DESDE HOLANDA

Sinterklaas vs Navidad

Por Dianeth Pérez Arreola
miércoles, 29 de noviembre de 2017 · 00:00

La Navidad llega a mi casa en forma de decoración con un mes de anticipación. No somos pocas las mexicanas incomprendidas a las que nos toman por locas por no esperar a que pase la fiesta de Sinterklaas.

Sinterklaas es una tradición holandesa que consiste en que un señor con barba, bigote y cabello blanco, vestido de rojo y blanco trae regalos a los niños el 5 de diciembre. La tradición está basada en el obispo de Myra, San Nicolás, por lo que sus ropas recuerdan la vestimenta religiosa. Esta fiesta únicamente se celebra en Holanda y las que fueran sus colonias, Aruba y Curazao, y en Bélgica.

El 18 de noviembre llegó Sinterklaas a Holanda, en un evento que fue televisado a nivel nacional y para el cual eligen cada año una ciudad diferente para el arribo del barco que lo transporta, -según la tradición desde España-, junto con sus ayudantes de color, los zwarte piets. Luego sigue un desfile donde va Sinterklaas montado en su caballo blanco, mientras los zwarte piet reparten dulces y unas pequeñas galletas redondas llamadas pepernoten.

Ese mismo día o en los subsecuentes, dicho personaje llega con barco, ayudantes, caballo blanco y orquesta a las diferentes ciudades de Holanda y ese es el banderazo de salida para que los niños pongan su zapato todas las noches frente a la chimenea o la ventana para recibir pequeños regalos hasta el gran día, el 5 de diciembre.

“Mira, estas calcomanías son de Hema”, o “Yo vi este huevo de chocolate en el supermercado”, dicen mis hijas cada mañana, y yo tengo que pensar en explicaciones creíbles pero decirlas en tono desenfadado para que no dejen de creer. “¡Ah! es que no todos los regalitos les caben en el barco y tienen que comprar cosas aquí”, les digo. “Pero los zwarte piet hacen todo en su taller en España”, contestan. “Vamos a llegar tarde a la escuela”, “termina de comer” o “ay, tengo ropa en la lavadora” son mis salidas más comunes.

La Navidad cuando era niña me hacía mucha ilusión, y quiero que mis hijas experimenten esa magia que sólo dura unos pocos años. Todas las noches antes de dormir cantan una canción a Sinterklaas y por la mañana corren a su zapato para ver que hay adentro. A veces dejan una zanahoria para el caballo de Sinterklaas, y por suerte no he tenido que explicar por qué el paquete de zanahorias nunca se acaba.

Lo único que no puedo concederle a Sinterklaas es esperar a que pase el 5 de diciembre para poner luces y esferas en todos lados. Empezar a sentir la Navidad un mes antes me hace sentir más cerca de nuestro viaje anual a México. Mi esposo cuenta los días para ir a comer tamales y carne asada; mis hijas a que las consientan sus abuelos y a disfrutar de las muchas fiestas decembrinas, y yo a ver amigos, a estar con mi familia y por supuesto, a comer comida mexicana, el mejor remedio contra la nostalgia.

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