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Cómo sobrevivir a un hijo de la…

Por Jorge A. Meléndez
viernes, 17 de noviembre de 2017 · 00:00

Todos los hemos sufrido. En un descuido, hasta lo hemos sido: un hijo(a) de la ching… en el trabajo. Bueno en realidad están en todos lados (¿verdad Donaldo?), pero es más difícil zafarse en la oficina. A veces esa persona es un compañero, subordinado o peor, ¡el jefe!

“En todos lados me decían: ¡ayuda! Me estoy enfrentando a un cabrito. ¿Qué hago?”, explica el autor Bob Sutton en una charla (véala en nuestros sitios).

Para contestar esta pregunta el profesor de Stanford escribió una secuela a su primer libro (relea “La regla de no más cabr.”): “Cómo sobrevivir a un hijo de la ching.” (HdelaCh).

Súper práctico. Empecemos por lo básico: ¿qué es un HdelaCh? El que humilla y le falta al respeto a las personas, dejándolos sin energía.

El daño es tanto a nivel de bienestar (ansiedad, depresión, insatisfacción, problemas fisiológicos, y afectación en relaciones) como en el nivel de desempeño (productividad, proclividad a errores, baja creatividad, rotación y mediocridad). Un coctel tóxico.

¿Qué hacer? Primero, realizar un diagnóstico.
“¿Lidias con un HdelaCh temporal o certificado? Todos podemos actuar como cabritos en las condiciones equivocadas: presión, cansancio, etc. Pero algunos son tóxicos siempre. Esos son los certificados”, explica Sutton.

La radiografía debe considerar también la duración del maltrato, si el cabrito tiene poder, si es uno o son varios y finalmente, el tipo de daño que provoca a nivel personal y organizacional.

Bueno, ¿y luego qué? Cuatro estrategias básicas:
1. Emprender la huida. Si está en una situación insoportable, lo mejor probablemente sea salir. Pero de forma inteligente. Sin quemar puentes o actuar irreflexivamente. Por ejemplo, si no toda la empresa es tóxica, puede buscar un puesto en otra área. Recuerde: en la era de la híper comunicación, todo se sabe. Hasta la forma como se abandona la oficina de los espantos.
2. Técnicas para evitar al HdelaCh. En frecuencia y duración:

  • Mantenga la mayor distancia física posible para limitar comunicación e influencia. Mínimo 10 metros.
  • Baje el ritmo de contacto: juntas, emails, etc.
  • Encuentre una “zona segura”.
  • Busque un “protector”. Un superior que sirva de armadura.
  • Una fuerzas con colegas. Protección y alerta temprana.

3. Trucos para proteger el alma. Cambiar percepciones para minimizar daño sicológico. Despersonalizar para analizar y ver si se puede aprovechar algo. Desarrollar empatía y hasta perdonar puede minimizar el daño. Distanciamiento temporal: pretender estar en el futuro. Con esto el impacto negativo puede percibirse distinto, minimizando ansiedad, enojo y resentimiento presentes. ¿Qué tan grave será esto en un mes? Finalmente, adoptar una perspectiva clínica: imagine que es un investigador de HdelaCh.
4. Defenderse. Otra vez, de forma inteligente. Considerando el poder que se tiene, acumulando pruebas fidedignas, evaluando opciones (conversar, convertirlo en aliado, confrontar, etc.), planeando bien y actuando en conjunto (de poderse). Bien dice Sutton: “mientras más prolongada sea la batalla esperada, más estratégico hay que ser para minimizar el costo de defenderse”.

Excelentes, apúntelos. Cierro con tres comentarios finales:

  • Sobre si los HdelaCh son los que al final siempre ganan: “quizá, pero en el camino destruyen por dentro a la empresa”.
  • Ser hijo de la ch... es contagioso. Por lo tanto, evite lugares que estén llenos de ellos.
  • Cuidado: es mucho más fácil ser un cabrito cuando se tiene más poder, educación, recursos, etc.

Sutton menciona en su charla a un “hippo” (hipopótamo, por sus siglas en inglés: la persona mejor pagada en el cuarto), que es un cabrito que arrolla a todos los que están en su paso. “Vean cómo son los hippos: tienen oídos pequeñitos y bocas grandototas”, concluye.

Entonces ya sabe: hay que evitar ser atropellado por alguna de estas bestias en la jungla corporativa. ¡Ah!, y cuidar no convertirse en gran y corriente “hippo”, ¿no cree?

EN POCAS PALABRAS.
“Un hijo de la ch… es como la kriptonita: mientras más expuesto estés a él o ella, más daño te provocará”
Bob Sutton, profesor y autor.


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