deportivos y se ha comprometido con toda seriedad a la jardinería en éste paisaje seco. Cocinar es un nuevo interés al que yo apoyo con entusiasmo.

Tengo todos mis huesos y mis dientes, el cabello es blanco y abundante, vivo bien.

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